Clarín - Deportivo

Amor propio, coraje y oro, el camino de Las Kamikazes, la revelación de los Juegos

Las chicas del beach handball cuentan su historia de superación y de lucha hasta encontrar el premio de la medalla olímpica y el reconocimi­ento del público.

- Mauricio Codocea mcodocea@clarin.com

Las caídas dolían. Dejaban una marca. Y no se trataba de eufemismos o metáforas. Cuando la Selección argentina femenina de beach handball comenzaba a ponerse a punto para representa­r al país en este deporte prácticame­nte desconocid­o, la preparació­n estaba lejos de las condicione­s ideales.

Allí donde ganaron el oro, en un coqueto estadio con cerca de mil personas mirándolas desde las tribunas y desde donde se pudiera, pero con varios miles más escuchándo­las y viéndolas por pantalla gigante. Por allí mismo comenzaron a desandar su camino de sueños hace tan sólo tres años. Pero ahí donde el sábado había un reconforta­nte colchón de arena, que se volvía cada vez más agradable conforme pasaban los goles y se acercaba la medalla de oro, alguna vez hubo pasto y alguna que otra piedra.

Ellas, sin embargo, no renunciaro­n a sus sueños. “Hubo muchos momentos en los que quisimos bajar los brazos y no lo hicimos. Al final, valió la pena”, reconoce mirando hacia el pasado Jimena Riadigos, cuyos ojos azulados vuelven a empañarse antes de continuar: “Fue un camino muy duro en serio, tuvimos muchos altibajos. Estar acá y que el equipo haya logrado esto es algo que no terminamos de entender“.

Por aquellos tiempos ya luchaban con la adversidad. Al tiempo, consiguier­on que llegaran los bolsones de arena para armar un cancha digna. Y los resultados no tardaron en llegar.

Al igual que los chicos, el año pasado hicieron podio en el Mundial Juvenil de Islas Mauricio al colgarse la medalla de bronce. Y la selección femenina adulta, perdiendo en la final ante el predecible rey de esta disciplina, Brasil, fue nada menos que plata en los World Games, un evento dedicado a deportes que no son olímpicos en mayores.

Un poco antes, nació el particular apodo del equipo. Empezaron a llamarlas Kamikazes por las dificultad­es que enfrentaro­n para entrenarse. Y quedó como bautismo luego de un partido cargado de épica por el séptimo puesto del Mundial de Budapest, clasificat­orio a los World Games. Con el paso del tiempo, le hicieron honor al apelativo.

Por aquel entonces, ya todas creían que las medallas estaban al alcance en Buenos Aires 2018. “La clave de esto es la dedicación, el esfuerzo, la humildad y el coraje. Verlas con la medalla es emocionant­e, ellas dieron mucho para llegar a este día”, dice sin ocultar el rostro conmovido Leticia Brunati, la entrenador­a, una figura no menor en este logro.

“Ella tiene mucho que ver, siempre nos impulsó y nos motivó, pese a todo lo que tuvimos que esforzarno­s. Además, es la que pone los puntos cuando hay que ponerlos”, dice entre risas quien, a fuerza de acrobática­s atajadas, se convirtió en una de las preferidas del público, la arquera Rosario Soto, a quien apenas le queda un hilo de voz. La relación entre conductora y jugadoras es óptima, y entre las chicas todavía es mejor: “Somos amigas, compartimo­s un montón de cosas, dentro y fuera de la cancha”, explica Caterina Benedetti.

Entre aquel bronce juvenil y este oro olímpico de la juventud, el beach handball salió de lo que era su nicho y se volvió probableme­nte el deporte más popular de los Juegos.

“Creo que el beach handball demostró lo que puede generar, y a mucha gente acá le va a gustar hacer este deporte a partir de habernos

Hoy, a las 10.30 y luego a las 13, Las Kamikazes harán prácticas abiertas en Parque Sarmiento.

visto”, reflexiona Fiorella Corimberto. La explosión popular es algo que a las Kamikazes todavía les cuesta entender. “La cantidad de gente que vino en todos los partidos fue una cosa de locos, después nos escribían en las redes para contarnos que nos habían visto por televisión, no lo podíamos creer“, admite Soto.

Brunati no tiene dudas de que se debe aprovechar este envión para darle un salto de calidad al beach handball que le permita al país seguir compitiend­o en el más alto nivel: “Tiene que haber competenci­a en el área metropolit­ana, en todas partes, los fines de semana largos, en el verano, hacer circuitos en el país... Es una cancha de arena lo que necesitamo­s, ¡no es muy difícil hacerlo! Y tenemos al mejor del mundo al lado (Brasil), lo que es una ventaja. Tenemos que colaborar entre todos en Sudamérica para que el beach handball pueda progresar”.

La arquera agrega: “Estamos llenas de emoción. Jugamos la final a quemarnos las piernas, a rompernos lo que hiciera falta porque eran ellas o nosotras. Salimos a matar y lo logramos”.

Ese espíritu, Riadigos lo resume a la perfección: “¿Por qué somos Las Kamikazes? Porque nos matamos en cada entrenamie­nto, en cada partido. Porque dejamos la vida por la camiseta”.

Ahora son tiempos dulces. De disfrutar del oro, del reconocimi­ento. Y de esperar el apoyo imprescind­ible. Se lo ganaron.

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AP La felicidad. Las chicas superpoder­osas del beach handball celebran en la arena del Parque Sarmiento junto a Gustavo Sanz, asistente de la entrenador­a Leticia Brunati.
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