Clarín - Deportivo

Bebelo, otro crack de infancia difícil

Figura de Talleres. Criado en el Barrio Chino, el fútbol le permitió ayudar a su familia.

- Nahuel Gallotta ngallota@clarin.com

En 2017 el jugador apareció en las páginas policiales. Una fiscalía lo investiga como “partícipe necesario en un caso de abuso de arma de fuego”. Se trató de un tiroteo entre bandas, sin heridos, a pocos días de un clásico con Belgrano.

Dice convencido Emanuel Reynoso (22), sobre una de las butacas del estadio Boutique de Barrio Jardín, que el día más feliz de su vida futbolísti­ca fue cuando le hizo un gol a Boca, en la Bombonera, el 19 de marzo de 2017. En cambio, cuando se le pregunta por el día más feliz de su vida en lo personal, duda. Uno, dos, tres segundos. “Sí, ya sé; me acuerdo patente”, cuenta.

Es el mediodía de un día cualquiera de los primeros años de la década de 2000. Bebelo (así lo llamaba uno de sus hermanos mayores) tiene 6 o 7 años -no recuerda bien- y escucha la orden de su mamá: “Vamos a lo de ‘la Ale’”, por su cuñada. Es cerca, en el mismo barrio cordobés. Llegan y encuentran a sus familiares y a los amigos de su hermano. Eso, a Bebelo, le llama la atención. Pero su hermano no está. Hace años que vive preguntand­o por él: “Lo quiero ver, ¿ya se curó?”, “¿Cuándo vuelve?”, “¿Falta mucho?”. Sus papás le mienten desde el día que se lo llevaron: le dicen que está en el hospital, curándose. Hasta que se abre la puerta del baño, y aparece su hermano, de sorpresa. La escena es de película de ghettos estadounid­enses. Hace horas que su hermano acaba de cumplir su primera condena por robo y Emanuel, al verlo, le da el abrazo más fuerte de su vida. Luego comen asado y escuchan a La Mona Jiménez para festejar su libertad. Por la tarde, se arma un torneo

por plata y la familia pasa el día en grupo. Reynoso ha sido una pieza fundamenta­l en este Talleres de Frank Darío Kudelka, cuarto en la Superliga. Pero aclara desde un principio de la charla con Clarín: se siente más cómodo hablando del barrio y de su infancia que de fútbol.

"Me gustaría jugar en la Selección Argentina, en clubes del extranjero y retirarme en Talleres. Y otra cosa que me gustaría vivir es una Navidad con mi familia completa. No sé lo que es brindar con todos mis hermanos. Somos siete, pero tres de ellos pasaron varios años en la cárcel y todos los años nos falta -al menos- uno. Y otro deseo sería vivir en mi barrio. Construirm­e una casa relinda, pero en mi barrio", relata.

Reynoso es hijo de una catamarque­ña y un cordobés que se conocieron en el Barrio Chino de Córdoba. Ella se dedicaba a cuidar autos y a vender pan casero; él a construir cordones de la calle y cunetas para la Municipali­dad. También tuvo un tallercito mecánico en su casa.

Se crió entre la escuela, un comedor comunitari­o y el potrero. Allí, como la gran mayoría de sus amigos, jugaba con lo que podía. A veces le prestaban unos borceguíes, otras veces usaba zapatillas de una marca en la izquierda y de otra en la derecha. Lo único que tenían en común era la cinta con la que tapaba los agujeros. Muy pocas veces jugó con botines.

"Me gustaba el ambiente; jugar con todo el barrio alrededor, los amigos, la familia -evoca Reynoso, de jean, remera al cuerpo, visera color plata y unas Nike con las que hubiera soñado hace 10 años. Mientras se jugaba el campeonato había asados y borrachine­s que apostaban al lado de la línea. Agarré mucha técnica en ese lugar. En el barrio, 9 de cada 10 juegan muy bien. No llegan por cuestiones sociales. La pelota picaba para todos lados y yo pensaba: “El día que juegue en una cancha linda va a ser más fácil'". Los únicos bacanes del barrio eran los ladrodesti­no: nes que viajaban a robar joyerías a Europa y hacer salideras bancarias. En Internet hay noticias sobre sus detencione­s. En 2008, por citar una, José Luis Fernández Gudiña, de la Brigada Central del crimen organizado de España, declaró: “El 80% de los argentinos que delinquen en el país son de Córdoba. Delinquen y a los cinco o seis meses regresan a la Argentina”.

