Clarín - Económico

MÁS COOPERACIÓ­N, LA RESPUESTA CHINA AL PODER DE TRUMP

- Jorge Castro Analista internacio­nal

El Banco Mundial presenta los siguientes datos sobre EE.UU. y China en la economía global: EE.UU. es la mayor economía del mundo medida entre 192 países, con un PBI de US$19.4 billones en 2017 (25% del producto global), mientras que la República Popular dispone de un producto de US$13.8 billones (dólares constantes), que equivale a 14,9% del PBI mundial.

En términos de PBI per cápita (sinónimo de alza de la productivi­dad), EE.UU. est áen el octavo lugar del mundo (Finlandia es el primero), con un ingreso per cápita de US$67.500 anuales y una población de 313 millones de personas.

China, en tanto, con 1.410 millones de habitantes, ocupa el lugar 75 en la escala del ingreso per cápita (US$ 9.500 anuales), lo que significa que está dos generacion­es rezagada frente a EE.UU. en términos de productivi­dad (25 años cada una).

EE.UU. creció 5% anual en el segundo trimestre de 2018 (US$1.4 billones), y se expandiría 5,5% anual en el tercero, según la Reserva Federal de Atlanta.

La economía norteameri­cana recibió más de US$7 billones de inversione­s entre 2017 y 2018, con una tasa que creció más de 30% en ese periodo. Por eso el PBI potencial creció 3,5% anual en el segundo trimestre, el doble que la estimación realizada por la Reserva Federal.

Esta expansión excepciona­l se debe en más de 60% a la drástica desregulac­ión realizada por el gobierno de Trump en los dos primeros años, y sólo el resto es obra del recorte de impuestos sancionado en diciembre de 2017, cuyos efectos recién se sentirán plenamente en los próximos seis meses.

De ahí que la desocupaci­ón de junio (3,8%) sea la más baja de los últimos 44 años. Se crean más empleos que personal en condicione­s de ocuparlo: 6.7 millones de nuevos puestos de trabajo en junio, y se registraro­n sólo 6.6 millones de desocupado­s.

Esto coincide con un aumento de los salarios reales de 2,9% anual en el segundo trimestre, tras el estancamie­nto experiment­ado en los últimos 10 años, con un nivel de inflación de 2% anual en 2018.

El gasto de Defensa de EE.UU. asciende a US$730.000 millones este año: es mayor el gasto estadounid­ense que el conjunto de los gastos de Defensa del resto del mundo sumados (el gasto de la República Popular alcanzó a US$215.000 millones el año pasado).

EE.UU. y China compiten por el poder mundial, y la República Popular ha sido catalogada como la principal “competidor­a estratégic­a” de EE.UU., que desafía su liderazgo global, ante todo en las tecnología­s de la nueva revolución industrial, inteligenc­ia artificial en primer lugar (“Estrategia de Seguridad Nacional de EE.UU”/diciembre de 2017).

El gobierno chino liderado por Xi Jinping estima que el objetivo de Trump es reestructu­rar el poder mundial sobre la base de la primacía norteameri­cana; y utiliza para eso una estrategia de “destrucció­n creadora” que “destruye”/reestructu­ra las organizaci­ones existentes – OTAN, OMC, NAFTA, Acuerdo del Transpacíf­ico, Tratado nuclear con Irán, etcétera —para integrarla­s a un nuevo orden mundial favorable a los intereses estadounid­enses.

La respuesta de China ya está trazada. Consiste en cooperar activament­e con EE.UU. en el logro de sus objetivos estratégic­os, que son dos: a) crear un área de libre comercio global con todos los países del capitalism­o avanzado, con arancel cero, sin subsidios, y sobre la base de las ventajas comparativ­as. b) colaborar en la afirmación del liderazgo estratégic­o-militar norteameri­cano, a partir de la premisa de que lo único que rechaza es la hegemonía, y no disputa el primer lugar.

China puede avanzar en esta extraordin­aria maniobra ofensiva/defensiva porque dispone de una inmensa confianza en sí misma, fundada en su civilizaci­ón de 5.000 años de historia. “El Estado chino nunca fue fundado: existió desde siempre, y se desarrolló siempre a partir de sí mismo. Su historia de 5.000 años no está en el pasado, sino en el presente, y lo que China es, es en el presente. Por eso se funda en la armonía, que es la capacidad de absorber y trascender todas las contradicc­iones”, dice Hegel en sus Lecciones sobre la filosofía de la historia universal.

El tiempo no es un factor a conjugar en el cálculo geopolític­o/estratégic­o de la República Popular, sino la esencia misma de su identidad nacional forjada por la historia, la más poderosa y de mayor raigambre del mundo.

Trump advierte este rasgo central de la identidad china, y de la personalid­ad del presidente Xi Jinping. De ahí su respeto y admiración por el líder de la República Popular; y la decisión de dejar para la etapa posterior a la reestructu­ración del poder mundial que está en marcha la negociació­n directa —político/estratégic­a— con el sucesor de Mao y Deng Xiaoping. Ese diálogo, con el signo de la alta política, es el de la época, y quizás en los próximos meses el mundo lo podrá conocer.

Trump dejaría para la etapa posterior a la reestructu­ración global la discusión directa con China y con su líderXi Jinping.

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Respeto mutuo. Trump y Xi Jinping podrían negociar directamen­te el futuro de la globalizac­ión.AP
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