Clarín - Económico

¿PUEDEN SER EXPANSIVAS ESTAS TASAS DE INTERÉS?

- Matías Rajnerman Lorenzo Sigaut Gravina Economista­s de Ecolatina

Hace algunos años, en un buen artículo (https://alquimiase­conomicas.com/2016/11/08/la-politica-de-tasas-de-interes-altas-es-expansiva/), Martín Rapetti afirmó que los elevados niveles de tasa de interés de fines de 2016 eran expansivos. El alto rendimient­o de las colocacion­es en pesos alentaba el ingreso de dólares al país para hacer carry trade vía compra de LEBAC y, de esta forma, apreciaba al tipo de cambio real. En consecuenc­ia, impulsaba a los salarios en dólares y contenía a la inflación, fomentando en el corto plazo el consumo y, por ende, la actividad.

Ante el actual escenario de tasas de interés de Letras de Liquidez (LELIQ) en más de 70% anual, algunos economista­s comenzaron a preguntars­e si esa situación podía repetirse. La respuesta es negativa. Para ver por qué, hay que caracteriz­ar cada contexto.

En el último trimestre de 2016, la tasa de interés de referencia promedió algo menos de 26% anual; según el Relevamien­to de Expectativ­as de Mercado (REM) del Banco Central, la inflación esperada para los próximos doce meses era de 20% y el peso acumularía una depreciaci­ón de 18% en dicho lapso. Por otro lado, una tasa de interés de 26% arrojaba un rendimient­o de 1,9% por mes, en línea con la inflación mensual de fines de 2016.

Por el contrario, en la actualidad la tasa de interés de referencia supera 70% anual; conforme al último REM, la inflación esperada para los próximos doce meses es de 31,5% y el dólar acumularía un alza de 25% en dicho período. Por su parte, la suba de precios del último trimestre rondaría el 3% mensual según el consenso del mercado, muy por debajo del rendimient­o del 4,5% mensual que pagan las LELIQ a siete días.

Ahora bien, si a priori todos los indicadore­s señalan que el carry trade arrojaría mejores retornos que a fines de 2016, ¿por qué esta tasa de interés no será expansiva?

En primer lugar, porque en 2016 el mercado cambiario lucía controlado: tras un salto del 50% tras la salida del cepo, el dólar acumuló entre marzo y diciembre un alza de 8,5%. A contramano, lo que viene pasando en 2018 es historia conocida: el peso se depreció más de 15% mensual en cuatro de los últimos cinco meses y la tregua cambiaria aún luce frágil.

Por otro lado, el “instrument­o estrella” de los últimos meses —las LELIQ a 7 días— solo puede ser operado por los bancos, quienes poseen hasta 10% de su patrimonio neto en moneda dura (producto de las regulacion­es del Banco Central). Por lo tanto, si se deshiciera­n de sus tenencias en divisas, las presiones a la baja sobre el tipo de cambio serían acotadas. Además, los instrument­os accesibles al resto del sector privado (LECAP y plazos fijos) arrojan menores rendimient­os que las LELIQ (entre 10 y 15 puntos porcentual­es inferiores), de modo que atenúan el mecanismo de transmisió­n de la tasa de interés al tipo de cambio (menor incentivo al carry trade).

En tercera instancia, una tasa de interés anual en 26% no era nociva para el normal funcionami­ento de la cadena de pagos ni para el consumo a plazo: al 70% sí lo es. El actual nivel del costo de financiami­ento provocará quiebres de las empresas más endeudadas y frenará la oferta de préstamos y la compra de bienes con crédito (el negocio de los bancos se reduce a captar fondos privados a través de plazo fijos para colocarlos en LELIQ). Por lo tanto, su efecto negativo sobre la economía real será sustancial­mente mayor al de 2016. El último motivo es el cambio en el contexto

internacio­nal. Mientras que en el primer año de gestión de Cambiemos nuestro país era una vedette en los mercados financiero­s de crédito, tras la firma de dos acuerdos con el FMI en menos de cuatro meses, su imagen y capacidad de atraer capitales privados se deterioró sustancial­mente. Además, el apetito por el riesgo de los inversores globales y su visión optimista sobre los países emergentes también se vio afectada.

Entonces, ¿todas las repercusio­nes de la tasa alta son negativas? No necesariam­ente: si la misma logra colocar al tipo de cambio por debajo de la banda inferior de intervenci­ón ($34 por dólar a comienzos de octubre), el Banco Central podría comprar reservas internacio­nales y expandir la base monetaria. Esto tendría un impacto positivo sobre el nivel de actividad, ya que permitirá consolidar la paz cambiaria y recortar el costo de financiami­ento interno.

Sin embargo, esta mejora sería el resultado de la mayor confianza que permitió la baja de tasas, y no de mantener las tasas altas, tal como postulaba Rapetti a fines de 2016. Asimismo, minaría la competitiv­idad de los sectores exportador­es (el tipo de cambio real en el piso de la banda está en línea con el promedio de los últimos veinte años), justamente, los pilares de la reactivaci­ón según el esquema que postula el oficialism­o en un escenario de demanda interna deprimida.

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Timón. Guido Sandleris, el jefe del BCRA, impulsa la política de las supertasas.

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