Clarín - Mujer

Viva el bosnio

Las aventuras de Caty Kharma

- Por Patricia Suárez

Desde que la bobe Fanny vivía en la casa de Caty, muchas costumbres habían cambiado. El Candy Crush y demás juegos fueron impunement­e reemplazad­os por el canal de crímenes. La abuela decía: “A mí me gustaría mucho actuar en una reconstruc­ción de un crimen brutal por la tele; hacer de asesina serial, o de violadora, atracadora, alguna de esas profesione­s malvadas. Cualquier cosa menos hacer de la víctima, que es un papel más estúpido y además, si tenés mucha sangre encima siempre das mal en cámara: el rojo de la sangre engorda como tres kilos en la pantalla”. Caty asentía y temblaba ante la vista horrorosa de la naturaleza homicida del ser humano. A veces, también la abuela se estremecía. “Me pasma”, comentaba a Caty, “el paso del tiempo; cómo eso afecta lo más profundo de nuestro ser, la belleza de la juventud que se marcha para no regresar…” Cuando la nieta oía así hablar a la abuela, la palmeaba con amor en el dorso de la mano: “Abuela, vos seguís siendo una mujer hermosa”. La abuela la miraba sonriente: “¿Yo? Sí, claro que sí. Pero no hablaba de mí; hablaba de Hotch. Del agente Aaron Hotchner de Criminal Minds, que antes era un bombonazo y ahora está flaco y enteco. Y pensar que si yo era capaz alguna vez de pisar un sex shop para buscar un bichito a pilas con el que autoabaste­cerme, era por el Agente Especial Hotch. Hotchie lo hubiera llamado yo en la intimidad.” Caty quedó un poco sorprendid­a con la revelación y preparó dos tés mientras se disponían a ver Casadas y Armadas. Sirvió el té a la canela en una taza decorada con patitos y pollitos, y la abuela sacó de debajo del almohadón del sofá una petaca de vodka de la Perestroik­a y le echó un trago largo. Con voz ronca pronunció: “Es lo mejor para preveer los catarros invernales. Yo a tu padre le echaba el vodka ya en el biberón. Por eso él se vino grande y fuerte; un poco tarambana, pero eso se debe a los genes de su padre, no los míos. ¿Viste que tu padre es incapaz de enojarse con alguien? Es que a los nueve años ya era alcohólico y lo quisieron enviar de prepo a recuperaci­ón, lejos mío, como a tres estados de distancia. Por suerte, yo me opuse y él siguió siendo alochólico pero cerca de mí, donde yo podía vigilarlo. A lo mejor tu padre huyó de mi lado porque me odia, Caty comenzó a creer que su bobe Fanny era un verdadero monstruo. “¿Vos bebés?” Caty asintió y la abuela sacó de abajo del sofá un arsenal de bebidas blancas y una coctelera. “¿Sabés cuál es mi trago preferido? Sol y sombra, un trago que inventó Ava Gardner: dos medidas de anís y dos de cognac. Después del tercero, ya no sabés bien dónde está el sol y dónde está la sombra y hasta creés que el mundo puede mejorar y ser un jardín de alegrías. ¿Querés que te prepare uno?” Caty hizo que sí con la cabeza mientras observaba cómo el novio disparaba al auto de Shereeze doce veces nada más que porque la extrañaba mucho en Todo por ti. “Un día hacé la prueba y tomá este trago sin perder la conciencia hasta la hora del amanecer, entonces vas a ver que el sol es verde. Porque el sol es verde, pero nosotros lo vemos amarillo. Pocas personas pueden ver eso porque es una cuestión de longitud de onda, pero lo ves verde tal cual es, te volvés un privilegia­do ya que pocos pudieron hacerlo, y después llamás urgente al 911 y pedís que te laven el estómago. Es toda una experienci­a, tendrías que probar”.

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