Clarín - Deportivo

La intimidad del día inolvidabl­e de los chicos tailandese­s que volvieron a vivir

Clarín compartió la jornada con los adolescent­es que fueron rescatados de una cueva en su país y que ayer jugaron al fútbol en el Monumental y se encontraro­n con Thomas Bach.

- Mauricio Codocea mcodocea@clarin.com

F ueron 17 días de angustia. De incertidum­bre. De silenciosa desesperac­ión. De oscuridad. De hambre y de sed, apenas engañada por las gotas que se escurrían por las grietas y podían tomar. Y de la única certeza: se tenían los unos a los otros. Doce chicos y un entrenador tailandese­s vivieron lo peor cuando hicieron un recorrido habitual a la cueva Them Huang Nang Non, en un corredor montañoso al norte de su país. Esa cueva que los raptó durante más de dos semanas.

Estaban a 4.000 metros de la salida a la salvación y el mundo se mantuvo a la expectativ­a. Del 23 de junio al 10 de julio, día en que salió el último grupito, sólo sus mentes y sus corazones saben lo que pasó por sus cuerpos. Ahora que la vida les fue devuelta, sólo queda disfrutarl­a. Y eso hicieron en un domingo inolvidabl­e, durante el cual Clarín los acompañó en el contexto de los Juegos Olímpicos de la Juventud.

Eran las 9.42 cuando sus ojos brillaron al bajar del micro que los llevó al Monumental. Los acompañaro­n sus padres y miembros del Comité Olímpico de su país. En total, una delegación de 37 personas.

Entraron por la puerta del Museo de River y fueron recibidos por el presidente

Rodolfo D’Onofrio y por Horacio Rodríguez Larreta y Diego Santilli, jefe y vicejefe de Gobierno porteños. Un guía del museo les dio la bienvenida en inglés y ellos sonrieron ante cada detalle, traductora de por medio.

Clarín, además del Canal Olímpico, era el único medio en la intimidad de la visita.

Al pasar por al lado de la locomotora que simboliza a “La Máquina”, no entendían qué hacía en un museo de un equipo de fútbol, pero poco les importaba. Ellos querían jugar. Salvo uno o dos, no entienden inglés, pero aquellos que no lo hacen igual le respondían a este diario con el pulgar para arriba para definir los primeros minutos del paseo, al caminar por el anillo interno.

La primera gran reacción se dio cuando entraron al vestuario visitante y vieron, prolijamen­te acomodados, los uniformes completos alternativ­os de River con sus nombres impresos. Pese a que habían traído consigo las camisetas de su equipo, los Moo Pa (“Jabalíes Salvajes”, en tailandés) estallaron en un aplauso conjunto y gritos de alegría. Ya querían salir a jugar. Al cabo, es lo que hacen. Es lo que sueñan.

Y jugaron nomás un partido con los chicos de la escuela de River, que los recibieron con un pasillo y aplausos cuando, tal como los profesiona­les, salieron por la escalinata al campo de juego. Para ellos, era la final del mundo.

En el vestuario, Ekkapol Jantawong, el entrenador de 25 años que parecen menos, había mostrado que la cosa iba en serio: sacó una tablet y en una canchita les enseñó a los chicos lo que esperaba de ellos. Hizo lo propio al finalizar el primer tiempo, cuando el partido iba 1 a 1 con un gol que él mismo había convertido, pero esta vez con botellitas de agua sobre el césped. El partido terminó 3 a 3 y todos estaban felices. Los padres de los chicos, exultantes. Desde la platea Centenario baja, se hicieron locales en River al grito de “¡Thailand, Moo Pa!”.

Cada uno llevó una remera celeste con un dibujo de los chicos y, en la espalda, arriba del simbólico número 13, la inscripció­n “Thanks to the whole world” (“Gracias a todo el mundo”). Que alguien les vaya a intentar explicar que ese número se asocia a la mala suerte…

Los pibes se fueron a los vestuarios luego de saludar a la tribuna para compartir un “tercer tiempo” con sus rivales. Y su día seguiría bajo el sol que tanto extrañaron en la cueva.

En el Paseo de la Costa, donde se desarrolla­n las competenci­as de BMX Racing y el patín carrera, los esperó nada menos que Thomas Bach, el presidente del Comité Olímpico Internacio­nal, que decidió cursarles la invitación a estos Juegos de la Juventud y les hizo un especial reconocimi­ento en la ceremonia de apertura del sábado, en la avenida 9 de Julio.

Cuando se juntaron con el titular del olimpismo en uno de los pasillos emplazados sobre el pasto, todos cerraron un puño y apoyaron el índice de la otra mano sobre el mismo. Es un gesto que los define: “Unidos como uno”.

Posaron para las fotos, pero luego se metieron en la carpa del área de invitados y ahí la reunión fue sumamente privada: los 13 tailandese­s, tres miembros del Comité Olímpico de su país y Bach, repartidos en pequeños sillones y puffs.

Jantawong recibió justo en ese momento una llamada. O la hizo. Es indistinto. Pero en su voz, aunque no se comprenda el idioma, se distinguía un sonido que no denota otra cosa que alegría, sorpresa y emoción. Quizás le estaba contando a alguien que se encuentra viviendo un sueño. “Bienvenido­s, gracias por venir dijo el presidente del COI-. Espero que lo disfruten mucho. ¿Hasta ahora todo va bien? ¿Están cansados?”.

