San Lorenzo ya no puede aguantar ni siquiera sacando dos goles de diferencia
Sin hacer mucho, el equipo de Biaggio ganaba cómodo, pero Lanús se lo empató. Los de Boedo, mientras se rearman, no encuentran una línea definida y su gente perdió la paciencia.
No se aguanta San Lorenzo. La gente se inquieta, se fastidia y se resigna con lo que ve de su equipo. Entienden los hinchas que este miércoles, ante Nacional de Uruguay, por la Copa Sudamericana, volverán como peregrinos a buscar algo que saben que es difícil que aparezca. Por eso los silbidos del final para despedir al equipo, después de aguantar 90 minutos bajo la lluvia y el frío que les devolvió el domingo, tuvieron más que ver con un crédito agotado que con el 2 a 2 ante Lanús.
No se sostiene la paciencia en Boecar, do porque el reinicio de la competencia oficial les devolvió un equipo que luce desangelado, sin rasgos claros ni una idea madre. No hay identidad, más allá de los resultados (dos derrotas, dos empates y un ajustado y polémico triunfo ante Racing de Córdoba por la Copa Argentina en el semestre). Ni siquiera se trata de una estrategia equivocada: se hace difícil reconocer una. San Lorenzo juega a bus- como se pueda, el oportunismo de Blandi. No ataca en bloque, no mecaniza movimientos y tampoco ofrece solidez en esa defensa que padeció a Lautaro Acosta por el sector de Salazar, a Ribas cuando se metió entre los centrales y que sufrió la pelota detenida. San Lorenzo ni siquiera se aferró al guiño del destino, que le había regalado un 2 a 0 momentáneo sin haber hecho mucho. Terminó mirando de reojo el punto porque Lanús tuvo chances claras para ganarlo.
Biaggio apuntó a “cambiar la mala onda” y reiteró que “es un equipo en formación, hay buenos jugadores para mejorar y nos llevamos sensaciones positivas de este partido”. Tampoco luce enfocado el DT desde el discurso. El estreno de Poblete sumó oxígeno y músculo en el medio, es cierto, pero la búsqueda de elaboración se terminó siempre ahí, en el círculo central. Más allá del gol y de unas pinceladas en la segunda etapa de Botta, los creativos que puso el Pampa no crearon y nunca le llegó compañía a Blandi, un incansable gladiador que exprime cada pelota. El juez le anuló una jugada que terminaba en gol en la que no se percibió ninguna infracción. Luego, de primera y un pasito en off side, había puesto una ventaja que sus compañeros no pudieron defender. Toda ilusión de gol pasa por él porque de a ratos, San Lorenzo parece jugar improvisado. Un ejemplo de la primera etapa lo ilustró: una pelota detenida se pensó y se movió para que terminara en un centro a dividir para Barrios, el más bajito del plantel.
Lejos, muy lejos de los equipos que hace un año jugaban por los cuartos de final de la Libertadores, San Lorenzo se aprovechó de los graves desacoples defensivos de Thaller (salvó la noche con su gol) y Garcia Guerreño, la dupla central visitante, para empezar a ganar un encuentro que lo mostró replegado en su campo, agazapado, como esperando errores ajenos en lugar de propiciar sus propias virtudes. De ahí las dudas que surgen en función de saber si San Lorenzo no quiere jugar distinto o si no puede.
Del otro lado, los de Carboni ofrecieron un libreto que mostró que Lanús ya no es el de la última década. Ese equipo que se plantaba en cualquier escenario a imponer condiciones no está. Tiene otros actores, claro, e incluso el mediocampo hace meses era el titular en la Reserva. A Belmonte, Maciel, Moreno (luego Lodico) se les reconoce el ADN del club, pero les falta roce. Por eso termina dependiendo del contagio de Acosta y de la buena tarea de su nuevo nueve, Ribas, quien convirtió y también se bancó de espaldas al arco a Gonzalo Rodríguez.
A futuro, Lanús deberá entender que su defensa (con Sara desde el arco y Di Placido, la sorpresa en la lista de la renovada Selección) no puede dar tantas ventajas en este nivel. El grito al cielo de Carboni pidiendo una a su favor tras el disparo en el palo de Lodico evidenció que al DT las cosas le costarán el doble. Pero al menos se fue del Nuevo Gasómetro con la ilusión de haber encontrado el camino. San Lorenzo, ni siquiera eso.