¿ Y POR QUÉ NO CREER?
San Nicolás dedicó su vida y fortuna, siglos atrás, para mejorar la calidad de vida de sufrientes, pobres e infelices. Con el tiempo, Occidente convirtió su historia en leyenda y nació Papá Noel. Su bonete colorado, barba blanca y ojos celestes se convirtieron en símbolo de estas fechas. La Navidad, en nuestra tierra, comparte ingredientes religiosos y paganos, reales e imaginarios, históricos y de leyenda. ¿ Por qué creer en Papá Noel? Sin duda no existen respuestas definitivamente válidas a esta pregunta. Incluso es posible que la mejor respuesta sea simplemente: ¿ y por qué no?” Creer en Papá Noel permite a los chicos hacer una lista de regalos que les traerá de su viaje en reno alrededor del globo. Posibilita vivir la ilusión, una vez al año, de que existe un señor, inmortal y bondadoso hasta el infinito, que conoce a cada uno y permite esperar con entusiasmo la medianoche. Creer en Papá Noel puede ser una decisión. Algunos sugieren que creer facilita en los chicos un espíritu materialista. Es posible atreverse a pensar que ello no depende del personaje, mucho menos de la leyenda. Depende de cuán responsables somos aquellos que sostenemos la ilusión de nuestros hijos. Los padres a veces llenamos esa ilusión de grandes regalos que no siempre nacen de lo que anhelan los chicos, sino del afán de consumo de los grandes. Todo presente, por pequeño que sea, es valioso. Orientarlos a pensar al momento de pedir, y enseñarles a ser humildes en esa expectativa, puede ser una enseñanza que los acompañe siempre. Creer o no creer, esa es posiblemente la cuestión. Personalmente, prefiero creer porque, como dice mi hija Manuela, de cinco años, “mejor se lo pedimos a Papá Noel así no gastás plata mamá”, mientras me regala su mejor sonrisa, algo que no quiero perderme por nada del mundo. (*) PhD, Directora de NeuroEduca.