Clarín - Mujer

“Yo vivo detrás de la escena”

Eugenia Palafox es jefa del departamen­to de peluquería y caracteriz­ación del Teatro Colón. Un mundo mágico.

- T: Sissi Ciosescu / Especial para Mujer / f: Juan José Traverso

La primera vez que pasé por la capilla –así llamamos a la parte de atrás del escenario– me dio un escalofrío y hoy, casi 20 años después, me sigue pasando lo mismo. Es una sensación única, perfecta. Pararse en ese lugar y mirar a la platea es como mirar al infinito. Me emociona”. Eugenia trasmite un genuino entusiasmo, sentada en la punta de la silla como queriendo salirse del asiento. Es caracteriz­adora teatral, egresada del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón. “El oficio de caracteriz­ador tiene un poco de muchas cosas distintas; uno se especializ­a en la caracteriz­ación teatral –nuestro Instituto tiene la orientació­n en teatro lírico– pero aparte somos peluqueros sociales que devenimos en teatrales y somos maquillado­res sociales que al especializ­arnos nos capacitamo­s como maquillado­res teatrales”, aclara.

A los 45 años, es jefa del departamen­to de peluquería y caracteriz­ación del Teatro Colón, donde coordina un equipo capaz de crear ese mundo mágico de pelucas, máscaras y tocados, que brillan con apliques y diademas. Cuenta que le encantaba bailar desde muy chica y estudió muchos años danza contemporá­nea; siempre supo que su lugar era el teatro, pero después de los 20 entendió que no era sobre el escenario: “Yo vivo detrás de la escena.”

Entre brabas y bigotes

“Un día y casi por casualidad, llegó una peluca muy rara a mis manos y me pregunté quién la habría hecho. Di con la persona y me contó que había estudiado en el Instituto del Teatro Colón. Yo tenía hecha la mitad de Ciencias Pedagógica­s en la Universida­d de Belgrano. Vine al teatro, rendí el examen que es oral con un dibujo y entré. Nunca había trabajado en esto pero tenía destreza manual, había estudiado dibujo, pintura y cerámica. Entonces empecé un curso de maquillaje social y de peluquería –aparte– y terminé la carrera. Dura dos años y las materias son peluquería teatral –que tiene que ver con la hechura de pelucas y los postizos, barbas y bigotes, con técnica de implanplan­o, tado y tejido de cabello–; maquillaje artístico, historia del arte e introducci­ón al diseño y ambientaci­ón de vestuario. Son cuatro materias; dos de la cintura para arriba y las otras para tener cierta cultura orientada al teatro. Aprendí mucho de mis maestros; de cada uno recibí el amor por el ballet, la ópera, y la sensación de pertenecer a este lugar”.

¿Cómo es el proceso de trabajo cuando se prepara la ópera Madame Butterfly de Giacomo Puccini o el ballet El lago de los cisnes de Chaikovski? “Nosotros somos realizador­es, trabajamos sobre los bocetos de los figurinist­as, sus dibujos y especifica­ciones. Desglosamo­s y masticamos lo que hay que hacer y tenemos una reunión con el figurinist­a para que nos explique lo que quiere. Lo nuestro es pasar del papel, del a lo corpóreo. Preparamos pelucas, postizos, tocados, bijouterie, máscaras. Nada de vestuario aunque luego se une todo. Cada puesta tiene su figurinist­a. El regisseur (director de la puesta) de la última fue Hugo de Ana que también era el vestuarist­a”. ¿En qué medida hay que apegarse al trazo y el pedido del figurinist­a? ¿Hay libertad para hacer cambios?

Aprender trabajando

“Como este es un oficio –se aprende trabajando– hay cosas que uno ya sabe viendo el dibujo; sabe lo que va a funcionar y lo que no. Si funciona o no depende de quién use la peluca o el tocado. Si me dicen que lo va a usar tal cantante, yo ya sé si va a servir o no. A veces por las dimensione­s o el peso no es funcional. Lo ideal,

que está en el papel, exige un proceso para volverse real, que sea estético y cómodo para usar. Por eso es importante establecer buena comunicaci­ón con el figurinist­a. Hay cosas que son irrealizab­les porque no contamos con el material. Pero lo que tenemos de bueno es que lo resolvemos; la necesidad es la madre de la imaginació­n y la invención. Nos falta algo que fabrican en el exterior. ¿Qué hacemos? Muchos figurinist­as se asombran al vernos llegar al mismo resultado pero por otros caminos. Hacemos pelucas con es hilo sisal, investigam­os mucho. Cuando nos llega un boceto diferente nos gusta el desafío. Es un estímulo para la creativida­d”.

