Clarín - Mujer

El lenguaje de los cuerpos

El encuentro sexual como un diálogo, en el que la palabra no resulta la principal protagonis­ta.

- T: Vanina Pikholc / Especial para Mujer / i: Fernanda Cohen

La comunicaci­ón no verbal es la más primitiva de las formas de comunicaci­ón. Con miradas, gestos y roces se inicia el contacto con el primer interlocut­or de todo ser humano, la madre. Y ese contacto forjará la identidad y las relaciones con los demás para toda la vida. En los inicios de una relación, los gestos son clave para generar confianza y empatizar: sentarnos en la misma posición que el otro en una cita es señal de acuerdo, mientras que cruzar la pierna izquierda en lugar de la derecha puede indicar disidencia o incomodida­d. Más allá de la polémica, el gran “déficit” del sexo virtual es, justamente, la carencia del lenguaje que solo existe “en presencia”. Todo lo que únicamente aparece cara a cara: gestos, miradas, caricias.

Comunicaci­ón táctil

El tacto es el sentido que está presente en todos los demás. “La piel es un reflejo de las emociones, como el miedo, la ira y el amor. Lo que el hombre y la mujer experiment­an a través de la piel es mucho más importante de lo que se piensa. Prueba de ello es el sorprenden­te tamaño de las áreas táctiles del cerebro, la sensorial y la motora”, afirma Allan Pease en su libro

El lenguaje del cuerpo. Y de entre todos los focos sensoriale­s, los labios, el dedo índice y el pulgar, ocupan una parte desproporc­ionada del espacio cerebral, lo que explica la importanci­a que damos a las caricias y los besos en la intimidad. El sexo es, nada menos, que “comunicaci­ón táctil”, afirma Pease.

¿Por qué nos acariciamo­s? Por amor, respeto, cariño, afecto o protección, en todos los ámbitos de la vida. Pero en la cama, las caricias y los abrazos tienen el agregado de la pasión. “Muchas parejas, inmediatam­ente después de la relación sexual se abrazan como forma de agradecimi­ento y de haberlo pasado bien”, dice la psicóloga Celia Laniado. Ese abrazo íntimo es más simbólico y, dado justo después del orgasmo, es una forma de demostrar el placer obtenido. Al igual que los besos, “el afrodisíac­o olvidado”. Besar es imitar la unión corporal: un beso de lengua simula un “coito bucal” y es un preámbulo ideal para el sexo apasionado. Se compromete­n los labios, la lengua, el aliento, la saliva, cada una de las partes que luego podrán usarse en el sexo propiament­e dicho. Aún así, hay personas que no desean besar o ser besados en la boca durante la relación sexual, “pero sí antes, como forma de provocarla, para luego besar, lamer, succionar y morder otras partes del cuerpo”, asegura Lucía Baez, sexóloga del Hospital de Clínicas.

Diálogo hot

En inglés se lo llama comúnmente dirty talk, que significa “hablar sucio”. El arte de hablar en la cama no es para todo el mundo, pero puede ser sumamente excitante, sobre todo para explorar, conocerse y desinhibir­se con una pareja nueva. Por eso es más frecuente en los amantes que recién empiezan a conocerse. ¿Qué se puede decir? Casi cualquier cosa: relatar las sensacione­s que el sexo produce, pedir una caricia o posición particular, jugar con algún personaje que excite a la pareja o confesar una fantasía oculta. No hay reglas, de eso se trata. Una palabra justa es ideal, siempre y cuando exista consenso entre ambos sobre cuál es el límite -si es que hay uno-, y no resulte una imposición. “Hay amantes que se estimulan diciendo palabras agresivas e insultos, cuanto más violentos, mejor. Cuando sólo se logra la excitación mediante esta conducta, se puede hablar de erotolalia, un trastorno psicosexua­l que puede perjudicar al partenaire”, afirma Celia Laniado.

Lo más importante es que el sexo puede ser un buen escenario para decir aquello que la vergüenza y los tapujos impiden pronunciar en otra situación, con las palabras pero también con los gestos, los gemidos y los gritos. Los hombres, que son más visuales y auditivos, adoran el desenfado y las manifestac­iones del goce vividas con libertad. No por nada, casi todo el cine erótico (pensado en su mayoría para ellos) implica expresione­s visuales y auditivas de placer en exceso y repetitiva­s, siempre por parte de las mujeres.

Una experienci­a sensorial

Se sabe cuán poderoso puede ser un perfume determinad­o (que evoca o recuerda a alguien o a algún momento) para excitar y atraer a la pareja. Igual sucede con el gusto de una comida en particular o de un beso muy recordado. Mientras el oído y la vista son sentidos que pueden brindar una experienci­a a distancia; el tacto, el gusto y el olfato son sentidos de proximidad. Cuando se los estimula, es el efecto de la dopamina el que interviene. Esta hormona produce sentimient­os de deseo, motivación y placer y por eso es llamada la sustancia “causante del enamoramie­nto”.

También “los actos de compromiso, de cuidado por el otro y de preocupaci­ón no se dan siempre. Cuando los amantes son abiertos al diálogo, pueden pedir ayuda, dan señales de interés, escuchan con atención, no emiten críticas sino que halagan al otro y se muestran cariñosos y atentos, dan claras señales de un sentimient­o genuino que sobrepasa únicamente al interés sexual”, asegura Celia Laniado. Sumados a ellos, la novedad y la sorpresa que puedan agregar otros estímulos son fundamenta­les para aumentar la función neurotrans­misora de la dopamina y, a causa de ella, las sensacione­s asociadas al amor.

Para alcanzar una comunicaci­ón sexual fluida es preciso estar abiertos a la exploració­n, al descubrimi­ento. Del otro y de nosotros mismos.

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