Clarín - Deportivo

El empate castigaba al líder, pero Pablo Pérez puso a Boca en su lugar

El puntero tuvo todo para liquidarlo y casi se le escapa tras la injusta roja a Cardona y el golazo de Ponzio.

- Adrián Maladesky amaladesky@clarin.com

Merecía el Superclási­co una pincelada como la de Pablo Pérez, después de dos misiles demoledore­s y tantos roces y polémicas. A la intensidad le faltaba algo de belleza.

Pablo Pérez, capitán y símbolo de este Boca puntero que en el Monumental mostró una cara menos luminosa y hasta algo más mezquina, jerarquizó el triunfo del equipo de Guillermo con una habilitaci­ón de crack para que el uruguayo Nandez definiera el duelo. Así, con ese gol a los 27 minutos del segundo tiempo, empezó el tercer mini-partido del Superclási­co, el más confuso y el menos importante, que duró hasta el final.

Fueron tres los capítulos en que se dividió este River-Boca de volantes mucho más que de delanteros, porque se definió en los arcos (como siempre) pero se resolvió en el centro, donde vivieron los mejores.

El primero de esos capítulos se jugó hasta los 37 minutos de la etapa inicial, cuando estalló la bomba que tiró Nacho Fernández sobre su propio territorio con una patada en el pecho de Cardona que no podía derivar en otra cosa que tarjeta roja. De estudio, con caras de malos, no apto para desentendi­dos. Hasta allí, Maidana y Ponzio habían mostrado los dientes, que era el mejor argumento de River, y Boca parecía decidido a esperar que su rival se desangrara solo después del waterloo de Lanús. Guillermo plantó a Barrios adelante de la línea de cuatro y a Pavón volanteand­o por derecha, a la misma altura que Cardona (en el segundo tiempo invirtiero­n las puntas). El 4-1-4-1 denunciaba la idea: que se equivoquen ellos. No había ningún apuro para atacarlos.

Y el error más grosero y clave lo cometió Nacho con esa falta que también fue producto de un desorden defensivo global: un mal rechazo, nadie en la puerta del área para minimizarl­o y el foul, que además fue una invitación. El colombiano Cardona la aceptó con gusto: se sacó la marca de tapones de la camiseta, agarró la pelota, se tomó su tiempo y clavó el exquisito tiro libre en el palo de Lux. Soñado para él, hasta allí.

El segundo mini-partido arrancó con la sensación de que Boca lo podía liquidar sin gran esfuerzo. Gallardo apostó con De La Cruz por Rojas, un cambio lógico ya que el mediocampo de River estaba más diseñado para equilibrar las fuerzas que para jugar. Y ahora no quedaba otra que jugar. Actitud no le faltó en ningún momento; luces sí, no sólo en la tarde de domingo. Del otro lado el puntero de la Superliga olió sangre pero prefirió seguir esperando. El local tuvo una clara con Ignacio Scocco (y falla de Magallán), que salvó Rossi abajo. La visita casi lo define con un arranque espectacul­ar de Benedetto que cerró Enzo Pérez al mismo nivel. La paciencia de Boca sonaba a excesiva. O tal vez a confianza en sus propias fuerzas.

Entonces largó el tercer mini-partido, a los 16 minutos, cuando Pitana vio un codazo de Cardona sobre Enzo Pérez que no existió y con la segunda roja (que se pareció demasiado a una compensaci­ón) puso las cosas otra vez diez contra diez, perjudican­do a los de Barros Schelotto.

Era la señal que necesitaba River para lanzarse sin red hacia el empate. Gallardo puso a Auzqui por Maidana y dejó tres en el fondo. La audacia le salió bien porque Ponzio, que debía equilibrar esa línea defensiva, escaló posiciones y con un remate furioso hizo explotar el Monumental. Una especie de milagro. Boca había ayudado con su escasa voracidad.

Pero ese capítulo duró apenas cuatro minutos. River se emborrachó y fue por más, sin pensar, sin darse cuenta que no le sobraba nada, que tal vez había logrado demasiado con lo que tenía. Porque este Boca, aún en esta versión de escasa codicia y con delanteros sin el gran protagonis­mo que venían mostrando (Benedetto no tuvo muchas situacione­s y Pavón pesó menos de lo imaginado), hoy es más que el resto.

Y lo demostró cuando la pelota le llegó a Pablo Pérez de Pavón, tras un lateral. Una acción ordinaria, desangelad­a. Pero el capitán hizo algo que lo diferenció del resto: pensó.

Levantó la cabeza, vio que Nandez podía aparecer a la espalda de Casco y dirigió hacia allí la pelota. Belleza y eficacia, una combinació­n que bien vale un Superclási­co.

 ?? M. CARROLL ?? Figura estelar. Pablo Pérez se trepa a Goltz para celebrar el gol que marcó el desequilib­iro en el Monumental. Dio un pase sensaciona­l.
M. CARROLL Figura estelar. Pablo Pérez se trepa a Goltz para celebrar el gol que marcó el desequilib­iro en el Monumental. Dio un pase sensaciona­l.

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