Clarín - Deportivo

CR7 quiere igualar a Eusebio, aquel portugués que es leyenda

La Pantera fue máximo goleador en el Mundial de Inglaterra. Cristiano hizo hasta ahora todos los de su selecciona­do.

- Waldemar Iglesias wiglesias@clarin.com

Cristiano Ronaldo sonríe después del único gol del partido frente a Marruecos, en el Luzhniki Stadium de Moscú, con ese mismo gesto cuidado que parece acompañarl­o cada vez que se muestra al mundo. No deja espacio para la discusión. Dos partidos, cuatro goles. Un promedio sólo aceptable en los tiempos de Guillermo Stábile en el Mundial de 1930 o de Just Fontaine en 1958. Luce intenso, bravo. Tal vez obsesionad­o con más récords, con la gloria entera a sus pies.

Su gol para la primera victoria del Portugal campeón de Europa, ahora en esta Copa del Mundo, fue el único destello en la oscuridad de un partido feo. A CR7 le alcanzó para que la FIFA

-otra vez- lo eligiera como El Jugador del Partido. Otro premio. Uno más de la constelaci­ón de estrellas que le brillan en el palmarés personal.

Pero el archirriva­l de Messi va por más. No se frena. Es el detalle en el que más se parece al crack rosarino: es un acaparador de historia en tiempo presente. Ya se transformó en el segundo máximo goleador de seleccione­s, tras superar al inmenso Ferenc Puskas. Sí, ese hombre que le pone para la FIFA su nombre y su apellido al mejor gol de cada año. Ahora sólo tiene por delante al llamado Alí Daei. Antes, en lo inmediato, tiene la posibilida­d de ser el portugués con más goles en Copas del Mundo. Eusebio sólo hizo dos más que él. Cuenta Luca Caioli en su libro “Cristiano Ronaldo, historia de una ambición sin límites” que el más famoso de los portuguese­s era una suerte de niño llorón ante la derrota. No sabía ni sabe perder. Era y es un adicto al triunfo. A Cristiano le fastidiaba­n las derrotas. Y hasta ocasionalm­ente prefería no jugar antes que perder. Aquel pibe que sólo concebía ganar es este hombre que, a los 33 años, se anima a lidiar con el bronce de Eusebio,

instalado para siempre. El papel, escrito a mano por un anónimo, lució hasta que se lo llevó el tiempo en la estatua a Eusebio, en los accesos del estadio Da Luz, de Lisboa. Decía una sola palabra grande en letras negras:” Obrigado” (gracias). No importaba quién la había escrito; era un mensaje de todos los que lo

vieron jugar. En el tributo para siempre el mejor futbolista de Portugal - hasta la llegada de este CR7 que le discute el pedestal- aparece pateando una pelota. Muchos cuentan que se basaron en una escena del Mundial de 1966, cuando La Pantera fue el más valioso de los futbolista­s y el máximo anotador. Ese Botín de Oro que ahora busca Cristiano.

A Eusebio -además de la gratitud de la gente- lo definen los números y los laureles. La Federación Internacio­nal de Historia y Estadístic­as del Fútbol lo ubica en el top de los mejores jugadores del Siglo XX; convirtió más de 500 goles, con un promedio de 0,88 por encuentro. Era todo lo que uno de sus apodos contaba: La Perla de Mozambique. Al escritor Eduardo Galeano le alcanzaron un puñado de frases para definirlo: “Nació destinado a lustrar zapatos, vender maníes o robar a los distraídos. De niño, lo llamaban Ninguém, nadie, ninguno. (...) Fue un africano de Mozambique el mejor jugador de la historia de Portugal. Eusebio: altas piernas, brazos caídos, mirada triste”. Ahora, un muchacho nacido en el territorio insular de Madeira corre tras sus pasos. Está obsesionad­o con alcanzarlo.

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AP Centro de las miradas. Los fotógrafos le gatillan, las chicas lo admiran, los pibes sueñan con imitarlo, los grandes lo disfrutan. Por ahora, Ronaldo es la figura del Mundial.

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