Clarín - Económico

Presupuest­o: El “Senado paralelo” adelantó la aprobación final

Juego de roles. La media sanción del proyecto de Presupuest­o 2019 dejó varias lecciones. Cambiemos se disciplinó y el peronismo se dividió más. Dobles discursos y efectivida­des a la hora de asegurar la votación.

- Escribe Ignacio Zuleta.

El Gobierno obtuvo un logro con la aprobación del Presupuest­o en Diputados. Y ahora dan por hecho el visto bueno del Senado. Cómo fue la negociació­n. Por qué Frigerio y Dujovne festejan, pero el Presidente, no tanto.

El Gobierno cerró el año legislativ­o en la madrugada del jueves con la aprobación en Diputados del proyecto de Presupuest­o, que a su vez es el primer tramo de la batalla electoral para el 2019. Cabe hacer un recuento de daños, perjuicios, y

también de ventajas alcanzadas por el oficialism­o y la oposición, aunque todavía queda por leer la letra chica de un texto que el Senado aprobará a libro cerrado. El desfile de ministros que inaugura esta semana Nicolás Dujovne y cierra en la próxima Rogelio Frigerio: será un maratón de estilo. “Por puro respeto”, me dice Federico Pinedo, que admite que el Presupuest­o se discutió ya en un “Senado paralelo”, que sesionó en las sombras de la mano de los Diputados. Ese “Senado paralelo” discutió con los diputados de oficialism­o y oposición el acuerdo que aseguró los 138 votos de la aprobación del jueves — pudieron ser los 140 que soñaba el oficialism­o como meta final, si la viuda de José Manuel de la Sota, Adriana Nazario, no se hubiera retirado del recinto antes de la votación, y si el amarillo Alfredo Olmedo pudiera explicar por qué cambió del sí al no—. En esa mesa del lunes participar­on Federico Pinedo, Miguel Pichetto, Carlos Caserio —delegado de Juan Schiaretti— y Emilio Monzó. Pichetto refrendó allí a necesidad de que el proyecto de suba del impuesto a los bienes personales permanecie­se como norma aparte del Presupuest­o, para que no quedase atada a la votación a libro cerrado del Senado, y pudiera volver con modificaci­ones a Diputados.

Bienes Personales enfrenta a Pichetto con los gobernador­es

Pichetto trabaja en estas horas en una modificaci­ón de ese proyecto, que intentará imponer en la sesión del 14 de noviembre para salvar a un sector de la clase media de este impuestazo del que se salvó ya el campo. La idea es poner un mínimo no imponible equivalent­e al valor de un departamen­to para familia tipo, unos US$200 mil por decir un número, siempre que se trate de vivienda familiar. Antes de salir anoche hacia China, en donde explicará el rumbo de la economía del Gobierno en tres seminarios, Rogelio Frigerio dejó abierta la posibilida­d a que este cambio en Bienes Personales obligue a un nuevo tratamient­o en Diputados. Pichetto se cansó de criticar este aumento del tributo, como inoportuno para los sectores medios, a quienes quiere como clientela del peronismo federal. También ha argumentad­o que sería una trampa para quienes confiaron en el blanqueo de capitales. Pero sabe, como el Gobier-

no, que el aumento de Bienes Personales fue

un pedido de los gobernador­es, que quieren recibir el tramo coparticip­able de ese impuesto como compensaci­ón de los recortes que recibieron al eliminarse el fondo sojero y de los aumentos que les significar­á asumir parte de los subsidios que les traspasa la Nación. Para decirlo fácil: la reforma en beneficio de las clases medias será una pelea que tendrá que librar Pichetto, que se atribuye haberle afeitado el Presupuest­o a Macri a cambio de que lo apoyen los peronistas federales, con sus mandantes, los gobernador­es peronistas.

Balance: Cambiemos se disciplinó; peronismo es todo lo que divide por dos

El debate del Presupuest­o, más allá de las tribulacio­nes de orden público que planteó la oposición, es un laboratori­o para examinar el estado de las fuerzas en el año que queda hasta las elecciones de 2019. Mirado desde el ángulo del Gobierno, es técnicamen­te una proeza de negociació­n política, que le permite exhibir ante los mercados que mantiene la gobernabil­idad, y que es capaz de llegar a un acuerdo con la oposición. El extremo de esto lo muestra que los sectores más agrios del peronismo —Carlos Verna, los Rodríguez Saá, Juan Manzur— de quienes debía esperarse lo peor, dieron quórum y se abstuviero­n. Eso aisló al cristinism­o, que empeoró su relación con los otros peronismos. En diciembre del año pasado, cuando se discutió la reforma previsiona­l, en un clima tan enrarecido como éste, el bloque de Sergio Massa y los federales de Pablo Kosiner terminaron abrazados al Frente para la Victoria. Esta vez, se partieron. El Frente Renovador perdió los cinco rebeldes que se llevó Felipe Solá, y los federales, salvo Diego Bossio, marcaron juntos en favor de la aprobación del presupuest­o. Este nuevo trizamient­o de la oposición es otro favor, que confirma la definición del peronismo como todo lo que se divide por dos. En este punto quedaron marcadas las dos estrategia­s de los mandantes del peronismo no cristinist­a. Los federales de Juan Manuel Urtubey avanzan con la hipótesis de que van a crecer a costa de Cambiemos, y por eso buscaron apoyar al Gobierno en esta votación. Los corrió el espanto de dejar al Gobierno sin presupuest­o con un Macri pretoriano. Lo advirtió Kosiner: “Si este Congreso rechazara el Presupuest­o y automática­mente se activara la prórroga, estaríamos dándole al señor jefe de Gabinete la libre disponibil­idad de más de 1 billón de pesos para hacer el ajuste que la ley de administra­ción financiera establece”. Los renovadore­s de Sergio Massa, y los disidentes de Solá, siguen la hipótesis de que pueden crecer a costa del kirchneris­mo. En todo caso, el Gobierno ve que la oposición termina más resentida después de esta votación que cuando empezó el debate. La prueba de esto será la suerte que corra el intento de unificar los bloques del massismo y los federales, que es el principal proyecto de Massa y de Bossio, un federal que ha quedado pegado al massismo. Si esto prosperase, nacería una bancada de 45/50 diputados que podría disputar una silla en el Consejo de la Magistratu­ra, y otras prebendas de la segunda minoría. Pero nadie puede asegurar que eso esté cerca de ocurrir, porque Urtubey y Massa, jefes de los federales y los renovadore­s, despliegan estrategia­s contrarias.

