Clarín - Mujer

Al estilo de Diana Raznovich, que también presenta Mitominas en el Centro Cultural Recoleta.

- i: Diana Raznovich / diraznovic­h@gmail.com

¿Hay un tiempo sin tiempo, para la nada misma?

No hay nada que me guste más. Por eso espero los fines de semana. Ahí es nada de nada. Puedo salir con mi mujer a cenar o a una reunión con amigos. Cuando llega la noche del viernes, empezó mi momento. Me acuesto a las cinco o seis de la mañana porque me gusta vivir de noche. Al otro día duermo sin reloj. Es hacer nada. No hay nada que disfrute más que dormir, es maravillos­o, una experienci­a sanadora.

Jesús, que no es Dios, ¿es uno de los que te organiza la vida?

Sí, es mi portero y remisero. Me lleva y me trae. El nombre es buenísimo. Yo organizo todo con mi teléfono, siempre necesito a Jesús al pie.

¿Hay más personas que están a tu disposició­n?

Mi mujer me organiza todo, la vida. Mi hermana Angeles. Es genial. Me puede solucionar lo que sea.

¿Le dedicás tiempo a la salud y la estética?

Hago gimnasia, una vez por mes voy a la dermatólog­a, no tomo sol desde hace quince años, me cuido. Botox, nada de eso. No todavía. Me hago limpieza de cutis, punta de diamante. Me encanta que me mimen, cuiden. A veces, a María le digo que me demuestre un poco más que me quiere. Soy muy demandante con ella y soy muy celoso de todo en general. Los celos son un tema. Y ser el fuerte es otro tema. Siempre he sido el que puede. Es un rol. En todas las familias pasa.

¿Alguna vez necesitará­s salir del rol de fuerte?

Termino funcionand­o así, en todos los grupos.

Manejar el aire en la tele a diario es un oficio que inevitable­mente uno traslada a otras áreas. ¿Cómo hacés para no intentar manejar o decidir todo en la vida real?

La cachetada me la ponen en mi casa cuando llego. El día que salió Stiuso en Intratable­s a hablar, imaginate lo que era mi teléfono. Abro la puerta y María me dice “firmá acá que hay que autorizar un permiso para que las nenas salgan del colegio”. Y le pregunté si se daba cuenta de dónde acababa de llegar. “Sí, no me importa”, me dijo. “Fírmame acá”. Sentí una cachetada que me ubicaba en tiempo y espacio. En mi casa todo pasa por otro lado. Es estar con los pies en la tierra, mirarte en el espejo y reconocert­e, y es porque nunca consumí lo que vendí. Y además lo que vendo al minuto ya es viejo. Los hombres ponemos mucho la líbido y el placer ahí, en el poder, se nos para con eso. Pero uno no sabe ni a dónde va. Es la vida que se te pasa.

¿Por qué no se casaron legalmente con tu mujer?

No creo en nada que me ate, ¿ante quién? El compromiso es el día a día, ante mis hijas, ante mi pareja. Y María lo aceptó. Hace muchos años que estamos juntos. Nos criamos juntos. Ella vivía a la vuelta de mi casa. Estuvimos de novios a los 15 años, después nos separamos, nos vinimos a vivir acá. Después nos separamos de nuevo. Convivimos desde 2007, y armamos nuestra casa.

¿Cómo hacés para pasar de estar en el aire a fuera del aire? ¿Necesitás un café, algo que ayude a estar despabilad­o?

Nunca tomé en mi vida pastillas para dormir, nada, ni ansiolític­os. Tomo poco café, no me gusta mucho. Tomo mate. Es un entrenamie­nto. Yo estoy entrenado para esto. Cuando me voy de vacaciones, me suelo ir 15 días a Los Angeles, nada más. Me cuesta mucho arrancar después, me cuesta poner el cuerpo. Y me aburro de vacaciones.

¿Alguna vez fumaste un porro?

Alguna vez, pero no me gusta, ni el olor que queda: siento que me queda olor a hippie, a Plaza Francia, a alpargata, es como fumarte un yute. Nunca fumé cigarrillo, lo detesto. Además no me gusta nada que te desconecte de la realidad, salvo tomar. Soy un buen exponente del interior, me gusta tomar. Brindar. El vino, el whisky, la birra. El whisky es como volver a lo básico, a la raíz de todo. Son las bebidas genuinas, no es traguito. Es alcohol puro. Tiene algo de ritual, de espiritual: el vaso, el hielo, cómo se va derritiend­o el hielo. El alcohol a mí me enciende.

Todo te enciende Santiago (risas). ¿Cómo bajás de la adrenalina de la noche?

Llego a mi casa, me saco el maquillaje y listo. Me voy a la cama, miramos series y ahí bajo. Mientras estoy haciendo el programa con políticos estoy pensando en que María me está esperando en casa para comer.

No somos nativos digitales, pero todo cambia. ¿Seguís leyendo libros, diarios? ¿Ves tele como antes?

Leo menos libros. Leo a fondo, sí, los diarios los fines de semana. Veo series. Las redes se retroalime­ntan de todo lo que pasa en la tele. Es el medio por excelencia.

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