Economistas versus deportistas
La reforma fiscal lanzada por el Gobierno nacional alcanza al ENARD (Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo). Financiado con un impuesto específico (el 1 por ciento sobre la telefonía celular), el ENARD representa un antes y un después para el deporte argentino en parte porque provee un marco estable y transparente para planificar el desarrollo deportivo a largo plazo.
Por lo que sabemos la reforma mantendrá los niveles actuales de apoyo al ENARD cambiando sólo la forma de financiarlo: en lugar de ese impuesto que se eliminaría, el ENARD pasaría a financiarse con el Presupuesto general.
Muchos economistas apoyan la reforma porque los impuestos específicos les parecen un disparate. Y el que financia al ENARD es un buen ejemplo: si baja el uso de los celulares bajaría la recaudación y se reducirían los fondos disponibles. En cambio, si se financia con recursos generales es más fácil tener una correspondencia entre las necesidades del deporte y la disponibilidad de los fondos.
Un problema de esta propuesta es que ignora el hecho básico que en la actualidad ya tenemos una parte de los recursos del deporte que vienen del Presupuesto general. En efecto, el ENARD no paga la totalidad del apoyo que reciben los deportistas sino que un complemento importante lo paga la Secretaría de Deporte. Este apoyo es mucho más errático que el que paga el ENARD, tanto en sus montos como en sus tiempos. Este no es un problema de este gobierno sino de todos los gobiernos anteriores y es exactamente la razón por la que el ENARD es tan valorado por los deportistas. Con todos sus defectos el ENARD es mucho más eficiente y previsible que el Estado nacional. Quizá la reforma sería más popular si el Gobierno primero logra que el Estado funcione mejor y, por ejemplo, los fondos que dependen del Presupuesto general empiezan a llegar en tiempo y forma a los atletas.
El segundo problema es que los fondos que provienen del Presupuesto general se definen cada año mientras las campañas deportivas duran por lo general cuatro años. Una de las grandes ventajas del ENARD es que provee fondos que permiten la planificación a más largo plazo. Esto es particularmente valioso cuando hay elecciones o cuando cambian las restricciones políticas.
El tercer problema que tiene la propuesta de los economistas es que existen múltiples soluciones, muchas de ellas más simples, a los problemas identificados en los impuestos específicos. Por ejemplo, si el problema es que hay una gran expectativa de crecimiento para el sector de las telecomunicaciones móviles (por lo que el impuesto del 1 por ciento a los celulares va a hacer “explotar” el presupuesto del ENARD) la solución más simple es ponerle un tope al fondo que recibe el ENARD. Algo parecido se puede hacer, introduciendo un piso, si el riesgo es que caiga el uso de los celulares.
Muchos países financian el deporte complementando los fondos del Presupuesto general con impuestos específicos o “impuestos asignados”. Los más conocidos son los europeos (los principales organismos deportivos en Italia, Francia, Alemania e Inglaterra cuentan con impuestos asignados del juego). Por supuesto que hay muchas cosas para mejorar en el ENARD. Hay que exigir transparencia y eficiencia a una entidad que recauda impuestos de todos los argentinos de una manera tan anómala. Pero también es innegable que el ENARD ha sido un gran paso adelante en la organización deportiva. Y nada sugiere que sea bueno cambiar.