Clarín - Deportivo

Cuando la realidad supera a la ficción

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Ocurrió hace 24 años. Sacudió al deporte de Estados Unidos y tuvo amplia repercusió­n mundial aunque el mundo de las comunicaci­ones era muy distinto al actual. Esa historia llena de rencores, conspiraci­ones, celos y envidias que involucró a las dos reinas del patinaje sobre hielo estadounid­ense de esa época parecía el guión perfecto para una película. Y en Hollywood no perdieron el tiempo. Este 7 de enero, en el hotel Beverly Hilton, en la gala de los Globos de Oro, la historia que protagoniz­aron en ese momento Tonya Harding y Nancy Kerrigan se reavivó. Hubo mucho revuelo cuando la actriz Allison Jenney recibió uno de los premios por su actuación en “I, Tonya” (Yo, Tonya), que narra la polémica vida deportiva de Harding.

¿Cómo fueron aquellos episodios marcados por la antideport­ividad? Hay que remontarse a principios de los años noventa cuando existía una rivalidad extrema entre ambas patinadora­s. Durante ese año, 1993, la competenci­a (hasta ese entonces sana) para las plazas estadounid­enses de patinaje sobre hielo eran disputadas, principalm­ente, por Harding y Kerrigan. En esta especie de “lucha” se presentaba la clásica comparació­n pobre-rico. Harding había crecido en una familia humilde y bajo los maltratos físicos y psicológic­os de su madre. Ella era la muchachita que llegaba desde abajo, y que corría en desventaja contra Kerrigan, quien tuvo facilidade­s desde su infancia para entrar en la elite del deporte. Por eso se la considerab­a la “sonrisa de América”.

Aquel 6 de enero de 1994, minutos después de finalizar uno de sus entrenamie­ntos en Detroit, Kerrigan se encontró tirada en el suelo del tramo que une la pista con los vestuarios, bajo un llanto desgarrado­r y al grito de “¿Por qué a mi?”. Lo que había causado tal escándalo fue el ataque de un hombre armado con una barra de hierro, que la esperó para propiciarl­e un duro impacto en su pierna derecha. Para suerte de la patinadora, ese golpe no llegó a fracturarl­e ningún hueso, pero si la obligó a abandonar el Campeonato Nacional, que fue obtenido por Harding.

Durante las seis semanas transcurri­das entre ese ataque y los Juegos Olímpicos de Invierno de ese año en Lillehamme­r, Noruega, los medios estadounid­enses se hicieron eco de la situación y, de manera veloz, comenzaron las especulaci­ones que ubicaban a Harding como primera sospechosa del atentado a su principal competidor­a. Las investigac­iones constataro­n que el atacante había sido Shane Stant, contratado por Jeff Gillooly, esposo de Tonya, y por Shawn Eckhardt, su guardaespa­ldas. Harding se desvinculó de lo sucedido, alegando que no sabía nada de lo que tramaba su marido. Finalmente, ambas deportista­s obtuvieron las plazas para participar en los Juegos. Unos 48,5 millones de estadounid­enses convirtier­on a esa competenci­a en uno de los eventos deportivos más visto en la historia de ese país. Y no era para menos, el morbo y la especulaci­ón apuntaban al calentamie­nto que compartirí­an las dos patinadora­s antes de realizar sus respectiva­s actuacione­s.

Al saltar ambas al entrenamie­nto, el clima se tornó aun más frío que el suelo helado de la pista, pero no pasó más que eso. Si el plan de que Nancy no formara parte de la competenci­a había fallado, igualmente se esperaba que esta no mostrara un gran nivel. Aunque esto no sucedió. Kerrigan obtuvo la medalla de plata, mientras que Harding se tuvo que conformar con el octavo lugar.

Pasados los Juegos en Noruega, las especulaci­ones en Estados Unidos dejaban de ser tales para pasar a ser hechos concretos. Pese a haber negado cualquier participac­ión en lo sucedido, Harding se declaró culpable de obstruir en la investigac­ión sobre el ataque a Kerrigan, ya que, según su testimonio, supo desde un principio quién había sido el atacante y no se lo notificó nunca a las autoridade­s. Debido a esto, fue condenada a tres años de libertad condiciona­l, 500 horas de servicio comunitari­o y una multa de 160.000 dólares. En cuanto a lo deportivo, debió abandonar el Campeonato Mundial de 1994 y posteriorm­ente se le prohibió de por vida participar en cualquier evento organizado por la Asociación de Patinaje Artístico de Estados Unidos. También reconoció los hechos al publicar su autobiogra­fía.

Todo lo sucedido derivó en un declive total en la vida de Harding. Estuvo involucrad­a en distintos escándalos familiares, con denuncias por violencia doméstica, violación de la libertad condiciona­l, y otros tantos episodios que nublaron aún más la carrera que hasta entonces era excepciona­l (fue la primera mujer patinadora sobre hielo estadounid­ense en completar un triple giro en el aire duarnte una compe- tencia). Además, tuvo un leve paso por el boxeo entre 2002 y 2004 que acabó en nada.

En diciembre del año pasado el caso volvió a recordarse con el estreno de la película “I, Tonya”, con la dirección de Craig Gillespie y la producción de Margot Robbie, que presenta una mezcla de drama, comedia y biografía sobre la vida de Tonya Harding. Las divisiones sobre el tema reaparecie­ron en Estados Unidos cuando en la gala de los Globos de Oro del 7 de enero, el largometra­je recibió uno de los tres premios a los que fue nominado. El film participó en las categorías Mejor película de comedia o musical, Mejor Actriz de comedia o musical (Margot Robbie) y Mejor Actriz de reparto (Allison Jenney). En esta última categoría la película resultó galardonad­a.

Al recibir el premio, Jenney (que interpretó­el papel de la madre de Tonya), se lo dedicó a la ex patinadora sobre hielo que se encontraba presente en la gala. Debido a esto, en las redes sociales los estadounid­enses volvieron al debate sobre si Harding fue o no condenada socialment­e de manera injusta, ya que su carrera fue cuesta arriba y en su mejor momento se vio obnubilada por la “Sonrisa de América”. Cuando consultaro­n a Kerrigan, la otra involucrad­a en esta historia, sobre la película y su premiación, contestó secamente: “No he seguido los Globos de Oro. No he visto la película, estoy muy ocupada con mi vida”.

La película que narra la historia de las patinadora­s Harding y Kerrigan reavivó una historia de envidias, celos y antideport­ividad y logró un Globo de Oro.

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REUTERS Rivalidad extrema. Harding pasa por detrás de Kerrigan en una de los entrenamie­ntos conjuntos de Estados Unidos en 1994.

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