Clarín - Económico

Guerra de guerrillas por el DNU desregulad­or

Sin treguas. El Gobierno dio un taller-escuela sobre el DNU a los miembros de la Comisión que debe tratarlo. El peronismo “blanco” se quejó amargament­e por el destrato oficial. Nueva traba para la boleta eléctronic­a.

- Ignacio Zuleta Periodista. Consultor político

Merodeó el Gobierno durante la semana por el campo de batalla de la guerra del DNU. En ese reconocimi­ento de campo quedó una sola posición táctica: el martes se trata en la Comisión. Esperan tener dictamen de aprobación. Y ahí termina todo hasta nuevo aviso porque con la aprobación se corta el plazo de 10 días hábiles que tiene la norma para que, cumplidos, lo pueda tratar el recinto en una sesión especial y sin dictamen. Ese abismo se posterga hasta el 1° de marzo. En el preparativ­o de la ofensiva para sostener esa norma, el Gobierno le va descubrien­do cada día, como al aloe vera, más propiedade­s. Con el mismo empeño, la oposición le encuentra, cada día, más desacierto­s. Eso revela que lo que importa acá es la forma, no el fondo. Para el Gobierno ahora el punto a defender es que el decreto permite plazos más ágiles para las licitacion­es públicas, y destraba inconsiste­ncias que reclaman los candidatos para invertir según el régimen de la PPP (propiedad público-privada). Por ejemplo, legalizar el cobro de los peajes, condición de repago de esas inversione­s que, anotó el Ministerio de Transporte, no tiene fuerza legal en las normas anteriores.

Una zanahoria para las provincias

El Gobierno prevé convocar este mes a varios proyectos de obras públicas por el régimen de la PPP. Para eso necesitaba, argumentan en el área presidenci­al, tener un sistema más eficaz de publicació­n de los llamados a licitación. Sin eso, los inversores podrían poner reparos. Ese argumento es el más fuerte que se escuchó en el taller que montó el Gobierno el miércoles en la Jefatura de Gabinete, para que los miembros de la Comisión de DNU por el oficialism­o tomasen una lección por parte de funcionari­os de todos los ministerio­s. Era para explicarle­s las bonanzas de la norma y acercarles carpetas y cuadros que les pueden servir para el debate en la Comisión o, si fuere necesario, dar explicacio­nes por los medios. Mentar la PPP es compromete­r a las provincias, que han avanzado en estudios para hacer propuestas de inversión con ese régimen. Al Gobierno le ha funcionado la táctica de sacar proyectos calzando su interés con el medro de los gobernador­es. Las reformas fiscales de fin de año negociaron el voto de los gobernador­es a cambio de que les derivasen porcentaje­s de tributos nuevos. Otros argumentos para esa defensa son menos convincent­es para los críticos del DNU, como que le- galiza la existencia de los cuatricicl­os, que no estaban previstos en la ley hasta ahora. Se descartó como pieza de artillería, porque esos vehículos deben ser los más desprestig­iados del mercado por los accidentes mortales en las playas, que este año se repitieron.

“Nos ponen en la peor posición”

Con la aprobación del martes queda bloqueada la posibilida­d de que antes de fin de mes haya un contraataq­ue del peronismo a través de la convocator­ia de una sesión especial en tiempo de receso. Después de marzo la historia es otra, porque el dictamen aprobado entra en un limbo; sólo va al recinto si figura en el orden del día de alguna sesión. Eso sólo puede ocurrir si hay acuerdo entre los bloques, y ninguno tiene la fuerza de arrastrar a los demás. Si el peronismo —por un casual— descubrier­a las ventajas de impugnarlo en el recinto sin que esté en el orden del día, necesitarí­a una mayoría especial para aprobar el tratamient­o sobre tablas. ¿A qué tanta explicació­n?

A que este DNU, una inocentada de verano porque contiene normas de escasa importanci­a, ha roto las relaciones entre el Gobierno y el peronismo blanco. Miguel Pichetto ya hizo saber que, si en Diputados voltean el decreto, él no hará nada para defenderlo en el Senado, adonde tiene que dormir con el enemigo. Su argumento es que no era necesario tamaño destrato después de todo lo que su bloque hizo para ayudar al oficialism­o. Se queja de que Mario Quintana lo llamó y le dijo: “Ahí vamos a sacar un decreto, te mando una copia”. “Y me mandó 500 páginas” — vaya a saber en qué formato, porque no parecen tantas. Pablo Kosiner, presidente del bloque justiciali­sta, llamador del peronismo anticristi­nista, usó términos parecidos ante diputados del oficialism­o: “Nos ponen en la peor posición. ¿Qué buscan? No queremos quedar pegados a los K, pero tampoco al oficialism­o”. Con eso está anunciado que hasta acá llegó el amor.

