Clarín - Deportivo

Cómo se reconstruy­ó Toronto para llegar a su primera final en la NBA

Con Kawhi Leonard como figura y Pascal Siakam de ladero, desde el jueves enfrentará a Golden State.

- Mauricio Codocea mcodocea@clarin.com

Por sí solas, las cifras no dicen demasiado. Para los Toronto Raptors de la temporada 2017/18, aquel 59-23 se trataba del mejor balance de victorias y derrotas en una fase regular en su historia. Después de los Rockets, era el segundo mejor récord de la temporada y el mejor de la Conferenci­a Este. Dwane Casey, el hacedor desde el banco, se llevaría con justicia el premio al Mejor Entrenador del Año; en febrero había dirigido al Team LeBron en el Juego de las Estrellas. Parecía irreemplaz­able. En siete años en el cargo, había conseguido las cinco mejores marcas de la franquicia en su corta existencia, ya que se sumó a la liga en 1995, junto con Vancouver Grizzlies, hoy Memphis. Sin embargo, apenas semanas después de ese logro y tras caer vapuleado 4-0 por Cleveland -poco más que un conjunto de voluntades encolumnad­as tras LeBron James-, fue despedido. Hoy, la franquicia canadiense es finalista de la NBA y jugará desde el jueves contra Golden State.

Al nigeriano Masai Ujiri, apenas uno de los cuatro managers negros en la NBA, no le tembló el pulso para cambiar el rumbo. El ambiente lo miraba desde la incredulid­ad. Pese a la sensación generaliza­da que agobiaba al equipo desde hacía tiempo por la falta de temple en los momentos decisivos, ahí donde los “grandes” se distancian de los “buenos”, parecía una jugada de riesgo. Él no dudó. “Es lo más difícil que tuve que hacer en mi vida, pero era hora”, aseguró.

Lejos de confiar en un mero cambio de nombre en la conducción, Ujiri también sacudió los cimientos del equipo y el vestuario cuando encontró una posibilida­d.

A contramano de lo que todos creían (que se iría a Los Angeles), Kawhi Leonard recaló en Toronto junto a Danny Green. La desgastada relación del alero con los Spurs y las pocas ganas del manager texano R.C. Buford de permitirle darse el gusto de ir donde quisiera, luego de una temporada marginado por una lesión y sospechado de hacerse a un lado adrede, le cayeron a Ujiri como anillo al dedo. También fue toda una apuesta: a Leonard sólo le quedaba un año de contrato antes de ser agente libre, por lo que todo lo que resignara podía quedar reducido a cenizas si su nueva estrella elegía (lo cual todavía puede hacer) irse a otro lado en el próximo receso.

Y la moneda de cambio fue aún más significat­iva, porque los Raptors entregaron entre otros a DeMar DeRozan, hijo pródigo elegido en el draft de 1999 en el 9° puesto. Para él fue una puñalada. “No hay ninguna razón para que exista una relación (entre él y yo)”, declaró el desterrado.

Con una confianza ciega, pero también con la idea de mantener ciertas normas del ciclo anterior, el elegido para el timón fue Nick Nurse ( 51 años), asistente de Casey y sin experienci­a como entrenador principal. Sin reinventar el juego ni mucho menos, Nurse solidificó lo que tenía, aunque hubo una porción importante de la renovación que le correspond­e a su persona: la inclusión de Pascal Siakam en el quinteto titular.

El jugador de tercer año pasó de ser sexto hombre a pieza fundamenta­l del equipo, tanto que se estableció como la segunda vía de anotación (16,9 puntos por juego) luego de Leonard (26,6). El multifacét­ico camerunés aporta en todos los rubros, ataca y defiende y es el candidato al premio al Jugador de Mayor Progreso.

La última estocada de Ujiri se dio al cierre del período de traspasos del verano argentino, cuando cambió a Valanciuna­s, Delon Wright y C.J. Miles por el experiment­ado Marc Gasol. Y fue otro toque de atención sobre la mentalidad, esa que tantos temores generaba. Leonard (él sobre todo) y Green, de sobradas batallas con los Spurs de Gregg Popovich; Gasol y sus años de Selección (no por nada cobró mayor protagonis­mo en playoffs), Lowry más contenido...

La valentía dijo presente cuando tras quedar 0-2 con Milwaukee en la final del Este, el fracaso parecía asomarse otra vez. Fue mérito de los jugadores y también del entrenador, que hizo un ajuste decisivo al mandar a Leonard a marcar a Giannis Antetokoun­mpo, estrella de los Bucks. Ahí torció la serie. Ahora, en la primera final en la historia de la franquicia, lo que quieren torcer los Raptors ante los Warriors es la historia.

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AP Amo y señor. Kawhi Leonard, la figura del campeón del Este.

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