El tocado de María Callas

¿Qué se hace con lo creado cuando baja el telón? “Guardamos todo –responde enseguida–. Tenemos un stock de pelucas de repertorio que se van haciendo, plantadas a mano, que se pueden peinar en cualquier estilo. Para Butterfly hicimos una de cabello negro natural hasta la cintura, toda implantada a mano, pelo por pelo. Después esa peluca se va a repeinar para otras puestas, pero no desarmamos nada. ¡Vamos a restaurar un tocado que usó María Callas en 1949! Se está haciendo una revaloriza­ción de todo el material; en algún momento se hará una suerte de archivo. Lo que te hace quedarte aquí es la pasión por lo que hacés. Yo llevo 19 años en el Teatro Colón; hace cuatro que soy jefa. Nuestro horario es variado; el trabajo de taller es de 8 a 15. Cuando venimos a las funciones entramos a la tarde, porque las mismas personas que armaron pelucas y tocados, hacen la función. Todos, los 18, somos responsabl­es de lo que sale bien y de lo que sale mal. En el equipo hay profesiona­les de todas las edades -de 22 a 63 años-, egresados del Instituto. ¡Tantas almas creativas juntas generan una energía especial! Nos potenciamo­s y el resultado es muy bueno. Cuando contraté gente, elegí con cuidado pensando en el talento y lo que pudiera aportar; a mí me interesa aprender del otro y viceversa. Personalme­nte soy un alma curiosa. Y lo bueno de esto es que todos aportan y el producto es maravillos­o. Nuestro Instituto es el único que tiene un título oficial; ojalá algún día la carrera sea universita­ria como pasa en otros países”.

Adapatarse a la tecnología

Eugenia acaba de llegar de Los Angeles donde vive su pareja y aprovechó para visitar la ópera de esa ciudad. Una de las diferencia­s que notó es que allá no tienen producción propia. “Acá, en el Colón, hacemos todo lo que los artistas llevan al escenario. Ellos se manejan distinto: compran pelucas hechas y las adaptan, por eso tienen un plantel mínimo. Viajo bastante y veo muchos teatros, por eso puedo decir que estamos a la altura de los mejores del mundo. Nuestro nivel no tiene nada que envidiarle a Broadway ni a la Opera de París. En el exterior hay muchas escuelas certificad­as, varias de maquillaje, pero son carísimas. Quise hacer un curso de maquillaje para High Definition y, el de una semana, en Londres, ¡costaba tres mil libras! Porque ahora los espectácul­os se filman en HD y el maquillaje tiene que adaptarse a esa tecnología. Aunque siempre es un maquillaje fuerte, dramático, cuando se filma se suaviza. Se usan bases livianas aunque cubritivas y bien pigmentada­s”.

Eugenia se levanta a las cinco y media de la mañana, llega al taller y coordina el trabajo de producción del equipo. “Por lo general trabajamos para espectácul­os en simultáneo, como ahora que estamos armando la puesta Die Soldaten de Bernd Alois Zimmermann que es la primera vez que se presenta en el Colón. No tengo hijos pero soy tía full time. Mi familia –mamá, papá y una hermana– me apoyaron siempre; cuando todo el mundo sale a pasear nosotros estamos acá adentro. Faltamos a muchas fiestas familiares, estamos a contramano… También tomo trabajos fuera del teatro, produccion­es de la calle Corrientes. Tengo un pequeño taller en mi casa: es que la pasión no tiene horarios. Un amigo siempre dice: trabaja de lo que amas y no tendrás que trabajar nunca.”

Dibujar en las caras

“Para esta carrera hace falta aptitud para el dibujo, porque nosotros dibujamos en la cara de los artistas; después sentir pasión por el teatro, avidez para experiment­ar y curiosidad eterna. En síntesis, un alma inquieta. También ser paciente y disciplina­do porque hay que cumplir fechas. Cada peluca y cada maquillaje es distinto; una peluca larga puede llevarte 15 días. No siempre tenés a los cantantes a mano para probarles. Y ahí hay que improvisar y resolver. El que encara este oficio con pasión, cada vez es mejor profesiona­l. La profesión te la da el tiempo. A veces hay problemas en el medio de la función y no podés decir ¡corten! como en el cine. Tenemos una obligación: preservar todo lo que aprendimos para las próximas generacion­es que seguro lo harán todavía más rico. Al final de cada día, uno sigue eligiendo volver. El teatro es mágico. A veces trabajamos cinco meses para solo cinco funciones, lo hecho se esfumó y ya tenemos que ir con otra cosa. Esto es rutina cero”.

“Lo nuestro es pasar del papel a lo corpóreo. Hacemos pelucas, postizos, tocados, bijouterie, máscaras...”

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Calidad certificad­a. “Nosotros no tenemos nada que envidiarle a los teatros de Broadway o a la Opera de París”.

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