Campeón mundial con manos de acero
Lucas Matthysse. A los 35 años, el noqueador chubutense vive el tiempo de la resurrección que soñaba.
Los boxeadores suelen atravesar distintos momentos en sus trayectorias deportivas y Lucas Matthysse, a los 35 años, afronta el de la resurrección. Porque con el espectacular nocaut que logró ante el tailandés Tewa Kiram en Los Ángeles, Estados Unidos, volvió a ser campeón mundial luego de cinco años y se ilusiona con un futuro mejor en su carrera, luego de un período en el que estuvo alejado de los cuadriláteros durante un año y medio e incluso llegó a coquetear con el retiro.
Matthysse, que al noquear en el octavo round al ex invicto Kiram conquistó la corona mundial wélter de la AMB, mostró dos caras en el combate en el Forum de Inglewood. Fue Jekyll cuando hizo pesar su potencia y lastimar al rival, tanto que el tailandés tuvo que ser trasladado con un cuello ortopédico a un hospital, con el fin de chequear que no tuviera lesiones de gravedad. Pero se había parecido a Hyde cuando en los rounds previos se mostró atado y fuera de distancia para conectar sus impactos.
“Kiram se movió bien y eso me impidió que lo pudiera encontrar en el ring”, justificó Lucas, quien luego declaró emocionado: “Acá está el
cinturón que tanto me costó; quiero dedicárselo a mi hija, a la que amo, y compartirlo con toda Argentina”.
La conquista de este título mundial tiene un sabor especial para Matthysse, porque ahora ostenta la corona AMB regular de los wélters, mientras que la primera vez que había logrado salir campeón del mundo -en septiembre de 2012- lo había hecho de manera interina ante Olusegun Ajose, quedándose con el título superligero del CMB.
Para lograr la victoria que relanzó su carrera,
Lucas trabajó mucho a nivel boxístico, pero su éxito no se debe explicar únicamente desde el gimnasio o desde la preparación física realizada, sino también a partir del nivel emocional, porque hace un tiempo tomó una decisión que terminó resultando clave para mejorar su estado de ánimo: dejó de residir en Junín y volvió a radicarse a su Trelew natal, donde tiene más afectos y se siente contenido por su familia.
Ese envión emocional fue importante para que Matthysse recuperara el hambre de gloria y volviera a creer en que puede ser un muy buen campeón. Las buenas sensaciones quedaron evidenciadas en la pelea que el chubutense realizó en mayo en Las Vegas, donde noqueó en el 5° round al estadounidense Emmanuel Taylor y en la que dejó en claro que el apodo “La Máquina” le sienta a la perfección.
Pero a pesar de ese combate y del reciente título mundial, no todo son flores para Matthysse, debido a que en la previa del nocaut ante Tewa Kiram su rendimiento no fue sólido y no logró convencer a un público que tampoco estuvo conforme con lo que mostraba el tailandés y que por momentos silbó la pelea. Lucas tiene motivos para ilusionarse con seguir progresando y mejorar su nivel boxístico, porque su nuevo entrenador, Joel Díaz, demostró que puede guiarlo en esta nueva etapa de su carrera.
Esta nueva etapa está llena de desafíos para Matthysse y ya se empiezan a barajar nombres para sus futuros combates. El boxeador de Chubut expresó que quiere “pelear contra los mejores” y que tiene preferencia por volver a enfrentar a Danny García, ante el que perdió en 2013 su título mundial CMB, en una pelea en la que sufrió la fractura de su pómulo derecho.
Además de García, los medios internacionales de boxeo mencionaron como posibles rivales de Matthysse al histórico Manny Pacquiao y a Amir Khan, el medallista de plata en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 a los 17 años, que se enfrentó a los mejores de los últimos tiempos, como Marco Antonio Barrera, Marcos Maidana y Canelo Álvarez. Restará que Oscar de la Hoya, manager de Lucas, se siente con él y con su entrenador para definir su futuro.
Matthysse disfrutará ahora de su nuevo récord, que incluye 39 peleas ganadas (36 por nocaut), 4 derrotas y un combate sin decisión. Y compartirá tiempo valioso con su familia, ya que en la previa de este combate mundialista estuvo concentrado dos meses y medio en el desierto del Valle de Coachella y no pudo pasar ni Navidad ni Año Nuevo en Argentina.
Para lograr la victoria que relanzó su carrera, fue clave el trabajo boxístico y físico, pero también haber vuelto a su Trelew natal, cerca de sus afectos.