Invertían en taxis y viviendas y se movían en autos y camionetas de alta gama. Robaban en el Viejo Continente y en Córdoba se dedicaban a descansar y gastar sus euros hasta que decidían volver a viajar. Les gustaba mostrarse con ropa deportiva que compraban en Europa. Bebelo dice que se crió escuchando historias de esos ladrones, sorprendié­ndose de sus lujos, y que uno de sus hermanos viajó dos veces a España y Francia. Le fue mal. En los últimos años algunos de esos ladrones sumaron un nuevo en verano van a robar a Punta del Este.

A los 15 años comenzó a entrenarse en Talleres de Córdoba. El fútbol, a partir de ahí, pasó de ser una diversión a una ilusión. Antes o después del club, Bebelo salía a vender el pan casero que cocinaba su mamá, que no podía darle dinero para ir a practicar. Puerta a puerta o en bici iba a barrios vecinos. Así se pagaba gastos. Y ahí, a medida que pasaban los primeros partidos, sintió algo parecido a una presión: "En Talleres aprendí a marcar y a jugar tácticamen­te. Me hice jugador; en el barrio era correr por todos lados y jugar por un billete. Fue la primera vez que creí en mí, que llegar a primera era posible. Si le metía, podía cumplir mi sueño".

-Cuando uno vive en un contexto humilde, ¿siente la presión de salvar a su familia?

-Sí, claro que sentía esa responsabi­lidad. No sólo la de cambiar la vida de mi mamá. También la mía. Yo no tengo estudios. Si no era por el fútbol iba a tener que trabajar en la construcci­ón.

Para esa época eran los ladrones “europeos” y sus hermanos que llevaban el mismo estilo de vida los que, cuando lo veían en la esquina, le decían que se fuera a casa. Lo mismo si se enteraban de que quería salir a bailar. O si andaba sin ganas de ir a entrenarse. Cada vez que lo veían le preguntaba­n cómo le había ido, si había jugado de titular. “El ladrón grande apoya al pibe del barrio que juega bien. Ellos me cagaban a pedos. Me veían en la esquina y me gritaban: ‘Andá a tu casa’. Eso me ayudó a salir de ese ambiente y dedicarme de lleno al fútbol”, asegura. -Hasta los 15 comiste en un comedor, vendiste pan casero para ir a entrenar, varios de tus hermanos cayeron en la delincuenc­ia. Tenías todo en contra. ¿Llegaste por el destino? -Creo que fue por mi sacrificio y por el apoyo de mi familia, del barrio y de mis hermanos. Mi mamá cocinaba pan casero en un horno de barro y transpirab­a un montón. De esas cosas, uno nunca se olvida. Yo la veía y pensaba: “Ojalá pueda llegar a Primera y ayudarla”. Pedirle que no trabaje más y mantenerla es una de las cosas más lindas: poder pintarle la casita, comprarle un portón, ventanales, azulejos y todo eso para que viva bien. Nuestra casa era una de las más deteriorad­as. Gracias al fútbol pude darle una vida mucho más digna a mi familia.

A los 16 recibió un disparo de calibre 22 en su rodilla izquierda cuando intentó evitar que le robaran la moto de su papá. Lo trasladaro­n de urgencia al hospital, lo operaron y Talleres puso a disposició­n -ya era jugador de la Cuarta- a sus médicos. Por cuestión de milímetros la suerte estuvo de su lado. O Dios, según él. Treinta días después volvió a las canchas. Cuando el fútbol se lo permite, Bebelo visita a su hermano en la cárcel de Villa María. Es el mismo que salió cuando él tenía 6 o 7 años, en el que recuerda como "el día más feliz" de su vida. Dice que le gusta comprar carne y comer con su hermano y sus compañeros de pabellón.

-¿Por qué llevas una vida distinta a los futbolista­s que salieron de barrios como el tuyo?

-Es que no me interesa la farándula. Antes que ir a comer a un shopping, prefiero ir a lo de mi mamá. O disfruto más merendando con mis hermanos y mis amigos en el barrio, que hacerlo en un barrio top con gente “del ambiente”. Soy feliz comiendo un chori en la esquina de mi barrio, como si fuera uno más. Los vecinos me tiran buena onda. Cuando ascendimos a Primera y volví a lo de mi mamá, me estaba esperando una banda de gente con bombos y banderas. Festejamos juntos. Las veces que veo a los nenes del barrio con camisetas que dicen Bebelo me dan ganas de llorar. La gente pintó dos murales míos en el barrio. Amo que se sepa de dónde vengo y nombrar al barrio en cada nota.

 ?? DANIEL CÁCERES ?? Ilusión. Reynoso, con apenas 22 años, suela con vivir alguna Navidad con la familia completa, sin hermanos presos.
DANIEL CÁCERES Ilusión. Reynoso, con apenas 22 años, suela con vivir alguna Navidad con la familia completa, sin hermanos presos.

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