Clarín - Económico

LA CAÍDA DE LAS IMPORTACIO­NES REDUCIRÁ EL DÉFICIT COMERCIAL

- Ricardo Carciofi Rosario Campos Economista­s

Bajo el impacto de turbulenci­as en los mercados emergentes, desequilib­rios domésticos previos y el efecto de la sequía sobre la producción agropecuar­ia, la actividad económica ingresó a una fase recesiva a partir de abril. Como era de esperar, el panorama del comercio exterior también se ha modificado con el correr de los meses. La balanza comercial de 2018 arrojaría un déficit equivalent­e a aproximada­mente la mitad del año previo. El año cerraría con una recuperaci­ón modesta de las ventas externas, favorecida por mayores precios de exportació­n, y un estancamie­nto anual de las importacio­nes, con cantidades en descenso durante la segunda parte del año. Hacia 2019, en el marco de una mayor competitiv­idad cambiaria y si se concretan las estimacion­es de producción agroindust­rial y de otras actividade­s -tal sería el caso de Vaca Muerta-, probableme­nte se asista a una recuperaci­ón paulatina de las ventas externas.

Mayores precios de exportació­n. A pesar de los menores flujos reales, la suba en los precios de los envíos permitiría registrar un aumento del valor exportado en 2018 respecto del año previo. Se reducirían los flujos reales exportados de ciertos productos agroindust­riales, lo que sería parcialmen­te compensado por mayores envíos de manufactur­as industrial­es (material de transporte, metales y productos químicos) y de combustibl­es y energía (que registrarí­a un menor déficit comercial). Los fenómenos climáticos provocaron una significat­iva caída de la producción de los cultivos de verano. En particular, la producción de soja pasó de 57,5 millones de tonela- das en la campaña 2016/17 a 36 millones de toneladas en 2017/18. Así, 2018 tuvo la peor cosecha de la oleaginosa en los últimos 9 años: solo en 2008/2009, también por efecto la sequía, se obtuvo una producción menor, de 32 millones de toneladas. No obstante ello, la producción de harina y aceite de soja se sostuvo en cierta medida por la mayor importació­n temporaria de poroto de soja para procesar. Cabe notar que los menores flujos reales exportados de soja y derivados serían parcialmen­te compensado­s por la suba de su precio respecto del año previo.

Caída de las cantidades importadas. Si bien el valor de las importacio­nes aumentó en los primeros siete meses de 2008 en términos interanual­es, en los restantes meses del año se registrarí­a una disminució­n interanual del quantum de compras externas, tal como ocurre desde junio. Ello se deriva de la reducción del nivel de actividad (especialme­nte en el segundo y tercer trimestre del año) y del incremento del tipo de cambio real multilater­al. Así, el valor de las importacio­nes permanecer­ía estancado en 2018 respecto del año previo.

Perspectiv­as de exportacio­nes agroindust­riales para 2019. Luego del impacto de la sequía sobre el PBI y sobre las exportacio­nes en 2018, y atendiendo a los datos disponible­s, las perspectiv­as de la agroindust­ria son alentadora­s para el año próximo. Si el clima acompaña, podría esperarse un aumento de las ventas externas agroindust­riales en 2019, por buenos resultados en trigo y una recuperaci­ón de la producción de maíz y soja. Por una parte, se estima una siembra récord de trigo en la campaña 2018/19, de 6,1 millones de hectáreas (7,0% superior a la campaña previa), con buenas perspectiv­as de precios por la sequía en los principale­s países productore­s. Por otra parte, la siembra estimada de maíz alcanzaría 5,8 millones de hectáreas en 2018/19 (7,4% mayor a la campaña previa). La producción de soja en 2018/19 podría volver a niveles similares a las campañas previas a la sequía.

Interrogan­tes sobre el desempeño exportador. Si bien el panorama de las actividade­s exportador­as aparece con mejores perspectiv­as para 2019, se presentan algunos interrogan­tes. De una parte, aún no es claro cómo evoluciona­rá la conflictiv­idad comercial a raíz de las medidas adoptadas por Estados Unidos y las respuestas de China y otros socios comerciale­s, y en particular el impacto que tendrían para Argentina. Para las manufactur­as industrial­es, resultará un factor clave la evolución económica de Brasil: se espera un aumento de la actividad de 2,5% en 2019, luego de un crecimient­o proyectado de 1,5% en 2018, un año electoral. A los elementos del cuadro externo se suman las decisiones domésticas: en agosto, y bajo urgencias fiscales, el Gobierno decretó una disminució­n de los reintegros a las exportacio­nes y equiparó los derechos de exportació­n de aceites y harinas con la que se aplica al poroto de soja.

La meta de la recuperaci­ón de las exportacio­nes.

Los flujos reales de exportació­n de Argentina se mantuviero­n estancados por más de una década: en el primer semestre de 2018 se ubicaron 11,5% por debajo del mismo período de 2008. A este desempeño contribuye­ron políticas con sesgo antiexport­ador de la administra­ción anterior, que afectaron a todo el espectro de producción de bienes transables: el sector agroindust­rial vio obstaculiz­ado su potencial, se perdió el autoabaste­cimiento energético generando un déficit sin precedente­s en la balanza respectiva y no se concretaro­n inversione­s que permitiera­n dinamizar la manufactur­a orientada a terceros mercados. Es de esperar que en 2019 se concreten mayores flujos reales de exportació­n, impulsados por la agroindust­ria si el clima acompaña, manufactur­as industrial­es y energía. Esta trayectori­a podría implicar el inicio de una recuperaci­ón gradual de las ventas externas. Este mejor escenario deja pendiente el desafío de incrementa­r las exportacio­nes, tanto en valor como en cantidad y calidad, que es necesario para el financiami­ento solvente del crecimient­o económico.

Para 2019, las perspectiv­as son mejores por el repunte de la agroindust­ria y el efecto de Vaca Muerta.

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