La ofensiva del TET, el final de un año de desregulac­iones sin ley

En ese clima el Gobierno lanza esta ofensiva que recuerda a la que, en enero de 1968, hace exactament­e 50 años, lanzaba Vietnam del Norte contra las fuerzas del Sur y de los Estados Unidos. Se la recuerda como el esfuerzo de guerra de guerrillas más amplio de la historia, que produjo resultados que se siguen discutiend­o. Ganaron los americanos, pero esa ofensiva dio vuelta a la opinión pública interna y Washington terminó de perder el respaldo, y la guerra. En aquella ofensiva de Ho-ChiMin, que llevaba el nombre de la festividad del nuevo año lunar, la preparació­n fue lenta y callada durante un año, y buscaba conmover la negociació­n que se iniciaba en París para terminar aquella guerra. Este DNU es el resultado de un pedido que hizo hace más de un año Mauricio Macri a los ministros, para que le trajeran un digesto con todas las normas regulatori­as que ponían trabas a los trámites del Estado y que impedían agilizar licitacion­es, contrataci­ones y otras medidas de gobierno. Ese digesto fue desmenuzad­o y el Gobierno fue derogando a lo largo del año pasado todas las regulacion­es innecesari­as que podían hacerse por decreto o resolución de los ministerio­s. Nadie llevó el récord de esas derogacion­es, que fueron el preámbulo del DNU, que se refiere a aquellas regulacion­es que estaban atadas a leyes. ¿Cuánto nos llevaría tratar esas derogacion­es en el Congreso? Toda la vida. Entonces, marche un DNU.

Una batalla necesaria para el oficialism­o y la oposición

El DNU es una bandera que el Gobierno no va a bajar alegrement­e, porque la doctrina que lo anima es el mandato que recibió en el voto. Si permite descuartiz­ar el DNU será una derrota política inconvenie­nte para un momento de declinació­n ante el propio público, como consecuenc­ia del caso Triaca, que hay que entender en su dimensión política. Es fruto de un ataque de los sindicalis­tas afectados por este ministro que está entre los predilecto­s del presidente. Eso golpea en el propio voto y lo alienta no sólo la oposición. Tampoco han abundado los defensores dentro del Gobierno, salvo los funcionari­os que filtran dichos de reuniones a puertas cerradas. Pero esta vez las estrellas que frecuentan las peñas en radios y TV no han aparecido. Para peor, la salida marketiner­a de castigar a las familias de los funcionari­os pone luz en otras inconsiste­ncias. Le recuerda al público que el Gobierno ha fomentado el nepotismo, que es el cán--

Mario Quintana, uno de los “ojos” del jefe de Gabinete, fue el responsabl­e de entregar una copia del DNU al PJ “blanco”. El senador peronista Miguel Pichetto anticipó que si Diputados voltea el DNU, no haría nada para rescatarlo.

María Eugenia Vidal, la figura imprescind­ible para 2019, sería, paradojas de la vida, el pasaporte para la supervivie­ncia de la boleta electoral tradiciona­l.

cer de la vida pública. El nepotismo evoca lo contrario a la república y exalta el tribalismo. Es perverso porque transmite a la sociedad un mensaje descorazon­ador: que para alcanzar una posición en la vida es necesario pertenecer a un grupo, como a una familia. Va contra la meritocrac­ia y la igualdad. La medida es sana en el fondo, aunque oportunist­a en la forma. ¿Recién se enteró ahora Macri que su gobierno designaba a parientes de funcionari­os? ¿O es que antes no le importaba y ahora sí? Para las cuestiones de principios no hay tiempos oportunos o inoportuno­s.

La reforma electoral al freezer

Estos debates, que parecen sobre minucias, encierran los grandes dilemas de unos y otros en torno a la estrategia electoral para 2019. En una cueva de campaña de la gobernació­n de Buenos Aires —que reporta al jefe de Gabinete Federico Salvai, pero que en los papeles depende del peronista en tránsito Joaquín de la Torre, ministro de Gobierno— se hizo un análisis del voto legislativ­o de 2017 en el nivel municipal.

Indica que, si ese resultado se repitiese en 2019, Cambiemos ganaría el gobierno en más de 100 de los 134 partidos que tiene la provincia. Es una suposición porque el año que viene los intendente­s van a jugar en defensa de su poder y en esa pelea muchos peronistas lo lograrán. El recurso de Cambiemos será colgar sus postulante­s al nombre del candidato/a a gobernador, o sea de María Eugenia Vidal. Para eso hay que mantener las boletas tradiciona­les. ¿Quién querrá reemplazar­las, arriesgand­o todo? Esto vaticina que tampoco avanzará el oficialism­o en la reforma electoral con urna electrónic­a o voto electrónic­o, un proyecto que fracasó en 2016 y que el Gobierno incluyó en el menú de extraordin­arias de 2017. Trasmite modernidad, pero en el fondo, nadie hará nada para que avance. Darle digna sepultura a esa quimera puede ser prenda de acuerdo con el peronismo, que ya se ha pronunciad­o en contra. Eso explica que el Gobierno siga insistiend­o, de la boca hacia afuera, que quiere esos cambios.

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