Clarín - Mujer

Caty Kharma

- Las aventuras de Caty Kharma Por Patricia Suárez

Loca por las series.

Como suele suceder, una amiga le recomendó una serie y Caty la empezó a ver como loca. Se trataba de la británica Doctor Foster, la historia de la mujer que es engañada por el sátrapa de su marido y ella va descubrien­do el engaño en clave de thriller. Aunque era una serie relativame­nte corta -cinco capítulos de casi una hora cada uno-, la cargó en la tablet y la miró desde ahí todo y cuanto pudo. Mientras le cocinaba a los mellizos, lavaba los platos, antes de acostarse, cuando viajaba en subte al trabajo, en el negocio entre clienta y clienta. En cierto momento, cuando salió del negocio para tomarse un café, y se sentó en su mesita con la tablet, le pareció que mesas atrás estaba Simon Foster con la amante, comiéndose un bagel con dulce de leche. Que untaran el bagel con dulce de leche le llamó la atención, porque el dulce de leche no era usual de Inglaterra, sino de estas lejanas pampas. Se volvió y el tipo que ella creyó Simón Foster le hizo una seña de hola con los dedos: era el hijo de don Elías, el de Elías Underwear, local 18. Lo que ella había presenciad­o era el fenómeno “borrachera de series” que produce la sensación, luego de haberse empachado de episodios, de estar viviendo en el mundo de la serie. Uno podía estar viendo a Tony Soprano tomarse un ristretto en La Boca o a Walter White cruzando la Avenida Paseo Colón para entrar a dar clases en la Facultad de Ingeniería.

Esa noche, después de cenar, Caty se dispuso a ver el último episodio de Doctor Foster, aunque en ese instante y en la cama, fue requerida de amores por su esposo y cumplió con él, pensando en cada vez que la Dra Foster hacía el amor con su esposo -y lo hacía tan satisfacto­riamente, al parecer-, para descubrir poco después que él seguía viéndose con la amante. Para su sorpresa, venía siendo bueno el sexo con Simón (¡Dios, su esposo Simón Alvarado, tenía el mismo nombre del malvado marmota de la serie!). Ella no podía saber si era que estaban teniendo mejor sexo entre los dos o que ella estaba tan agotada que cualquier sexo a las apuradas y de medianoche podía parecerle grandioso. O, como muy bien la DraFoster ponía en escena, podía ser que lo hiciera ¡para ocultar que tenía una amante y tener la fiesta en paz en casa! ¡Cómo había hombres tan cretinos, tan así! ¿Era acaso la naturaleza del hombre? Hubiera podido llamar a su madre para pedirle su opinión o a Shayla, su amiga ortoréxica, sino hubiera sido que ya conocía lo que iba a escuchar de labios de su madre, y que a Shayla le hubiera dado más o menos lo mismo qué hiciera su esposo mientras no la obligara a comer alimentos grasos y de altas calorías. Una vez que su Simón se dio vuelta y se durmió, Caty terminó el último capítulo de la serie. Apoteótico.

A la mañana siguiente, lunes 23 de mayo, hizo 4° C. Se dispuso a salir al trabajo, cuando la ventolera del palier la tomó. Volvió y buscó las bufandas. Estaban las dos en la cajonera de abajo; las de ella amarilla y la de él rojo señal. Siguiendo su instinto se puso la de él y recordó el primer capítulo de Doctor Foster, donde ella encuentra un largo pelo rubio enrollado en la bufanda de él y ahí empieza a descubrir todo el asunto. Por eso, se sobresaltó un poquito cuando halló un pelo negro ala de cuervo, de unos veinte centímetro­s, metido entre el punto santa clara de la bufanda. Caty empalideci­ó: ella era castaña clara; las mujeres de la familia se teñían todas de rubias. La maestra jardinera de los bebés era … veinteañer­a, era tetota, era morocha, morocha ala de cuervo …

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