El tenista que se ríe de los desafíos
La historia de Aragone. Primero venció a la diabetes y después se dio el gusto de jugar un Grand Slam.
Parecería que en cada torneo de Grand Slam hay una historia de superación que aguarda ser contada. Dentro de estas historias se encuentra la de Juan Cruz Aragone, que disputó la última edición de Flushing Meadows luego de superar la fase de clasificación. Nacido en Buenos Aires hace 22 años pero con su vida encaminada en Estados Unidos, Aragone se abrió con Clarín. Y contó esa historia. Su historia. “Durante la crisis económica de 2001 nos fuimos con mis padres a vivir a California ya que mi mamá tiene un primo allí. Ella empezó a trabajar de agente de viajes y mi papá se convirtió en importador de vinos de la Patagonia. En Argentina, por una cuestión cultural lógica, jugaba mucho al fútbol, pero allá en Estados Unidos la cultura del “soccer” no es tan fuerte; entonces lo dejé y empecé a jugar al tenis...Pero me enfermé y estuve afuera del tenis un año y medio”, explicó. -¿Qué te pasó? -Estuve en coma cinco meses por una alergia que me afectó los riñones y también el páncreas. Después me agarró diabetes a los 16 años y estuve parado un tiempo más. Luego decidí irme a jugar para la Universidad de Virginia que me ofreció una beca. En el verano trabajé en un banco y me ofrecieron quedarme, pero yo quería jugar al tenis y, por suerte, tuve el apoyo de mis padres para hacerlo.
Con su adolescencia ya consumaday con una lógica madurez que se condice con su edad, Aragone se soltó un poco más en la charla y entre un castellano que tiene como idioma natal mezclado con un particular acento en las consonantes que adoptó por hablar durante tantos años en inglés, relató su experiencia en Flushing Meadows. “Cuando salieron las invitaciones para jugar la clasificación del US Open me decían que yo iba a ser uno de ellos..., pero se tenían que bajar ocho personas y no aparecía nada; tenía todo para poder estar allá: pasajes, hotel... ¡Me había gastado 2 lucas! Yo sólo decía: ‘Voy a ir a Nueva York y no voy a entrar’. Por suerte, el día anterior a que cierre el cuadro de la clasificación entré último y entonces sí me dije: ‘Voy a tratar de pedir para jugar el miércoles’. Pero tuve que jugar al día siguiente. Solamente tuve 12 horas para prepararme; todo fue tan rápido...”, contó. Siendo el 536° del ranking mundial ganó tres partidos de la fase previa frente a adversarios de mucho mejor ranking que el suyo y, al fin, entró al cuadro principal.
A pesar de la temprana derrota en la primera ronda aquel partido fue el primero que Aragone disputó en el circuito mayor (¡y en Flushing Meadows!), lo que es muy diferente a los de los futures y challengers en los que desarrolló su carrera tenística. “Sinceramente me cambió la vida todo eso. Pensar que no iba a entrar a la clasificación y después jugué contra el finalista... Me reía de eso. La plata que gané por entrar al cuadro principal me ayuda para viajar todo el año”, aseguró acerca de su participación en Nueva York donde perdió ante el sudafricano Kevin Anderson, el último escalón de Rafael Nadal hacia el título.
De todos modos y más allá de un resultado, para Aragone cada partido es una continua disputa para poder llevar adelante su diabetes. “Nunca se sabe qué va a pasar, no sabés cómo reacciona tu cuerpo por las temperaturas... Por todo. No sólo debo preocuparme por el partido sino que me preocupo por el nivel del azúcar sangre. Aunque una vez que sabés cómo funciona el cuerpo en momentos de estrés lo llevás de otra manera. Ahora con la tecnología tenés diversos tipos de ayuda; por ejemplo, juego con un monitor que me ayuda a ir controlando todo en el medio de los partidos. Ya con eso es suficiente, pero es difícil”, afirmó.
No conforme con su paso por el último Grand Slam de la temporada, en los planes de este luchador del tenis no está ni por asomo quedarse con lo hecho hasta ahora. “Mi sueño es maximizar todo lo que tengo en el tenis. No podría decirte que mi meta es ganar 10 Grand Slams porque eso es algo que pocas personas en la historia lo han podido hacer”, sostuvo con mucha elocuencia. La misma que, según él mismo, proviene de sus estudios de grado. “Lo de la universidad fueron cuatro años increíbles; es un proceso en el que madurás muchísimo. Hoy uso la facultad en todo aspecto; me ayudó a tomar cosas buenas que puedo usar en el tenis”, contó. -¿Qué diferencias culturales percibís entre Argentina y Estados Unidos?
-En realidad es todo muy diferente. Cuando vivía en Argentina salía del colegio y boludeaba hasta las 8 de la noche. Acá comen todos a las 5 de la tarde y eso me costó mucho. Incluso a veces me pasaba que aparecía a las 8 de la noche en la casa de mis amigos y me preguntaban: “¿Qué hacés acá?” (risas). No entendía mucho el por qué; era muy chico en ese momento.
“Ahora terminé la facultad en junio y estoy jugando a full... Todo va bien”, cerró.
Después de tanto sufrimiento y lucha, la vida de Juan Cruz Aragone parece haber encontrado su curso, el que va de la mano con su dedicación y compromiso por estar dentro de una cancha de tenis. Donde más feliz se siente.