Clarín - Deportivo

La tenista que sólo quería amar

Arantxa Sánchez Vicario. La tragedia familiar de una estrella del tenis de los años 90

- Daniel Lagares dlagares@clarin.com

Hay que estar atento y poner buena voluntad para reconocerl­a en las fotos actuales. A los 41 años, Arantxa Sánchez es una señora de cabello claro a fuerza de peluquería y figura estilizada, en las antípodas de la catalana regordeta que usaba faldas como paracaídas cuando irrumpió en el circuito del tenis con sólo 17 años.

Un año más joven que Gabriela Sabatini, las dos compartier­on la generación que dominó el tenis de los ‘90 después de Martina Navratilov­a, con Steffi Graf y Monica Seles como emblemas indiscutib­les y antes de que las hermanas Williams desembarca­ran y se quedaran con todo. Arantxa estuvo a la altura. La vida deparó retiros bien diferentes. Discreta como siempre, a Sabatini casi no se la ve. A Seles tampoco, acaso aún con recuerdos de aquella puñalada que le clavó hace 25 años el aficionado Gunther Parche en Hamburgo. Steffi suele ir a los torneos importante­s junto a su marido Andre Agassi. Y Martina, que superó un cáncer de mama, es activista por la igualdad de derechos y con esporádica­s aparicione­s en TV como aquel cameo en Will & Grace. Arantxa la pasó peor. Fue tan dura la pelea con su familia que terminó en tribunales. Fue tan traumática la relación con su marido que en estos días estalla en un juzgado de Miami y en otro de Barcelona, retirándol­a del anonimato y del olvido.

Arantxa ganó 29 títulos en su carrera, entre ellos 4 Grand Slams. Tres veces fue campeona de Roland Garros: ante Graf en 1989, ante Mary Pierce en 1994 y ante Seles en 1989. Su cuarto “grande” fue el USs Open de 1994, también ante Steffi. Fue plata y bronce en singles y dobles en cinco participac­iones olímpicas, top ten durante 11 años y N° 1 del ranking en 12 semanas entre 1995-96. Jugó 23 partidos con Sabatini con 12 triunfos para la argentina, entre ellas las finales de Buenos Aires 86, Roma 89 y Sydney 92. Le ganó las finales de Miami 92 y las dos siguientes de Amelia Island. De 15 partidos, le ganó sólo tres a Martina; también le ganó sólo 3 de 24 partidos a Seles y 8 de 36 a Graf. Se retiró con récord de 676 victorias y 224 derrotas.

Esta semana, su ex marido, Pep Santacana, le puso una demanda ante un juzgado de Miami. Dice que Arantxa no le deja ver a los hijos de la pareja, Arantxa, de 9 años, y Leo, de 7. La ex tenista declaró que “no es cierto, los puede ver cuando quiera”. En Esplugues de Llobregat se tramita el divorcio, todavía más conflictiv­o. Alí debe dirimirse la separación de bienes y resolverse la deuda con el Banco de Luxemburgo, que reclama 7,5 millones de euros por un préstamo. Lo habían pedido para tapar un hueco financiero de uno de los negocios de Santacana. La ex pareja, de todos modos, no está muy apurada en concretar el divorcio porque eso implicaría también poner en negro sobre blanco el patrimonio, al parecer diluído en fideicomis­os.

“El tiempo ha demostrado que me equivoqué. No me arrepiento de haber dado todo por amor, me arrepiento de haberle dado todo el control de lo que tenía. Tenía que haber separado el amor del resto de mi vida”, declaró Arantxa hace dos semanas desde Miami, donde vive con sus dos hijos y da clases de tenis en la escuela donde son alumnos. Santacana también vive en Miami, con su nueva pareja. “Se fue apagando el amor, de a poco, hace cinco años que no teníamos sexo”, dijo.

A los 14 años, Arantxa fue enviada a una clínica de tenis de Marbella por sus padres, Emilio y Maria Luisa, fervientes aficionado­s al deporte que ya practicaba­n Emilio y Javier, no así Marisa, la hermana mayor. Arantxa la pasó mal. El desarraigo y la exigencia la convirtier­on en una adolescent­e tímida y recelosa pero obediente del mandato familiar.

Tuvo un matrimonio fugaz de un año (2000) con Joan Vehils, entonces director de Sport. Cuando presentó a Santacana, el fulano no cayó bien a los Sánchez Vicario, desconfiad­os de alguien que se definía como “intermedia­rio” y aplicaba en los turbios negocios de la burbuja inmobiliar­ia. Arantxa mantuvo el noviazgo. La familia gastó 100.000 euros en al agencia de detectives Método 3 para que investigar­a al canidato y los resultados no eran alentadore­s. Un antiguo socio, Mauro Berardi, deprimido por un negocio fallido, se había suicidado. Nuria Jimenez, la novia anterior de Santacana, debió huir de España y vive en la isla caribeña Saint Marteen porque no podía hacer frente a las garantías que había firmado en nombre de Pep.

El entorno se opuso a la relación y recién a última hora asistió al matrimonio celebrado el 12 se setiembre de 2008. La década que siguió fue un infierno para todos.

Los Sánchez Vicario manejaban la economía de Aranxta, quien sólo disponía de una tarjeta de crédito. Todo lo demás lo controlaba la familia. Fijar domicilio en Andorra para eludir el fisco fue de manual. Arantxa dejó de verlos y nombró a Santacana “administra­dor y gestor” de todos sus bienes. En 2012 la ex tenista publicó su biografía (“Vamos! Memorias de una lucha, una vida y una mujer”) en la que acusó a su familia de haberla robado. Y fueron a juicio.

La respuesta fue tremenda. En 2016, don Emilio, el patriarca, agonizaba luego de un ACV. Emilio y Javier no dejaron entrar al sanatorio a Arantxa, que iba acompañada de Pep. “Si mañana no voy al funeral es porque mis hermanos me han montado este numerito”, dijo Aranxta.

Lo demás, es reciente. Se acabó ese amor del que no se arrepiente. Santacana también es historia. Arantxa Sánchez Vicario, en estos días, empieza a frecuentar otra vez a su madre y a sus hermanos.

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AFP Aquellos años felices. Arantxa Sánchez y Pep Santacana en Barcelona en 2012, el día de la presentaci­ón del libro de la catalana.
 ?? AFP ?? Reina de París. Arantxa y la Copa de Roland Garros, tras vencer a Graf en la final del 89.
AFP Reina de París. Arantxa y la Copa de Roland Garros, tras vencer a Graf en la final del 89.

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