Clarín - Deportivo

El tenista que ataja penales fue una muralla invulnerab­le

- Sergio Danishewsk­y sdanishews­ky@clarin.com

No pudo ser. Y no porque no lo intentara. Juan Martín Del Potro se encontró con una versión de Novak Djokovic demasiado parecida a la mejor que el serbio es capaz de ofrecer. Y ante semejante tenista no había demasiado por hacer en el estadio Arthur Ashe.

Como ese arquero que, un poco por intuición y mucho por sabiduría, elige y acierta en la definición por penales, Djokovic le añadió una faceta adicional a su tenis implacable: una admirable lectura del juego del rival. Delpo lanzó decenas de veces un mandoble de esos que no tienen respuesta y del otro lado estaba Djokovic, en el mismo lugar al que iba la pelota, para responder como si nada.

Ese detalle resultó decisivo en una batalla táctica que se presu- mía cerrada y pareja. Y que lo fue, de todos modos. Ese atributo del serbio fue generando sensacione­s encontrada­s a uno y otro lado de la red. En un caso, para ir edificando un dominio estratégic­o, una muralla invulnerab­le. En el otro, para ir acumulando impotencia.

Sólo hay tres tenistas capaces de responderl­e a Delpo tantas derechas como haga falta. Uno es Andy Murray, hoy más preocupado por su salud que por volver a los primeros planos. Otro, claro, es Rafael Nadal, al que la rodilla derecha sacó oportuname­nte del camino del tandilense. El restante, siempre que esté en su mejor forma, es Djokovic. Y exactament­e así lució en la final, con lo que obligó al argentino a buscar los flejes con los riesgos que ello implica.

Esa bola que ganó Nole en el cuarto game del tercer set, trayendo seis, siete tiros ganadores del rival, marcó el principio del fin. Hubo un arresto final del tandilense, que quebró para 2-3 e igualó enseguida. No alcanzaría para revertir la tendencia.

¿Que Delpo no tuvo uno de sus mejores días? No fue el caso. Más bien pareció pegar como siempre. Sólo que del otro lado habitaba el mejor

Djokovic, un jugador que si normalment­e es astuto, sólido y con escasas fisuras, sacó a relucir esta vez una versión mejorada de sí mismo, bien parecida a la que un par de años lo convirtió en invencible.

El 14-4 a favor del serbio como resumen de los 18 choques anteriores paseó su sombra por Flushing. Un tenista imperturba­ble, un hombre que –como Delpo- sabe lo que es salir de escena y volver con más fuerza, se plantó en la cancha central y le puso el pecho a las balas.

Sufrió saques ganadores y derechas letales. Pero impuso su juego de ángulos, devolucion­es de revés y cambios de ritmo. Y terminó festejando. La enorme estatura del rival, ese Del Potro conmovedor y valiente, no hace más que agigantar el valor de la conquista del flamante número 3 del mundo. El tenista que ataja penales lo hizo de nuevo.

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