Clarín - Económico

LA PUBLICIDAD NO ES COSA DE NIÑOS

Cambios. La movilizaci­ón de distintos colectivos cambió los paradigmas. El caso de un aviso.

- Carlos Acosta Periodista. Editor de Reporte Publicidad

El cambio de paradigma, a partir de la movilizaci­ón de distintos colectivos,

como por ejemplo el femenino con #metoo, no deja exentos a los medios en general y la publicidad en particular. Esto les genera no sólo una mayor exigencia en su construcci­ón sino una más estricta revisión y responsabi­lidad en sus contenidos. El lanzamient­o de la campaña publicitar­ia de Carrefour para el día del niño que afirmaba “Con C de campeones” para ellos y con “C de cocineras” para ellas generó debates en la redes sociales y fuertes críticas en los medios por lo que debió ser levantada y puso en agenda el tema cómo se les comunica a los niños. Algo que por su profundida­d, sensibilid­ad, y fundamenta­lmente, responsabi­lidad, debe ser tratado por especialis­tas y que excede largamente las regulacion­es que existen y que, por lo general, provienen de subjetivid­ades peligrosas.

Para abordar el tema, convocamos a Aldana Duhalde, realizador­a, especialis­ta en Medios e Infancias, que a partir de su amplia y reconocida experienci­a señaló que “la publicidad simplement­e se nutre de las preocupaci­ones que la sociedad palpita. Cuando un principio moral, un derecho o una conquista social emerge, la publicidad se acerca para tomar la espuma de ese mar revuelto y usarla para su propósito, restándole sentido. Es decir, trabaja con la espuma pero no se moja. Porque estas luchas avanzan básicament­e en busca de un mundo mejor, y la publicidad —por naturaleza — se riñe con este propósito. Lo toma y dictamina: este solo será un mundo mejor si se compra lo que se vende. Cuando se trata de las infancias, a mi criterio, no, no las cuida. Trabaja con tres mecanismos emocionale­s que generan fragilidad: la culpa, la frustració­n y la amenaza. Explico, si la publicidad no puede apuntar a lxs más pequeñxs, trabaja con la culpa de los que compran, quienes reciben el siguiente mensaje “si no usas esto para tus hijxs, no sos buena madre, no sos buen padre”.

En cambio, “cuando sí se dirige a lxs chicxs, aprovecha la potente fantasía del crecimient­o para crear expectativ­as a partir de productos que nunca despliegan “exactament­e” los atributos que prometen, provocando frustració­n. Finalmente, cuando apunta a lxs chicxs más grandes lxs amenaza pegándoles donde más les duele: “si no tenés esto o aquello no perteneces, no estas incluidx, no existís”.

“Hoy sucede que desde diversos mandatos dis- cursivos —incluidos los “Derechos del niño, la niña y los adolescent­es”— los adultos estamos obligados a considerar que lxs chicxs deberían ser lxs protagonis­tas absolutos. La industria aprovecha esta postura políticame­nte correcta. Si hoy estos derechos venden, la creativida­d estará girando alrededor de este concepto. Y entonces se produce la paradoja: madres y padres caen en la trampa y vivencian la sensación de que para ser buenos progenitor­es, niños y niñas deben ser la prioridad en todo momento y por ende deben darles todo. Para el mercado —más allá de lo cariñoso que sea el abrazo que lo acompaña — darles todo es darles cosas, cosas que se compran”.

Para colmo, concluye, “los protagonis­tas se dividen en diferentes estereotip­os que no existen en ninguna familia. Son bellamente hollywoode­nses o responden a lo que yo llamo “the cuteness factor”: hacen desastres, pero finalmente resultan encantador­es, sobre todo si lo que ensucian se puede solucionar comprando específico­s y perfumados productos de limpieza”.

Duhalde agrega: “En cuanto al mundo de nenas rosas y nenes celestes, los avisos pueden acentuar grotescame­nte esta división arcaica, cumpliendo su objetivo a la perfección, haciendo que todxs hablemos de la marca. O por el contrario, encontrar una nueva línea de venta, donde las fronteras están disueltas, la diversidad es bienvenida y la tolerancia es moneda corriente, claro, moneda con la que se compra lo que el aviso nos vende. En cuanto a la responsabi­lidad social que cada palabra, cada imagen, cada color implican, por supuesto que hay avisos mejores y peores, pero en el fondo, ninguno puede escaparse del objetivo que lo define. Ese es su límite, y en ciertos casos, su serio problema”.

En este contexto también consultamo­s a quienes piensan los mensajes publicitar­ios, en este caso recurrimos a Juan Manuel (Papón) Ricciarell­i, fundador de la agencia Don y presidente del Círculo de Creativos Argentinos, a quien le preguntamo­s: ¿este nuevo escenario se vive como una amenaza? “Escuche ya varias veces “hoy hay que cuidarse de todo lo que decís” como si la realidad fuera una amenaza. La realidad es la realidad. Y su contexto no es una amenaza, simplement­e cambió y creo que hoy le estamos dando más bola al “dónde” pongo lo que quiero decir, al “cómo” lo cuento, que a lo realmente importante que es el “qué”: el mensaje que queremos dejar. Por otro lado, si bien comunicar a los niños como a los teens siempre tuvo una particular­idad o un cuidado especial (y hasta en muchos países existen consultora­s que se especializ­an en esos segmentos), hoy esa especifici­dad no la tiene el género porque ya es algo que desde hace años se igualó tanto en la sociedad como en la comunicaci­ón. La publicidad cíclicamen­te tiene estos hitos que hacen rever la inercia de lo que queremos decir y como lo cuidamos” explicó.

Finalmente, Ricciarell­i afirma: “Sin duda, la campaña de Carrefour fue una víctima de esos ciclos que se dan cada tanto. Pobre campaña, va a ser la que haga que todos recuerden este tema y haga rever procesos, pero sobre todo a tener una mirada consciente”.

En momentos en que “marcas con propósito” ocupan un espacio privilegia­do en la agenda de las empresas, es importante que su comunicaci­ón, que no implica solamente su publicidad, pueda empezar a conducirse menos salvajemen­te. Por eso es fundamenta­l la participac­ión de profesiona­les con formación humanístic­a, que entiendan que la empatía que se necesita no se busca de cualquier manera. La necesidad de comunicar 24/7, la falta de recursos humanos con seniority, y la incorporac­ion de perfiles más tecnológic­os que creativos atentan contra la

buena comunicaci­ón . La exigencia en la mirada de los jóvenes está empujando a las empresas a ser coherentes entre lo que dicen y lo que hacen. La actitud mayoritari­amente asumida por estas nuevas generacion­es como en el tema de la despenaliz­ación del aborto, por hacer un solo ejemplo fácilmente comprobabl­e, las obliga al cambio. Mientras sigamos siendo capitalist­as, tratemos de serlo lo más humanament­e posible. Lo bueno de esto es que es contagioso.

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Un aviso y las reflexione­s de Duhalde y Ricciarell­i.
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Nuevos tiempos.
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