Los rusos, de los tanques de guerra a los monopatines
Los cambios de un sitio emblemático.
En la Plaza Roja caben tres canchas de fútbol. Conté los pasos, 340 a lo largo y 80 a lo ancho, las medidas reglamentarias de tres campos de juego. Encima acaban de montar dos tribunas, una a cada lado del Mausoleo de Lenin, con butacas rojas, azules y blancas, colores de la bandera rusa.
Parece todo listo para un partido, a tan pocos días para el Mundial y cuando empiezan a llegar las principales selecciones, pero el palco se armó para la celebración patriótica del Día de Rusia, el próximo martes, con la presencia de Vladimir Putin.
Alcancé a pasar por un pasillo de vallas antes que cerraran el paso entre el edificio rojo del Museo Estatal de Historia, inaugurado por el zar Alejandro III, y la Catedral de San Basilio, construida por Iván el Terrible para conmemorar la conquista de Kazán, posible sede de la Selección Argentina si avanza de ronda.
En el centro exacto de la plaza, un hincha uruguayo cebó mate y una chica de unos 25 años, con traje de sastre, nos pasó por al lado a toda velocidad con un monopatín, transporte más usado aquí que la bicicleta y más útil para escapar del caótico tránsito de la ciudad. Se ven aquí monopatines de juguete para chicos, de aluminio para adultos y electrónicos para jóvenes que pasan por el empedrado del lugar de coronación de los zares como imparables torpedos.
“Pensar que acá desfilaban tanques de guerra”, recordó el ceba- dor oriental, que se quedó con las ganas de ver el cuerpo embalsamado de Lenin, porque su mausoleo estará cerrado hasta nuevo aviso, por las fiestas nacionales. Esa mole de mármol y granito quedó apretada entre las dos tribunas hasta el comienzo del Mundial. Imposible ya que en la Plaza Roja aterrice un avión Cessna como en 1987, cuando un adolescente piloto alemán cometió la travesura, pero pagó con 400 días de prisión. Ahora, las fuerzas de seguridad cuidan que no vuele ni un drone, prohibido por ley. Vendedores de sonajeros transparentes gigantes, con un juego de luces en el interior, se mezclan con mochileros de Perú que llegaron tras la habilitación de Paolo Guerrero, periodistas de Colombia y utileros iraníes.
De repente, aparece un hombre de Villa Cañas en bata de seda albiceleste y saca una bandera argentina con la cara del Papa, de Messi y de Mirtha Legrand. Y hasta un grupo de mujeres chinas concentradas en romper el récord planetario de selfies, dejan todo cuando ven una camiseta que dice “Maradona”.
En el Centro Comercial GUM, el shopping que está a un costado de la Plaza Roja, se vende la camiseta de Messi autografiada por 48 mil pesos
argentinos. Es el lugar más caro de Moscú, está decorado con motivos mundialistas y los clientes tienen que pasar por un detector de metales para poder entrar. La librería más cercana vende figuritas y a un costado del Museo de Historia se ofrecen matrioskas con la cara de Lionel Messi.
Nadie pasea por aquí con sus perros o sus gatos, porque está mal visto. Osvaldo Soriano, siempre atento a los mundiales, aunque fueran inventados, hubiese puesto el grito en el cielo.