Clarín - Económico

UN ACUERDO CON ALGUNAS CARTAS MARCADAS

- Escenario Oscar Martínez omartinez@clarin.com

Gerry Rice, vocero del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), le dio la única buena noticia de la semana al Gobierno. Dijo que el organismo analiza el acuerdo otorgado en 2018 a la Argentina de Mauricio Macri, para "sacar lecciones, de modo que podamos incorporar­las y trabajar aún mejor para servir a nuestros miembros en el futuro". No es claramente un reconocimi­ento de algún error, que los hubo a montones, en el otorgamien­to de US$57.000 millones. Pero es, de alguna manera, la carta que necesita el oficialism­o para sentarse a negociar la postergaci­ón del acuerdo, de algún tipo e incluso sin desembolso­s de fondos frescos, con una condición inamovible: dilatar los pagos al organismo lo más posible.

La causa es simple: este año la Argentina debe pagar poco más de US$18.000 millones por diversas deudas. De ese total, la mitad es un pasivo intraguber­namental que no cuenta. El resto incluye US$6.000 millones al tándem FMI-Club de París y apenas US$3.000 serían de pago imposterga­ble. Para sacarse de encima esos US$6.000 millones, Martín Guzmán, o quien sea, tiene el argumento de los errores de la "línea" e incluso de la decisión política del Directorio del FMI para otorgarlo. Sería algo así como trabajarle­s la culpa. La necesidad tiene fecha: octubre, las elecciones y un acuerdo que no incluya un ajuste tan taxativo como esperable.

Por otra parte, este prolijo equipo económico intenta darle un marco presentabl­e a la negociació­n con el FMI. Con el mercado de cambios bastante tranquilo y con la brecha entre el dólar oficial y los privados más acotada, la gente de Guzmán espera la liquidació­n de los primeros lotes de la cosecha gruesa (con precios altos) para robustecer las menguadas reservas de libre disponibil­idad.

En el mientras tanto, el pago del impuesto a la riqueza también le da aire al mercado de cambios. Tanto por la venta de bonos (un factor marginal, pero que también suma en la caída de los precios de los títulos públicos y en la suba del riesgo país) como por la "desdolariz­ación" compulsiva de las carteras de los contribuye­ntes afectados. Una parte de esas divisas también se negocian en el mercado informal y sirven para planchar aún más el dólar blue. La emisión del Banco Central para el Tesoro está relativame­nte controlada y la política de colocación de deuda en pesos, muy costosa en el mediano plazo, reemplaza a la más inflaciona­ria emisión de pesos.

Pero también, para sorpresa de ortodoxos, los números fiscales podrían provocar alguna satisfacci­ón entre los burócratas del FMI. Las consultora­s económicas, como en el caso de ACM, destacan que "el resultado fiscal primario en enero de 2021 fue superavita­rio en $24.074 millones (0,6% del PBI), el mejor dato luego de la irrupción del COVID-19. En el mes pasado los ingresos totales aumentaron 53,3% intraanual, mientras que los gastos primarios lo hicieron al 43,8%. De esta manera, en términos reales los ingresos totales subieron por encima de los gastos primarios por primera vez luego de la pandemia". Es verdad que en enero hubo un ingreso extraordin­ario por retencione­s una vez resuelto el paro en los puertos, pero así y todo la cifra vale.

Sin embargo, más que la foto interesa ver la película. Sobre todo la columna de los gastos que es donde se verificará, en definitiva, la viabilidad del programa económico para el FMI. Así, dentro de los gastos primarios, las prestacion­es sociales crecieron 30,5% entre enero de 2021 y el mismo mes del año pasado. Las jubilacion­es y pensiones crecieron 33,4% (4% por debajo de la inflación interanual), producto del incremento en los haberes por aplicación de la movilidad jubilatori­a. Por su parte, la AUH creció 35,8% en términos nominales. El rubro "Otros programas sociales", que reúne el REPRO II y otras iniciativa­s para morigerar los efectos de la pandemia, sólo aumentó 25,1% en el año, ya que comenzaron a aplicarse después de la pandemia y, además, en los últimos meses se verificó una desacelera­ción de los gastos por la pandemia.

En todos los casos, y contraponi­endo la realidad con el relato, la asistencia social incluso en plena pandemia, creció por debajo de la inflación. Y se reconfirmó, pese a la palabra presidenci­al, que los jubilados son parte esencial del ajuste en el gasto. Como también que lo seguirán siendo. Y algo parecido sucedería con los ingresos de los empleados públicos, que tienen destino de suba por debajo de la inflación. Quedaría por resolver el tema de las tarifas y de los subsidios. Cuestiones que, con retoques menores, quedarían para el tercer trimestre. Y mientras, vamos viendo.

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