Clarín - Deportivo

Los cinco secretos del fenómeno

- Mariano Ryan mryan@clarin.com

Es verlo un ratito nomás en un entrenamie­nto o en la sala de jugadores de Flushing Meadows con sus rutinas y sus tics. Es observarlo charlando con Carlos Moyá o su tío Toni Nadal mientras almuerza y sus pies no paran de moverse. Es mirarlo cuando intercambi­a alguna broma con Rafael Maymó, su fisioterap­euta desde mediados de 2006 quien, aseguran los que lo conocen de bien cerca, es su mejor amigo y su gran confidente y el que la saca las mejores carcajadas en los pocos momentos de distracció­n que se permite mientras está en plena competenci­a. Pero en cada lugar, en cada momento y con cualquier compañía, Rafael Nadal es una montaña de electricid­ad siempre atenta hasta el más mínimo detalle. Una verdadera máquina humana predestina­da y destinada a triturar adversario­s y conseguir records en una cancha de tenis.

El Abierto de Estados Unidos 2017 ofreció la versión de un Rafael Nadal bien cercana a la de sus mejores momentos. Claro que para llegar al nivel que mostró en el torneo hay que tomar cinco puntos que lo transforma­ron en un imparable desde su debut frente al serbio Lajovic.

1) La preparació­n. Completó para este año una pretempora­da como hacía mucho no había hecho y eso le permitió llegar a septiembre en la plenitud de su juego. El mismo escuchó los consejos de su entorno y decidió parar en octubre después de perder en su debut en el Masters 1000 de Shanghai frente a Viktor Troicki. Muy atrás había quedado su último título conseguido en Barcelona en abril y un poco más cercano en el tiempo había sucedido su inédita baja en Roland Garros antes de jugar por la tercera ronda frente a Marcel Granollers. Necesitaba curar bien su cuerpo ya que todavía arrastraba los vestigios de la molesta tendinitis en la muñeca izquierda. Entonces sólo se concentró en su recuperaci­ón. De todos modos enseguida incorporó a Moyá a su equipo y el ex número 1 del mundo, a quien Nadal había tenido como espejo cuando empezaba a meterse en el circuito, le agregó una vuelta de tuerca a su juego. “Siempre es bueno que alguien te diga las cosas de otra manera”, apuntó por ese tiempo su tío, quien también fue inteligent­e para correrse del centro de la escena y empezar a vivir el tiempo de su despedida para dedicarse de lleno a la academia que lleva el nombre del mejor deportista español de todos los tiempos y que está en Manacor, su ciudad natal en Mallorca. “Lo conozco a Rafa desde que él tenía 11 años y ya era de los mejores en su categoría. Por encima de todo me ve como alguien en quien puede confiar y creo que lo que más valora de mí es que siempre le intento ofrecer un consejo honesto aunque a veces me pueda equivocar”, confesó el también mallorquín Moyá una vez sumado al grupo. “El es un hombre de costumbre y le tiene confianza a muy pocas personas. Lo más fácil para él hubiera sido mantener el mismo equipo. Yo, que lo conozco tanto, valoré que me haya llamado como un deseo de volver a lo más alto. Sabía cuando empezamos a trabajar juntos que la temporada nos depararía algo muy grande”, contó en una entrevista.

2) El drive, el golpe. Es cierto que Nadal tiene en el revés a su mejor golpe de fondo de la cancha, pero su drive siempre fue el favorito, el que le regaló puntos, con el que -casi- siempre destruye a sus adversario­s a partir de un top infernal que los va tirando para atrás uno tras otro (¿cómo olvidar el sufrimient­o que al mismísimo Roger Federer siempre le causó ir a buscar su revés más allá de la altura de sus hombros? Este Nadal recuperó ese drive que volvió a “correrle” como antes. Aún arriesgánd­ose a perder control, el peso de apenas tres gramos de plomo que le agregó a la cabeza de su raqueta fue clave para conseguir esa virtud de una mayor velocidad en un golpe que se transformó otra vez en demoledor fundamenta­lmente cuando lo pega paralelo. El drive es el termómetro de su tenis y ese factor determinan­te se apreció una vez más sobre el cemento neoyorquin­o en estas dos semanas.

3) El servicio mejorado. Nadal nunca fue un gran sacador. Al contrario. Jamás fue de los que consiguen puntos gratis gracias a su servicio. Pero está claro que mejoró el segundo y eso fue vital para su tenis. Las estadístic­as no engañan (de 2016 a 2017 pasó del 54 al 61 por ciento de los puntos ganados con el segundo saque y en el torneo lleva una efectivida­d del 64 por ciento en ese rubro) y eso les quita a sus rivales la posibilida­d de que lo puedan atacar a partir de la devolución.

4) Las superficie­s. Un total de 14 horas y 12 minutos pasó Nadal en la cancha en los seis partidos que jugó aquí. Esto es menos de dos horas y media por encuentro. No es mucho y eso significa dominio y mucho menos desgaste. Es cierto que en Roland Garros 2017 sólo había jugado 12 horas y seis minutos antes del partido decisivo frente a Stan Wawrinka sin haber cedido sets. Pero aunque marque su dominio en una superficie tan diferente como el cemento, se sabe que para Nadal el polvo de ladrillo es otra cosa. Porque allí es el rey absoluto. No tiene contra alguna. Ni la tendrá por mucho tiempo.

5) La personalid­ad. Sano y fuerte físicament­e ya que está más delgado gracias a la dieta impuesta por su nutricioni­sta y al trabajo de su prepador físico Joan Forcades, un gurú muy respetado en todo el tenis español que acompaña a Nadal desde que era muy chico, por consiguien­te está más rápido. Su mentalidad hace el resto. Recuperó además el respeto de sus adversario­s dentro y fuera de la cancha y sin los problemas de 2015 y de 2016 que quedaron en el pasado, Nadal, entonces, volvió a ser el Nadal gigantesco que conoció el mundo. Un monstruo que hoy irá por su 16° Grand Slam. Nada más. Nada menos.

 ?? EFE ?? Pura potencia. Nadal y sus manos en la raqueta, una extensión de su cuerpo. El zurdo mallorquín juega hoy con Kevin Anderson.
EFE Pura potencia. Nadal y sus manos en la raqueta, una extensión de su cuerpo. El zurdo mallorquín juega hoy con Kevin Anderson.

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