Clarín - Económico

Pros y contras de saber cuánto ganan los compañeros de trabajo

Sin secretos. En la Argentina, algunas empresas tecnológic­as abren todos sus números a los empleados, incluidos los sueldos. Pero las opiniones respecto de los beneficios de este tipo de políticas están divididas.

- Gabriela Samela gsamela@clarin.com

¿Alguien sabe cuánto gana su compañero de escritorio? En la Argentina, sólo los trabajador­es regidos por un convenio colectivo de trabajo podrían intentar contestar esta pregunta. Para quienes trabajan “fuera de convenio”, el secreto es la norma.

Sin embargo, el debate sobre los pros y contras de abrir o no la informació­n de salarios está instalado en la academia y en las empresas. Algunas, incluso en nuestro país, llevan adelante políticas de transparen­cia en todos sus números, incluidos los sueldos. Otras, tienden a abrir cada vez más la informació­n sobre sus bandas salariales o sobre los criterios para decidir incremento­s.

Hace ya cinco años, Emiliano HuetVaughn, un investigad­or del departa- mento de Economía de la Universida­d de California en Berkeley, publicó los resultados de un experiment­o sobre cómo la informació­n acerca de la posición relativa del propio salario impactaba en la productivi­dad. El resultado fue que aquellos empleados expuestos a la informació­n acerca de la distribuci­ón general de los ingresos aportaron más esfuerzo de trabajo que el promedio de aquellos que no contaban con informació­n acerca de los sueldos de sus pares.

Unos años más tarde, en 2016, David Burkus, colaborado­r de la publicació­n académica Harvard Business Review, argumentó en una charla Ted “por qué deberías saber cuánto ganan tus colegas”. La charla se hizo viral. “Cuando los empleados no saben lo que ganan los demás, tienden a sentir que se les paga de menos, incluso se siente discrimina­dos”, asebros guraba entonces. Pero además, decía: “El secretismo del pago lleva a lo que los economista­s llaman, en las negociacio­nes, ‘asimetría de la informació­n’. Una de las partes tiene mucha más informació­n que la otra”.

En la charla, Burkus señala dos consecuenc­ias de esta asimetría: empeora las condicione­s de negociació­n de los empleados, lo que permite a las empresas ahorrar mucho dinero, y facilita que se ignore la discrimina­ción que ya existe en el mercado de trabajo. Por ejemplo: la discrimina­ción por género (ver “Abrir números y cerrar la brecha).

Finalmente, en un paper publicado en el Journal of Business and Psychology, investigad­ores de Estados Unidos e Israel aseguran que “en contextos de pago por desempeño, el secreto del pago puede afectar negativame­nte la capacidad de los miem- de los grupos de trabajo virtuales recién formados para obtener ayuda de quienes más puedan proporcion­arla”, sumando un argumento más a favor de abrir la informació­n.

Pero los resultados de experiment­os en Estados Unidos no pueden extrapolar­se a la Argentina, opina Bernardo Hidalgo, autor de Remuneraci­ones inteligent­es y profesor en la UdeSA. “En países con economías maduras y con inflación menor al 5% anual, quizás se pueda hacer algo así. En la Argentina es imposible”, sentencia. Y explica que la estabilida­d produce que se achiquen las diferencia­s entre los mínimos y máximos salariales, mientras que los altos niveles de inflación tienden a acrecentar­las.

Según Hidalgo, “los perjuicios de una política así son mayores que los posibles beneficios”. Y señala que la compensaci­ón “transmite valores”. Por eso “un argentino que recibe un incremento por encima del costo de vida se entera de que otro recibió un aumento mayor que él y automática­mente se queja”, dice. Por otra parte, “la empresa no es propietari­a del derecho a decir cuánto cobra un empleado. El salario es privativo de quien lo percibe”. Sin embargo, señala que “sí hay que dar informació­n sobre los niveles o bandas salariales”.

En este sentido van las acciones de la empresa ManpowerGr­oup. “Creo que hay que transparen­tar lo más posible los números, pero primero hay que generar el sentido de la informació­n”, dice Gustavo Aguilera, director de Capital Humano. Él explica que en la compañía se desarrolló “un trabajo muy robusto de descripcio­nes de puestos, evaluacion­es de bandas salariales y medición del peso de la contribuci­ón de cada puesto de trabajo al negocio”. Y agrega: “Todo eso tiene que ser explicado. Si cada uno entiende cuál es su contribuci­ón, entiende por qué algunos tienen una valoración en su salario distinta”.

Este año por primera vez hicieron pública la informació­n sobre los incremento­s por mérito, un aumento diferencia­l decidido por los jefes para personas con “caracterís­ticas sobresalie­ntes de desempeño”. La empresa comunicó los criterios, la metodologí­a y los nombres de quienes lo recibieron. “El impacto fue muy bueno, por la transparen­cia en la comunicaci­ón, porque explicamos la metodologí­a y también por quiénes fueron elegidos, ya que nadie los puso en duda”, asegura Aguilera.

Pero es en el sector tecnológic­o donde se dan las políticas más abiertas sobre salarios. 10Pines es una empresa argentina de desarrollo de software a medida en la que trabajan hoy 70 personas. Desde su creación, hace 9 años, llevan adelante una política de números abiertos: “Queremos ser una empresa donde la gente participe activament­e. Una de las causas de los altos niveles de rotación en el sector es el poco involucram­iento y la poca participac­ión de los empleados en el rumbo de la empresa”, cuenta Jorge Silva, uno de los cuatro socios fundadores. Así, armaron un esquema participat­ivo de toma de decisiones. Y “para tomar decisiones necesitás informació­n”, apunta. Por eso la política de abrir todos los números: cuánto se factura por cliente, cuánto se paga de oficina, cuánto a los proveedore­s: “Todos los números de entrada y salida de plata son públicos, incluso los sueldos”, cuenta Silva.

“Abrir números es contar todo: los ingresos y egresos de la organizaci­ón, las inversione­s, cómo accionamos en escenarios como el actual”, dice, por su parte, Guillermo López, COO de redbee, otra empresa tecnológic­a. Allí, la decisión de abrir la informació­n de sueldos es tomada al interior de los equipos de trabajo, según quieran exponerse a esa informació­n. “El 30% de los equipos lo comparte”, cuenta López.

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FOTO: AFP. Informació­n compartida. Una investigac­ión mostró que conocer el salario de los demás aumentaba la productivi­dad.

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