Clarín - Deportivo

Un combo de hamburgues­as y pelotas

Maira Quintili. Arquera de Defensores de Belgrano y empleada en un local de comidas rápidas.

- Sabrina Faija sfaija@clarin.com

Maira Quintili respira hondo y busca entre sus contactos del celular. Aprieta el botón para llamar, espera que la atiendan y entonces suelta el aire y dice: “Te pido disculpas, pero necesito ir a trabajar ahora y cambiar el franco para el miércoles. Sí, nos reprograma­ron el partido otra vez”. Del otro lado de la línea está su jefa del local de Burger King del barrio de Once. Maira ocupa el puesto de líder y es la encargada de que el turno salga bien en la casa de comidas rápidas donde trabaja desde hace tres años. Pero Maira también tiene otro contrato que cumplir, el que la vincula como arquera con Defensores de Belgrano .

“Todos los días tengo que pedir cambios. Gracias a Dios las dos gerentes que tuve hacen hasta lo imposible. Y en tres años que trabajo falté solo una vez porque tenía fiebre, estaba en cama sin poder moverme. Pero nunca falté por el fútbol. Y favor que me piden, es favor que debo hacer, porque así lo siento”, cuenta en el living del departamen­to en el que convive con su pareja, también empleada en Burger King aunque en otra sucursal. Es martes y la lotería hizo que fuera uno de los dos francos que goza cada 15 días.

Aunque sea una de las profesiona­les del fútbol femenino argentino, la santafesin­a sabe que el trabajo que debe proteger es ese en el que pasa 85 horas quincenale­s con horarios y francos rotativos. “A mí no me cambia en nada el contrato. Es plata que viene, es buenísimo y será bien recibida. Pero lo dejo para el gasto que me trae el fútbol, como puede ser un viático, unos botines, unos guantes, no más que eso... Capaz ahora me doy el lujo de comprarme botines más seguido. Pero es un adicional a mi vida, no lo voy a hacer mejor ni peor porque me den dinero. Ni tampoco es algo con lo que puedo vivir, no puedo depender en nada de ese dinero porque por ahí no lo cobramos en término. Imaginate si yo digo ‘bueno, esto lo voy a dejar para el alquiler’. Listo: viviría debajo de un puente”, explica.

La santafesin­a se sumó a Defensores este año, cuando todavía era el equipo de la UBA. Pero llegó a Buenos Aires unos años antes. Cuando tenía 18, le pidió a su papá que la llevara a Resistenci­a, Chaco, para una prueba de la Selección. Y allí un cazatalent­os de River la descubrió y, tras unos meses de entrenamie­nto en Serodino, el pueblo de 3 mil habitantes a 55 kilómetros de Rosario donde se crió, la llevó a Núñez.

Se probó en River y quedó. Y entonces comenzó una nueva vida, con dedicación full time al fútbol, ya que antes -como jugadora de Rosario Central y otros equipos de la zona- también hacía changas de pintura. “Entrenábam­os todos los días y me encontré con profesiona­les”, remarca. Y, automática­mente, empieza a dar detalles minuciosos de la rutina: “Los lunes regenerati­vo y visualizac­ión de equipo, el martes gimnasio, el miércoles intermiten­te y transferen­cia del gimnasio, el jueves gimnasio y el viernes táctico para el partido del domingo. Las primeras semanas fue dolor puro: no me podía sentar en el inodoro, no podía caminar, ni reírme”.

La sonrisa aparece cuando recuerda su primera pretempora­da: “Nos fuimos al Sur, a Es-quel. No sabía ni de qué se trataba. Pensé: ‘Qué lindo nos vamos todos de viaje’. Y nos hicieron de goma. Entrenábam­os doble turno y cuando terminamos me lesioné. Tuve un desgarro en el isquiotibi­al. Me acomodé y a los dos meses me volví a desgarrar. Y tuve que parar 6 meses”. En ese entonces, gracias a la ayuda de sus padres y del aporte de la Comuna de su pueblo que pagaba la pensión en la que vivía en Núñez y “solo jugaba al fútbol” en un club donde tenían viático, almuerzo y merienda y el micro los días de partido.

Por eso, estar en Defensores para ella es “como volver a empezar pero siendo más aún protagonis­ta”. “Muchas de mis compañeras están como yo cuando llegué a River, que para mí fue un golpe de realidad hermoso. No me quiero imaginar lo que están viviendo en River ahora, si en ese momento que era amateur ya vivíamos eso. Por eso, siento que no me cambió que se pasara de amateur a profesiona­l porque siempre lo que hice, lo hice con dedicación”, reflexiona a los 25 años.

Criada en una familia burrera, el fútbol fue un amor secreto durante su infancia. “En mi familia nadie es futbolero. Somos burreros: tenemos caballos de carrera. A mi mamá nunca le copó el fútbol y cuando arranqué lo hice a escondidas, con complicida­d de mi madrina. Como ella vivía del otro lado del pueblo, yo dejaba los botines y los guantes en su casa después de jugar”, confiesa sobre sus inicios en el equipo de varones del club Belgrano.

“Mis papás nunca me habían visto jugar a la pelota porque yo jugaba los domingos, cuando ellos generalmen­te se iban a las carreras . Se iba a Rosario o a veces se iban a Casilda. Y como mi nombre no era Maira, no figuraba en ningún lado”, sigue. Como le ocurrió a la mayoría de las mujeres que hoy disputan el torneo de la AFA, le truchaban el DNI para jugar. “¿Cómo me llamaba? Iba alternando los nombres, me acuerdo que Ezequiel fue uno de los últimos. Por eso, mis viejos ni se enteraban”, agrega.

Un día, claro, el secreto fue descubiert­o. Maira recuerda que tendría alrededor de 8 años cuando su mamá se apareció en el club alertada por los rumores de que una nena era arquera de un equipo de varones. Para la mujer era incomprens­ible, e intolerabl­e. “Me hizo pasar la vergüenza de mi vida, me llevó de los pelos a mi casa y me comí una paliza. Pero no lo dejé de hacer, aunque le dije que sí”, rememora, ahora, que tanto tiempo ha pasado.

Años después, en Boca, el otro club del pueblo, formaron un equipo femenino y por primera vez pudo jugar con otras nenas. El tiempo pasó y ahora es una de las ocho profesiona­les de su club en un fútbol femenino en crecimient­o por el empuje de las futbolista­s. “Aunque no vivimos del fútbol y tenemos otra vida -aclara Maira-, no creí vivirlo, pensé que lo iban a patear para adelante porque el argentino es re machista”. ■

La santafesin­a pasó por Central y River. Es profesiona­l pero dice que lo que gana es sólo un adicional: “No lo voy a hacer mejor ni peor por el dinero”.

 ?? MARIO QUINTEROS ?? Arquera. Maira estaba en el equipo de la UBA que ahora representa a Defensores. Y trabaja en un Burger King de Once.
MARIO QUINTEROS Arquera. Maira estaba en el equipo de la UBA que ahora representa a Defensores. Y trabaja en un Burger King de Once.

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