El economista Daniel Artana plantea que, en la actualidad, la Argentina tiene los mismos desafíos que en 1983: déficit fiscal, inflación, informalidad laboral y un Estado ineficiente.
La herencia económica que recibió la democracia argentina fue bastante pesada. Si bien el desempleo registrado era bajo ( del orden de 4%), la inflación en el año 1983 superó el 400%, el déficit fiscal era de 10% del PIB y el desequilibrio externo algo más de 2% del PIB. El gasto público consolidado era del orden de 30% del PIB.
Durante los 30 años siguientes hay una palabra que sintetiza lo observado en la economía: la alta volatilidad. La Argentina tuvo años de bajo desempleo y otros donde llegó al 20%; tuvo unos pocos años con inflación baja ( incluso deflación), pero también sufrió dos hiperinflaciones en 1989 y 1990, algunos años con recesiones importantes que fueron seguidos por años con crecimiento a tasas chinas ( 1991 y 1992, el quinquenio 2003- 2007 y 2010). Además, dos reestructuraciones de deuda en default y otros años con acceso fluido al crédito, o pobreza baja en algunos años y un 2002 con un triste récord de familias por debajo de la línea de pobreza.
Este volátil desempeño económico debe evaluarse a la luz de las condiciones externas relevantes para el país y de lo observado en otros países de la región. El cuadro 1 muestra la evolución de algunas variables de algunos países de América para el período 1984- 2012 y para dos subperíodos de 15 y 14 años respectivamente. Se puede concluir lo siguiente: π El crecimiento real anual de la Argentina de todo el período fue de 2,8%, similar al de Estados Unidos, Brasil y México e inferior al de Perú, Colombia y Chile. No sólo no pudimos descontarle terreno a Estados Unidos sino que además nuestro crecimiento fue el más volátil de todo el grupo de países ( medido por el coeficiente de variación). La comparación es algo menos desfavorable para el segundo período ( 1998- 2012). π Las exportaciones aumentaron al 8% anual en los 30 años de democracia, a una tasa similar a la observada en Brasil ( y superior a la de Estados Unidos) pero inferior a las de Chile, Colombia, México y Perú. Esta comparación es todavía más desfavorable en el segundo período. Esto es una evidencia de que la política proteccionista de la Argentina y Brasil ha tenido algún costo en términos de desarrollo exportador. π El tipo de cambio real argentino ha sido muy volátil, aunque en este indicador Brasil y Colombia se nos parecen bastante.
El cuadro 2 muestra las condiciones externas relevantes. La relación de precios de exportación a precios de importación ( términos del intercambio), el tamaño relativo de Brasil a la Argentina y la tasa real de interés en Estados Unidos. Todos ellos fueron mucho mejores en el segundo período, y sobre todo en los últimos dos años. En ese contexto a priori debería ser más fácil lograr más crecimiento y mejorar las condiciones de vida de la población. Por ello, puede concluirse que en el segundo período hemos desaprovechado una buena oportunidad.
El cuadro 2 muestra también el resultado fiscal y el externo. En particular puede verse que la mejora fiscal que se observa en el segundo período se pierde sobre el final, aun cuando las condiciones externas son particularmente favorables.
No es sorprendente que esa volatilidad que se observa en las variables económicas se haya dado también en la política económica. Por ejemplo, en lugar de avanzar corrigiendo las falencias de los gobiernos anteriores muchas veces quisimos hacer cambios “fundacionales”. Por ejemplo, pasamos en 30 años de un sistema público de jubilaciones a uno mixto y luego de regreso a uno público, de una empresa estatal de energía a una privada y a otra de capital estatal mayoritario.
Pero algunas cosas se mantuvieron más o menos estables: π Alta informalidad laboral ( era 40% en 1983 y es 43% hoy).