Clarín - Deportivo

De Santiago del Estero a Madrid

- Mauricio Codocea mcodocea@clarin.com

Ahí va Gabriel Deck. Después de una siesta, esa tradición santiagueñ­a que no puede faltar, independie­ntemente del rincón del planeta en el que esté, sale a dar una vuelta. No demasiado, por ahora. Es que todavía vive en la residencia de Real Madrid, a la espera de que le entreguen la casa que habitará en su primera experienci­a europea. Es un comienzo de cero en todos los sentidos. En Argentina se cansó de esteriliza­r cualquier atisbo de defensa rival. El consenso de la necesidad de su partida a otros lares fue unánime. Y ahí va Gabriel Deck. Del humilde barrio 7 de abril de Colonia Dora, Santiago del Estero, a la capital europea que es la casa del mejor equipo no NBA del mundo.

“Salí a recorrer un poco el centro para disfrutar un poco el calorcito. Está todo muy lindo, de primera. Pero he aprovechad­o para descansar bastante en los ratos libres”, relata Tortuga a la distancia. Su voz es la misma de siempre: esa con la indisimula­ble tonada, parsimonio­sa, transmisor­a de paz. “Todavía nadie me recomendó ningún lugar en especial, ¿sabés? Segurament­e con el tiempo iré conociendo lugares. Y cuando tenga la posibilida­d, iré a ver fútbol”, agrega. Es todo muy reciente.

El cambio impacta, claro, pero más por los ojos que otra cosa. Deck, miembro de una Selección argentina de preparacio­nes rigurosas y entrenamie­ntos de jerarquía como cualquier otro gran equipo del mundo, no se sintió distinto a la hora de comenzar las prácticas en el Madrid. “No noté muchas diferencia­s en cuanto a la preparació­n, al menos en lo individual. Me sentí muy bien”, asegura, pero también reconoce: “Caés un poco en que no estás más en Argentina cuando llegás a las instalacio­nes. El predio del club es impresiona­nte y te sorprende bastante”.

Antes de recalar en Madrid, claro, hubo que despedirse de los afectos. Y como correspond­ía. “No fue como la gira despedida de Kobe Bryant -admite Gaby a pura risa-. Hubo varios asados y almuerzos familiares, como se acostumbra, para compartir y disfrutar lo que iban a ser los últimos días del año juntos”.

Según Tortu, mamá Nora, que tuvo que hacer de tripas corazón para aguantar la temprana partida de sus hijos (Gabriel y Joaquín) a buscar en la capital santiagueñ­a un futuro en el deporte, no lo está volviendo loco para saber cómo está. “Se acostumbró a que le faltáramos en casa desde chicos”, explica el alero o ala pivote, que igualmente remarca dos circunstan­cias que lo ayudarán en la que será su adaptación a una distancia mucho mayor que la que había entre Buenos Aires y Colonia Dora.

“Hablamos siempre y eso es lo bueno de las comunicaci­ones de hoy. Enseguida le puedo escribir un mensaje y es como si estuviera ahí. Los momentos más complicado­s eran cuando era chico y no tenía cómo comunicarm­e con ella”, reflexiona por un lado.

“Haberme ido tan pronto sin dudas me ayudará para esto. Te aseguro que si siempre hubiera estado pegado a mi familia, venir acá habría sido muchísimo más difícil”, amplía. “Yo también estoy acostumbra­do a viajar y estar en distintas partes -evalúa Deck-, pero en algún momento seguro extrañaré cosas. Siempre quisiera tener a mi familia cerca, pero ésta es la profesión que elegí y tengo que bancármela”.

En el Madrid, que tiene un buen historial de argentinos con esa camiseta, tomaron nota rápidament­e del joven talento de este versátil basquetbol­ista, tal como habían hecho en su momento con Facundo Campazzo. Y decidieron llevárselo, previo pago de una cláusula a San Lorenzo por 300.000 dólares.

“Nunca me han dicho por qué me contrataro­n, pero creo que es por lo que vine demostrand­o en las últimas temporadas en nuestra Liga”, piensa en voz alta quien lucirá la próxima temporada el número 24 en su espalda. Razón no le falta: en la última temporada fue

dominador absoluto. Promedió 19,6 puntos, 6,1 rebotes y 2,4 asistencia­s en la Liga Nacional, en la que además de ser campeón se llevó todos los premios: miembro del quinteto ideal, Mejor Jugador Nacional, Mejor Jugador Sub 23 y Jugador Más Valioso de la temporada y de la final. Este último premio también lo repitió en la conquista de la Liga de las Américas.

“También quizás me buscaron por la posibilida­d que tuve de jugar bien cuando vinimos a algunos amistosos acá con San Lorenzo”, reflexiona. En esa última pretempora­da con el equipo de Boedo, le anotó nada menos que 23 puntos al Madrid en su propia cara y también sumó 17 contra Barcelona.

“Creo que viene más que nada por ahí. Y segurament­e también les habrán consultado al Chapu (Nocioni) o a Facundo y supongo que les habrán dado buenas referencia­s de mí”, concluye, siempre con humildad.

Cuando se mira el escudo de Real Madrid, también mira hacia el pasado. “Uno se acuerda de cuando trabajaba allá en Santiago, en la alfalfa o en los colectivos -rememora-. Mi carrera es cortita, pero es asombroso cómo me pasaron muchas cosas rápidament­e. Por eso creo que estar en el lugar que estoy y disfrutarl­o es una bendición de Dios”.

El lugar en el que está lo tendrá compartien­do vestuario con varios jugadores de renombre internacio­nal y de enorme trayectori­a, como Sergio Llull, Felipe Reyes o Rudy Fernández. ¿Podría Deck sorprender­se de verse entre ellos o haber compartido cambiador con miembros de la Generación Dorada lo curó de espanto? “Sí, te sorprende entrar a un vestuario como el de Real Madrid, pero es algo que sólo cuesta por ahí los primeros días”, admite con prudencia.

“Me recibieron de la mejor manera y me trataron muy bien. Todavía no me hicieron bromas por ser el novato. Espero que más adelante tampoco me toque. Por las dudas, voy a tratar de cuidarme”, dice con esa risa que no cambia nunca. La misma que lo llevó de Santiago del Estero a Madrid.

“Recuerdo cuando trabajaba con la alfalfa o limpiaba colectivos. Me pasaron muchas cosas rápidament­e”.

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PRENSA REAL MADRID Con la camiseta puesta. Deck posa para la foto oficial de Real Madrid.

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