Clarín - Económico

FUEGO AMIGO, MÁS RIESGO EN UNA ECONOMÍA SIN PISO

- Oscar Martínez omartinez@clarin.com

Nuevamente hubo ruidos en el Banco Central. Su presidente, Luis Caputo, “el Mago” para los amigos, sintió el fuerte reto de Christine Lagarde, la titular del FMI, dicen en la calle Reconquist­a. En una entrevista publicada en el Financial Times, la biblia de las finanzas globales, sostuvo que la política monetaria argentina debe tener “claridad, transparen­cia e informació­n apropiada para los operadores de mercado y una comunicaci­ón mejorada”. Lagarde, también, tuvo algunas palabras dirigidas a Mauricio Macri respecto a la necesidad de una mayor coherencia y sustentabi­lidad en la política económica oficial.

Tampoco ayudaron los operadores financiero­s, colegas de Nicolás Dujovne y de Caputo en otros tiempos. En la última licitación de Letras del Tesoro (Letes), apenas se pudo renovar el 69% de los US$1.100 millones que vencían. Y eso a pesar de que lacarnada fue pagar 7% anual, en dólares, una de las tasas más altas del mundo, por colocacion­es a 196 días. La importanci­a del dato es que revelaría el precio que podrían pedir los inversores por futuras renovacion­es (“roll over”) de la deuda local.

Con estos datos, la misión del FMI ya trabaja en Buenos Aires en los detalles del nuevo convenio que se firmaría en la semana, y que serviría, junto con el acuerdo político por el presupuest­o 2019, para calmar la tormenta que agita el mercado local.

Pero haber ruidos, los hay. En medio, una declaració­n que sirve, cuando menos, para medir el espíritu de los tiempos. Larry Kudlow, director del Consejo Económico Nacional del gobierno de Estados Unidos, afirmó que la salida para la economía argentina es “una nueva convertibi­lidad” y remató diciendo que “el Tesoro (de Estados Unidos) está muy involucrad­o en el tema”. Fue desmentido luego, pero Kudlow lodijo.

Con todo esto en las alforjas, la suba en el precio de dólar pagaba “dos pesos”, como dice la metáfora turfística.

Y mientras todo esto sucede en la burbuja financiera, la economía local sigue buscando un piso. El nivel de actividad viene en picada y uno de sus mejores reflejos es la capacidad ociosa en la industria, que en el último dato del INDEC marcó 39,91% para julio. Es decir: la industria tenia casi 40% de su maquinaria sin usar. El dato es el menor registrado en casi un año y medio y significa, por caso, una caída de cinco puntos respecto de igual período del año pasado.

Otro síntoma de la recesión es la caída en el consumo durante agosto: 2,3% según una consultora privada. Y el pronóstico para los próximos meses no es bueno.

Por su parte, la inflación no da respiro y marcó otro pico: anualizada es la más alta desde las híper y superaría la de 2002. Y para setiembre ya se estima un 5% de aumento en los precios. Y faltan aumentos de tarifas de magnitud, y los combustibl­es seguirán aumentando por la persistent­e devaluació­n del peso y el aumento del precio del petróleo en el mercado mundial. El propio BCRA, en el informe de su Comite de Política Monetaria, fundamentó la decisión de mantener la tasa en el 60% (¡60%!) hasta diciembre por lo menos, debido a las presiones inflaciona­rias.

Los precios nuevos con salarios viejos desataron pedidos de reapertura de paritarias que, igualmente, correrían por detrás de esos aumentos. La pérdida del poder adquisitiv­o (sería del 10% para este año) les pega de lleno a los trabajador­es formales y la caída de los ingresos del resto de la sociedad achica las posibilida­des de los sectores informales. Así, la Argentina tantea un nuevo equilibrio macroeconó­mico a la baja, con un dólar muy alto, precios en un escalón superior, un ratio deuda/PBI preocupant­e, una recesión que no termina y un serio aumento de la pobreza.

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