Clarín - Deportivo

Mil partidos y la energía del primer día

Emanuel Ginóbili. Basquetbol­ista argentino

- Mauricio Codocea mcodocea@clarin.com

Curtido como está, y con 15 años en Estados Unidos sobre el lomo, para él no habrá significad­o demasiado. Queda, ese juego, para todo el circo que rodea a la liga: fans, medios, analistas y, sobre todo, amantes de las estadístic­as. Porque además el número, simbólico, tiene un poco de cierto y un poco de falaz. Pero será cuestión de ajustarse a las reglas que ponen los dueños del show, quienes dividen las cifras en las dos partes en que se corta la campaña: la temporada regular y los playoffs. Y así, contando sólo la primera de ellas, llegó Emanuel David Ginóbili a los 1.000 partidos en la NBA en el 108-101 del viernes a Charlotte: es el primer sudamerica­no que lo consigue. Si se suman los de postempora­da, son 1.213. Pero no importa tanto el cuánto, a decir verdad, cuando se advierte el cómo. Ahí radica el mayor mérito del basquetbol­ista más importante de la historia argentina.

El pasado lunes, San Antonio visitó a Boston sin el bahiense, con toda lógica: era el segundo partido en noches consecutiv­as y el entrenador Gregg Popovich, especialis­ta a la hora de dosificar las energías de sus dirigidos, le otorgó el descanso que suele darle cuando hay dos juegos al hilo. Por eso, no sorprendió el reporte inicial en la noche del viernes, que el mismísimo Pop les dio a los medios al asegurar que Manu no estaría frente a Charlotte. Claro, el jueves los Spurs habían enfrentado a Golden State y Ginóbili había tenido 19 minutos de acción. Sin embargo, al salir los equipos a la cancha ahí estaba el emblemátic­o 20.

¿Qué modificó el escenario? El hambre de gloria, la sed de revancha de un tipo que, con 40 años cumplidos, encuentra en la competenci­a su razón deportiva de ser. No juega, Emanuel, por cumplir; no está ahí por el dinero, ni tampoco porque su cabeza busque posponer un retiro para el cual no esté preparada. No. Ginóbili juega porque ama jugar, porque quiere ganar y, sobre todo, porque siente que todavía puede aportar cosas, que puede ser determinan­te. Por eso fue y le pidió al técnico que lo pusiera, después de una noche en la que San Antonio perdió con los actuales campeones y sumó su cuarta derrota al hilo, algo que no le ocurría desde hacía casi tres temporadas.

Y si Manu quería jugar porque sentía la obligación de ayudar a torcer el rumbo, vaya que lo hizo. Anotó 10 puntos, dio 5 asistencia­s, bajó 4 rebotes, robó 2 pelotas y jugó su máxima de minutos (27) en la temporada. Metió una volcada digna de su versión de 25 años, y fue clave para retomar el control del partido cuando su equipo perdía por seis puntos, así como también para sostenerlo cuando los Hornets amenazaban. “No esperaba jugar tanto en noches consecutiv­as, pero me sentí bien. Ahora estoy muy cansado, pero tengo 48 horas para reponerme. Necesitaba jugar, estaba decepciona­do por cómo había jugado la noche anterior y necesitaba redimirme o, al menos, sentirme mejor. Quería estar con los muchachos y además, después de cuatro derrotas necesitába­mos un triunfo para recomponer­nos”, reflexionó.

Repartidos en los asientos del AT&T Center había un puñado de argentinos que viajó especialme­nte a ver a Manu. La idea de ofrecer un paquete fue de Damián Tiferes, dueño de una agencia de viajes que armó la movida apenas supo que el crack jugaría una temporada más. Con la ayuda de su hermano Ariel -periodista-, el equipo de @InfoManu (una cuenta de Twitter que sigue paso a paso y día a día a Ginóbili) y el ex jugador de la Selección Juan Pipa Gutiérrez, la convocator­ia se extendió por las redes sociales y superó las expectativ­as de la empresa. Al final, un grupo de unas 25 personas se sumó a lo que inicialmen­te era un viaje de los hermanos y, por ese don de gente de Ginóbili, todos terminaron viviendo una noche inolvidabl­e: cuando el escolta argentino supo de la presencia de los fanáticos, los invitó a acercarse a la cancha tras el partido, ante el recelo -habitual y esperable- del personal de seguridad. Es más: él mismo se ofreció a sacarse una foto con cada uno de los viajeros, que pasaron de la certeza de no verlo en acción y la desazón consecuent­e a conocerlo y hablar con él por casi media hora.

Los mil partidos no eran gran cosa para Manu, claro, porque no estaba al tanto del dato. Pero sí le puso palabras al significad­o cuando se le recordó el registro que había alcanzado: “Ni siquiera sabía que era el número 1.000. Lo escuché ahora. Mil partidos son muchos. Y muchos años. Me enorgullec­e haberlo conseguido”. Y, entre risas, se sinceró sobre la volcada con un toque de humor ginobilian­o: “Me sentí bien, quise atacar el aro, provocar cosas. Vi el espacio y encaré. No esperaba volcarla en la segunda noche de partidos consecutiv­os. Ahora estoy contento, pero veremos cómo me siento en 48 horas. Eso me preocupa un poquito”.

Su ascendenci­a en el vestuario está más que clara, pero por si acaso, Ginóbili se encarga de reforzar la cultura del trabajo cada día. Predica con el ejemplo. Su compañero Patty Mills fue elocuente: “Fue su partido mil, pero cuando la volcó parecía ser el primero. Fue inspirador hasta para mí, que no la vuelco...”.

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AP Hoy. Manu metió 10 puntos ante Charlotte, en su partido 1.000 en temporada regular.
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Como ayer. Sus comienzos en la NBA, en octubre de 2002. Siempre con la 20 de los Spurs.

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