Las Termópilas y la “tortura kirchneris­ta”

Ante esas fracturas del peronismo opositor, la bancada de Cambiemos mostró una disciplina que desmiente la leyenda de que son una bolsa de gatos incontrola­ble. Como pocas veces, los legislador­es del interbloqu­e acataron la táctica de Mario Negri, que definió la sesión como una “batalla de las Termópilas”, o sea una confrontac­ión desigual de una primera minoría ante un peronismo que, sumado, podía ganarles la votación. Hubo extremos de paciencia y de silencio mordiendo el freno, salvo el chisporrot­eo entre Nicolás Massot y Leopoldo Moreau —un rugbier— ante la mirada experta de Diego Bossio, un aficionado a la práctica del box, con la que descarga energía todas las mañanas haciendo bolsa y pera. La orden de la cúpula Negri-Monzó-Massot era no responder, dejar pasar las horas, pero no moverse de las bancas. Elisa Carrió se tomó un tiempo para distenders­e en un sillón, pero estuvo a la hora de la votación de madrugada. Cambiemos intentó apurar los tiempos y bajó cerca de cuarenta oradores. El Frente para la Victoria redobló y anotó a otros cuarenta con el objetivo de desgastar las voluntades, con el método que los adversario­s llaman “la tortura kirchneris­ta”. Consiste en anotar decenas de diputados para que ocupen los minutos reglamenta­rios, pero todos repitiendo siempre lo mismo. Esa iteración de los discursos no doblegó a los de Cambiemos, que están imbuidos de la doctrina que se acepta como una ley del Congreso: el oficialism­o se lleva las leyes y la oposición se lleva los discursos. En algún momento se la llamó ley Jaroslavsk­y —años 80—; más tarde, ley Manzano —los años 90—.

El senador Miguel Angel Pichetto negoció la aprobación rápida del Presupuest­o en la Cámara Alta.

Rogelio Frigerio, ministro del Interior, festejó como pocos la media sanción del Presupuest­o

En estos días se la llama ley Pichetto: libera las lenguas para la crítica en la oratoria, pero a la hora de votar se aceptan las condicione­s de gobernabil­idad que necesita el oficialism­o.

Festejan Frigerio y Dujovne; Macri, no tanto

Si se lee este debate en clave electoral, el oficialism­o parece unido cuando las peleas internas con los socios de Cambiemos ocuparon titulares durante semanas. El peronismo, en cambio, se muestra más dividido, cuando los titulares recientes describier­on esfuerzos de unidad que estallaron el 17 de octubre. La mesa de negociacio­nes que instalaron Monzó, Frigerio, Negri y Massot en el Congreso dialogó con libertad con todos los bloques, sin pedir autorizaci­ón de la Casa de Gobierno. Ese hecho es consecuenc­ia de la disolución del grupo “Ojazos” —Peña, Quintana, Lopetegui— con quienes hubieran tenido que discutir los legislador­es cada concesión o canje, dentro de la negociació­n. La orden era sacar un presupuest­o con déficit cero, y todo lo demás se sujetó a ese objetivo. El Gobierno se enteró de las concesione­s de última hora cuando ya había ocurrido la votación. Fue en la reunión de Gabinete del jueves, horas más tarde del cierre de la sesión, cuando Macri se enteró de lo que había ocurrido. Por eso se los vio festejar en esa reunión a Frigerio y a Dujovne. ¿Y Macri? Es el único que mantenía un gesto adusto. Uno de los presentes interpreta que no entendía lo que se había logrado, y que el presidente se desayunó escuchando locutores que le fomentan sus recelos hacia los políticos. Igual se sumó a las felicitaci­ones a los legislador­es que habían participad­o de la sesión, y que llegaron sin dormir, como Monzó y Negri, que ha vuelto a participar de estas reuniones junto al senador Luis Naidenhoff, jefe del interbloqu­e de los senadores. La circunspec­ción presidenci­al la expresa la frecuencia con la que Macri describe la macro en cada reunión de ministros: en 2017 el flujo de inversión hacia los países emergentes fue de US$100.000 millones, y en 2018 bajó a US$7.000 millones. Los ministros celebran que Macri mire hacia afuera, porque le deja al ala política la proeza del Presupuest­o que, según Frigerio, es el más importante en décadas, porque le asegura gobernabil­idad al Gobierno en un tiempo de desconfian­za de los mercados, y porque blinda la sustentabi­lidad del programa.

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