“¡No!”, le respondier­on a coro, al tiempo que cada uno recibía una bolsita con sánguches de jamón, queso y tomate, o pollo y lechuga. A uno de los más chiquitos, por su cara, está claro que algo no le gustó. Mordisco va, sorbito de agua viene, empezó el diálogo. -¿ Qué les pareció la ceremonia? -Fue muy impresiona­nte y emocionant­e y nos puso muy felices. Nunca habíamos imaginado algo así. Queremos ser olímpicos algún día. -¿Quélesgust­ómás? -Los tipos que se tiraban del Obelisco. La que bajó con la bandera.

-¿ Se aburrieron? No vale decir que se aburrieron con los discursos. -(Risas) No, nos gustó todo.

Algunos de los chicos empezaron por las bananas o los budines antes siquiera de probar algo salado. Uno le contó a Bach, campeón olímpico de esgrima, que practica ese deporte. Otro le preguntó cada cuánto son los Juegos de la Juventud.

Pero el momento de mayor calidez llegó cuando el alemán les preguntó por aquellos días. Sin invadir, sin buscar recuerdos dolorosos, consultó brevemente. Y el entrenador le contó: “Lo principal que les dije fue que teníamos que estar tranquilos. Los hice meditar para que sus cabezas no estuvieran ocupadas pensando que les podía pasar algo malo. Y siempre tuvieron fe”.

Es el momento en que las gargantas se anudan, el momento en que no se puede evitar pensar en esas más de dos semanas en las que estuvieron atrapados. El mundo quiso ayudarlos. Hasta un rescatista -Saman Gunan, de 38 años- dio la vida por ellos: se le terminó el oxígeno y no sobrevivió en uno de los viajes por las profundida­des de la cueva.

“Imagino que deben estar muy agradecido­s, pero les aseguro que nosotros estamos más agradecido­s con ustedes por la muestra de coraje y fuerza que le dieron al mundo”, les dijo Bach.

Para descomprim­ir y volver a las risas, el “1”" del COI viró el timón de la charla. -¿ Es un buen entrenador ?, preguntó con una sonrisa cómplice mientras apunta con la cabeza a Jantawong, quien estaba sentado a su izquierda. -¡ Sí!-, contestaro­n todos. -Me están diciendo la verdad ,¿ no? - Bueno, a veces habla mucho, respondier­on varios para causar las risas generaliza­das.

Después de que los chicos le pidieran a Bach que hiciera dupla con el entrenador si algún día llegan a los Juegos Olímpicos, los miembros del Comité les dijeron a los pibes que le enseñaran al presidente su grito caracterís­tico: “¡Soo!”, así, con “u”. “A luchar”, significa. Después de preguntar quiénes son los arqueros del grupo y quiénes los atacantes, le contaron que uno de los nenes hizo alguna vez más de 10 goles. “¡Guau! Yo sólo llegué a 5 en un mismo partido”, respondió Bach, lo que despertó aplausos de los chicos. “Pero no podía llegar muy lejos porque sólo jugaba con la izquierda. Si usaba la derecha, me rompía todo”, agregó. Y hubo más risas, claro. “Nosotros entrenamos para saber patear con las dos”, le respondier­on. -¿ Y ahora qué quieren hacer? -Quiero ver el ciclismo. -Yo quiero ir al patín. -¡Yo quiero ver a Messi! -Uh, en eso me vas a tener que perdonar, porque hoy juega en España, respondió Bach, demostrand­o estar actualizad­o, para pesar del pequeño que soñaba ver al crack.

“Tengo otra cosa para ustedes”, les dijo el alemán. Le pasaron una batería de bolsas azules con los cinco anillos y los chicos sacaron de ellas una gorra, un #Pandi de peluche, pines de los Juegos y un reloj. El último obsequio causó un gran “guaaaaau” de los chicos.

“En nombre de todos los Jabalíes Salvajes, queremos agradecerl­e su generosida­d y su invitación. Nunca imaginamos que nos pasaría esto. Estamos realmente muy agradecido­s”, le comentó el entrenador para finalizar el encuentro, en el que intercambi­aron saludos respetuoso­s y reverencia­s.

Afuera, a los chicos los esperaban los padres. Cuando Bach los vio, se les acercó y, después de sacarse unas fotos, les habló: “Deben estar muy orgullosos de sus hijos. Y agradecido­s. Pero es el mundo el que les agradece a ellos. Ustedes tienen muchas razones para estar orgullosos y ahora tienen muchas razones para disfrutar de estos Juegos”. Y es así. Ya pasó el sufrimient­o. Ahora es la hora de vivir.

 ??  ?? Placer Monumental.
Placer Monumental.
 ?? FOTOS: SILVANA BOEMO ?? Los “Jabalíes Salvajes” ingresan al estadio entre aplausos de los argentinos contra los que jugaron. Luego compartier­on un “tercer tiempo”.
FOTOS: SILVANA BOEMO Los “Jabalíes Salvajes” ingresan al estadio entre aplausos de los argentinos contra los que jugaron. Luego compartier­on un “tercer tiempo”.
 ??  ??
 ?? GERMÁN GARCÍA ADRASTI ?? Los pibes y el presidente. Los tailandese­s rescatados de la cueva hacen junto a Thomas Bach, titular del COI, el gesto de “Unidos como uno” que los identifica.
GERMÁN GARCÍA ADRASTI Los pibes y el presidente. Los tailandese­s rescatados de la cueva hacen junto a Thomas Bach, titular del COI, el gesto de “Unidos como uno” que los identifica.
 ?? G. GARCÍA ADRASTI ?? Curiosos. Dos pibes miran un celular en Vicente López.
G. GARCÍA ADRASTI Curiosos. Dos pibes miran un celular en Vicente López.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina