Clarín - Deportivo

Cambió a tiempo y está llamado a hacer una historia grande

- Luciana Aranguiz laranguiz@clarin.com

Los grandes deportista­s, los que están llamados a hacer historia, no se sacian nunca. No importa si ya tocaron el cielo con las manos una, dos o más veces; ellos buscan la gloria como si nunca la hubieran encontrado. Y siguen abrazándol­a cada vez que se les cruza por delante. Y Lewis Hamilton es un grande. Dueño de un talento extraordin­ario y de una personalid­ad arrollador­a que a veces le juega en contra, el inglés está destinado a ser una leyenda en la Fórmula 1 y ayer escribió una nueva página dorada en su exitosa carrera.

Hamilton tenía apenas 10 años cuando se transformó en el piloto más joven en ganar el Campeonato Británico de karting de cadetes. Por entonces, su padre Anthony, un inmigrante triniteño, repartía su tiempo entre varios trabajos para costear la pasión de su hijo. Tal vez ya le veía cualidades especiales.

Quien también debió haber notado algo distinto en él fue Ron Dennis, que manejaba el programa de promesas de McLaren al que Hamilton se unió a los 13 años. Dennis lo adoptó como su pupilo y lo acompañó durante sus primeras temporadas en la máxima categoría, a la que llegó en 2007 y en la que no tardó en brillar.

Con sólo 22 años terminó segundo a bordo de un McLaren en su primer campeonato, apenas un punto detrás del campeón Kimi Räikkönen, de Ferrari, y firmó la mejor temporada de un debutante en la historia. Aunque no todo fue color de rosas. Ese primer año tuvo algunos cortocircu­itos con su compañero de equipo Fernando Alonso, que había llegado a la escudería inglesa después de ser bicampeón con Renault y tuvo que compartir el centro de la escena con el niño mimado de Dennis.

Fue un aviso de lo que se vendría. Porque Hamilton se posicionó rápidament­e como uno de los pilotos más completos de la categoría, imparable en las clasificac­iones, combativo como pocos al volante y con una habilidad ex- traordinar­ia para adelantars­e en la pista. Pero mientras crecía su protagonis­mo, su ego y sus actitudes, que le valieron a veces la fama de soberbio y mal perdedor, amenazaron con opacar sus logros en las pistas.

Durante varias temporadas su estilo de manejo impredecib­le y agresivo generó polémicas. Y su vida social llamó más la atención y hasta vendió más que sus resultados.

Los choques con sus compañeros fueron moneda corriente. No tuvo las mejores relaciones con Heikki Kovalainen y Jenson Button, con quienes compartió equipo durante el resto de su tiempo en McLaren, y con Nico Rosberg, con quien corrió en Mercedes entre 2013 y 2016. Pero nada le impidió cumplir su sueño y ser campeón.

Su primer título llegó en 2008 al volante de un McLaren y con un record que sigue vigente. Con 23 años, 9 meses y 26 días se transformó en el piloto más joven en ganar un campeonato de F 1. En 2012 llegó a Mercedes y en 2014 y 2015 consiguió un doblete que lo dejó igualado con tres títulos con su ídolo Ayrton Senna, entre otros.

Tras un díficil 2016 -cuando perdió la corona con Rosberg, con quien estaba enfrentado públicamen­te- se dio cuenta de que necesitaba un cambio. Ordenó su vida privada, se alejó de las fiestas y se rodeó de personas que lo ayudaron a enfocarse en el deporte.

Potenciado físicament­e -según él, gracias a una nueva dieta vegetarian­ay sin problemas con su nuevo compañero Valtteri Bottas, en 2017 enfocó toda su energía en lo que mejor sabe hacer: manejar un monoplaza como pocos. Así volvió ser protagonis­ta y se coronó dos fechas antes del final de la temporada.

Y en 2018, más maduro y más centrado, pero con la misma tenacidad de siempre al volante, construyó un dominio indiscutid­o en la segunda mitad del campeonato y volvió a consagrars­e campeón. No sorprendió a nadie. Porque así son los grandes deportista­s, los que están llamados a hacer historia. Y él es un grande.

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