Clarín - Deportivo

Asunto de Estado: una historia que envuelve a Stalin, Messi y Perón

La casa. Donde se come asado y se habla de fútbol.

- Pablo Calvo pcalvo@clarin.com

Fue por el enigmático dictador soviético Josef Stalin, uno de los bolcheviqu­es que impulsó la Revolución de Octubre en 1917, que hasta el día de hoy existe un lugar reservado, a 20 minutos de Moscú, donde se come asado y se habla de fútbol como en el conurbano.

Es una dacha, una casa de campo situada en la Isla del Bosque Plateado, habitada por pájaros y ardillas y visitada por bailarines de tango y tomadores de vino tinto argentino.

El oasis fue cedido por Stalin al gobierno argentino de Juan Domingo Perón el 13 de febrero de 1953, cuando el entonces embajador Leopoldo Bravo se presentaba formalment­e ante la autoridad soviética.

Bravo, sanjuanino, tuvo la tarea de explicarle a Stalin qué era el peronismo, y esa charla le comentó que estaba un tanto abrumado por el ruido moscovita.

De inmediato, Stalin ordenó asignarle un lugar más apacible a la representa­ción diplomátic­a argentina. Los funcionari­os comunistas enseguida la consiguier­on: una casita de madera, con un living para reuniones y ventanas a la naturaleza, en un parque de unos 5.000 metros cuadrados.

¿Por qué tanta generosida­d? Stalin sentía curiosidad por la personalid­ad de Evita, que había muerto poco antes, con una trascenden­cia emocional que llegó a Rusia. El culto a la imagen, los movimiento­s sociales, las masas, eran temas que despertaba­n la atención del entonces Presidente del Consejo de Ministros de la Unión de Repúblicas Socialista­s Soviéticas (URSS).

Pero Evita era su tema argentino favorito: su relación con el pueblo, su carisma, las ovaciones que recibía en los estadios. Stalin parecía sentirse cómodo con su interlocut­or sanjuanino y le preguntaba de todo, qué idioma hablaban en Buenos Aires, en qué aspectos del intercambi­o comercial entre Argentina y Rusia se podía progresar y si nuestro país era independie­nte, según la reconstruc­ción que se hizo en base a documentos desclasifi­cados.

Archivos periodísti­cos consultado­s por Clarín sugieren también que el jefe soviético (que en ese momento dibujaba lobos en un papel) quería que Boca Juniors jugara un partido a Moscú.

Lo cierto es que a los pocos días de informarse sobre la Argentina, el 5 de marzo de 1953, Stalin se murió. Y la Embajada se quedó con la casona de troncos, organizó allí locros y asados, convocó a los 800 residentes argenti- nos en Rusia los días patrios y realizó maratones deportivas con

Lionel Messi en el afiche que distribuyó por redes sociales.

La diplomacia argentina ocupó y cuidó la dacha hasta hoy. Pero desde hace un tiempo, el organismo ruso encargado de administra­r los inmuebles diplomátic­os

reclama la propiedad, cuyo préstamo, según ellos, venció el año pasado. La zona se fue poblando de magnates rusos y el metro cuadrado multiplicó su precio.

Los actuales funcionari­os de la representa­ción argentina no han querido hasta ahora mostrar el lugar a los periodista­s enviados a la cita mundialist­a.

Están enfocados en los 30 mil argentinos que viajaron a Rusia para el Mundial y en atender a los miembros de la administra­ción Macri que vinieron a promover la candidatur­a de la Argentina, Uruguay y Paraguay para la realizació­n de la Copa del Mundo en el año 2030.

En tiempos normales, se ver allí partidos de fútbol, se hacen lomos a la parrilla y también se disfrutan mundiales, cuando son en otros países.

Dentro de la casona hay un busto de Stalin y otro de Perón. Ninguno de Messi, por ahora.

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Argentinos. Con San Basilio de fondo. Desconocen­te la historia secreta de los tiempos stalinista­s.

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