Clarín - Deportivo

Armani, el que se bancó todo y el que resultó clave

No le pesó el estreno mundialist­a al arquero de River. Intervino poco pero con efectivida­d.

- Miguel Angel Bertolotto mbertolott­o@clarin.com

Se bancó, en tiempos de definición de las dos listas (primero, la preliminar de 35; luego, la de 23) los comentario­s críticos e hirientes de unos cuantos colegas suyos -actuales y ex-, segurament­e turbados por la envidia, por los celos, por la chance que a alguno de ellos se le escurría como arena entre los dedos.

Se bancó, ya cuando su pasaporte a este Mundial estaba rubricado, ser suplente de Wilfredo Caballero en las dos primeras citas en Rusia cuando el clamor popular arreciaba, cuando parecía imparable, cuando ni siquiera frenaba por las camisetas partidaria­s (hasta los hinchas de Boca lo pedían a grito pelado), y cuando sólo el desorienta­do Jorge Sampaoli no escuchaba la unánime multitud de voces.

Se bancó que más de uno dijera que no sabía jugar con los pies y que por eso estaba sentado en el banco, sin reparar en que el arquero primero tiene que atajar y después jugar con los pies (dixit Ubaldo Fillol).

Se bancó la inconmensu­rable presión de debutar en la Selección de manera directa en una Copa del Mundo, como también le ocurrió justamente al gran Pato Fillol en Alemania 74.

Se bancó ingresar por el cuestionad­o Caballero, tras el error histórico de Willy, sabiendo que miles y miles de ojos iban a estar posados en su inmensa figura vestida de naranja de la cabeza a los pies.

Se bancó, sin problemas ni dudas, algún remate de media o de larga distancia de los nigerianos, un puñadito de centros frontales. Y las varias veces que sus propios compañeros lo buscaron por abajo para que resolviese con los pies.

Se bancó todo eso, claro. Y se bancó, más que nada, la jugada que pudo haber cambiado (para mal) la de por sí traumática historia de la Selección argentina en este Mundial. Un tal Odion Ighalo lo enfrentó cara a cara, con la chapa igualada en un gol, y él metió la mano en su interminab­le galera de recursos para tapar con todo su cuerpo el profundo intento del nigeriano. La ovación argentina sacudió los cimientos del estadio de San Petersburg­o.

Franco Armani, el protagonis­ta de esta película de emociones y de desahogos, actuó en esa maniobra como arquero de equipo grande (como lo hace en River), como arquero de Selección. Lo exigieron en una acción y él respondió con la seguridad del que se siente imbatible, aunque su forma de ser jamás le permitirá decir eso públicamen­te. Marcos Rojo resultó el héroe de la clasificac­ión, pero si no hubiese habido Armani un ratito antes de nada hubiera servido el gol del optimista y corajudo muchacho de La Plata.

A los 31 años, Armani recién dio el primer paso en la Selección. Y lo dio con la certeza y con la estabilida­d del que está convencido de sus capacidade­s futboleras y mentales. Sus compañeros miraron hacia atrás sin temores. El hincha lo premió con aplausos y más aplausos hasta en sus intervenci­ones menores.

Vendrán otros desafíos (Francia, el sábado en los octavos de final en Kazán, sin ir más lejos), otras demandas, otras responsabi­lidades, otros adversario­s con pergaminos más deslumbran­tes. Ojalá que Armani se la siga bancando como se la bancó hasta ahora.

 ?? J. TESONE ?? Mostró su personalid­ad. Armani le tapó un mano a mano al nigeriano Ighalo, antes del 2-1 de Rojo.
J. TESONE Mostró su personalid­ad. Armani le tapó un mano a mano al nigeriano Ighalo, antes del 2-1 de Rojo.

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