Un Messi inolvidable llevó de la mano al Barça a su cuarta Copa del Rey seguida
Ofreció un golazo y dos asistencias para el 5-0 a Sevilla. A menos de dos meses del Mundial lució en gran forma. Y con pocos compromisos por delante, ilusiona.
Lionel Messi no se cansa. No para. Hace todo a su modo. Y le sale bien. Gana, encanta. Sigue. Es una frecuente invitación a exagerar, a gastar elogios, a poner adjetivos grandilocuentes, incluso a recrear palabras o generar neologismos. Cuando el crack rosarino juega como jugó ante Sevilla sólo queda espacio para rendirle pleitesía como cada uno de los espectadores del Wanda Metropolitano. Y entonces sucede un detalle que por hasarrollo bitual no deja de ser mágico: todos los que lo ovacionan saben de lo que es capaz, pero se permiten el asombro, los habita la sorpresa ante semejante expresión de talento.
La Pulga -la más inmensa que la historia del fútbol pueda ofrecer- fue la figura de la final de la Copa del Rey en la que su Barcelona apabulló a Sevilla. Le puso su impronta de artista a ese 5-0 que retrató las diferencias entre uno y otro.
Hizo un golazo: el segundo del equipo, tras un taco memorable de Jordi Alba. Ofreció dos asistencias: la primera, una delicia de la precisión, para que Luis Suárez marcara el 3-0; la segunda para que se luciera Andrés Iniesta, el otro Rey de la noche maval drileña. Y tuvo un gesto que también cuenta su rol de líder: más allá de su disputa por el Botín de Oro, le cedió un penal a Philippe Coutinho para que decorara la goleada. Una actuación colosal por donde se la aborde.
Sólo le faltó participar del primer tanto, esa obra maestra del contraataque: saque larguísimo del arquero Jasper Cillessen (el titular en la Copa del Rey, en lugar de Marc-André Ter Stegen), toque de Coutinho, definición de Suárez, solo, desde abajo del arco. De área a área en apenas segundos. Pura contundencia. Y también revelación: los reyes del fútbol de posesión también saben hacer goles con tres toques.
No hubo equivalencias entre un ri- y otro. Desde que el Barcelona se puso 1-0, a los 13 minutos, se sabía que iba a alzar su cuarta Copa del Rey consecutiva. Desde que Messi anotó el segundo, a la media hora, se adivinaba con facilidad que el desenlace sería una goleada. Cuando el equipo de Ernesto Valverde juega así -y no como en la durísima eliminación en los cuartos de final de la Champions League frente a la Roma- sus victorias suceden con naturalidad, como una consecuencia previsible o inevitable.
Y una de las principales diferencias, como tantas veces, como casi siempre, fue Messi. Imparable cuando se lo propuso, goleador cuando tuvo la chance, estratega cuando el de- lo requería. Justo en el día en el que alcanzó su título 31 vestido de blaugrana. Completito.
Y, mientras se luce, sigue resucitando nombres desde el bronce de la historia para alcanzarlos o para superarlos. Ahora -otra vez- se las agarró con el vasco Telmo Zarra: como aquel mítico jugador del Athletic de Bilbao, Messi ya convirtió goles en cinco finales de la Copa del Rey. Es el mismo que aún lo supera en un rubro: el de la cantidad de Trofeos Pichichi. Seis a cuatro. Se sabe: por ahora...
Este Messi devastador es lo mejor que puede ofrecer la Selección en la Copa del Mundo que se asoma en Rusia. ¿Casi lo único? Cuanto menos, la principal preocupación de cada rival de la primera ronda (Islandia, Croacia, Nigeria) y la única garantía para el entusiasmo de una consagración como la del 78 o la del 86. O de una final como la del 90, al menos. Pero, se sabe, el fútbol es un deporte colectivo...
Verlo ahí, en los festejos del Wanda Metropolitano de Madrid, abrazado a sus compañeros, feliz con Iniesta, con Busquets, con Piqué, con todos, resulta un incentivo. Para él. Para Jorge Sampaoli, quien estaba en el estadio. Para cada hincha que se aferra a su majestuoso fútbol como ese pibe que todavía cree en superhéroes que lo pueden rescatar.
Porque en definitiva, ese número diez que gambetea, que resulta capaz de agregarle precisión a su velocidad supersónica no es otra cosa que esa representación del muchachito capaz de todo. En el Barcelona, acompañado por socios inmejorables. En la Selección, a veces tan solo. Pero siempre Messi.
Esta semana haré pública mi decisión. Está un poco clara y lo que nos hace felices son los días como hoy. Todo funcionó bien desde el arranque”. Andrés Iniesta El volante se retiró llorando Messi es el mejor, pero Iniesta es el jugador más importante e irrepetible. Marcó una época, tiene contrato indefinido y sé que hay ofertas pero Barça es el club de su vida”. Josep Bartomeu Presidente de Barcelona