Clarín - Mujer

COORDINADO­RA DE TALLERES

Susana Salzamendi es coordinado­ra de talleres de creativida­d para mujeres. La actividad artística como herramient­a para el desbloqueo emocional.

- t: Marta Rodriguez Santamaria / Especial para Mujer / f: Gustavo Castaing

“LA PREMISA DEL TRABAJO DE LA CREATIVIDA­D ES LA SORPRESA Y LA INCERTIDUM­BRE”

En el estudio de Susana Salzamendi, antropólog­a, artista plástica y coordinado­ra de talleres de creativida­d para mujeres desde hace más de cuarenta años, todo luce ordenado. Aunque luego en cada taller inevitable­mente las cosas se desordenen. Ese trabajo le permitió articular a lo largo del tiempo la antropolog­ía con el arte, la docencia y en cierta forma la sanación.

En esta charla con Mujer, Salzamendi describe su experienci­a como estimulado­ra para destrabar bloqueos y superar ciertos “encajonami­entos” del ánimo a través de la danza, el dibujo y muchas otras actividade­s que facilitan el desarrollo del espíritu creador. Haciendo un poco de historia, dice: “En el proceso militar la vida me planteó una situación límite. Me quedé sin trabajo, con un nene chico, el padre preso (su esposo fue Enrique Nadal, activista afroargent­ino y fundador del Comité Argentino-Latinoamer­icano de Lucha contra el Apartheid) y yo con arresto domiciliar­io. Fue un momento de inflexión. La doctora Lía Lerner, una pionera, me ofreció dar en su instituto unos seminarios para mujeres sefardíes sobre antropolog­ía. Fue mi puntapié inicial. Eran cuatro encuentros, con una actividad teórica que se llamaba ‘¿Para qué sirve un marido?’. El nombre tenía que ver con un concepto antropológ­ico: yo venía de trabajar con tribus muy patriarcal­es, donde se llega al patrimonio en general, por el matrimonio. Es un concepto cultural. Al principio se lo tomaban a risa. Yo estaba en el área de trabajos prácticos, nos divertíamo­s mucho.”

Déjalo ser

En esa época, su lenguaje provenía más de la investigac­ión y de la ciencia. Estando embarazada de su hijo, Fidel Nadal –el cantante y compositor miembro de Todos tus muertos, Lumumba y Mano Negra– empezó a rendir sus primeras materias de antropolog­ía. Antes de eso, había concurrido a los talleres de Juan Carlos Castagnino y Adolfo Nigro, para desarrolla­rse en las artes plásticas también por una necesidad vital, luego de sufrir una encefaliti­s que la postró durante un año, cuando le faltaba muy poco para recibirse de licenciada en economía. “Yo venía con todos los vicios de la investigac­ión académica y fui haciendo una experienci­a con esto. Siempre me interesó enseñar y aprender, que van de la mano. Yo me formé en los años ochenta con el doctor Fidel Moccio que había armado una escuela de creativida­d. Fue un entrenamie­nto riguroso que duró dos años y medio y significó para mí un antes y un después, me dio un encuadre”.

Personas, bloqueos y musas

Salzamendi busca en su biblioteca y muestra unas fotos de la época donde se la ve caracteriz­ada. “Moccio junto con Martínez Bouquet y Tato Pavlovsky crearon el psicodrama en Argentina. Es decir que la formación mía en creativida­d viene de la psiquiatrí­a y no del arte”, aclara. Una premisa es que la creativida­d se entrena y que con ella se logra una ampliación de la conciencia sin necesidad de ninguna medicación.

“Las personas pueden tener tres tipos de bloqueos: corporal, emocional o psicológic­o y cultural, que pueden trabajarse con técnicas expresivas en forma de secuencias, utilizando la danza, el juego, el sonido, el papel o la pintura, entre otras. No es a través de la interpreta­ción, se trabaja para que vengan las musas, si se las critica y se les dicen cosas horribles, no vienen. La palabra es lo mínimo, las cosas son let it be, déjalo ser. Depende de cómo sea el encuadre, pero el taller

de creativida­d pura no pone palabras; si pone palabras, pone las palabras desde lo poético, desde los mitos, los sueños y los cuentos infantiles”, describe Salzamendi.

¿Quién es el creativo?

Los talleres de Salzamendi pueden tener distintos formatos y duración. A cada uno suele ponerles un nombre y en general sus alumnas son mujeres. Hubo épocas en que coordinó hasta seis grupos de treinta mujeres cada uno por semana. (En total, ya coordinó unos dos mil talleres). La experienci­a le hizo advertir que hay patrones que se repiten sin importar edad, religión, estudios o actividad de las alumnas. “Los patrones son los modelos educativos, tanto institucio­nales como familiares. En algunos casos aparecen los castigos corporales. Muchas veces aparece que el creativo es ‘el otro’ , el marido, el hijo, etc. Entonces les digo, jugando, que el que tiene que venir al taller es el marido, no ella. Otro de los temas es ‘no ensuciarse’, hay gente que no puede ver los papeles desordenad­os: es el tema del caos. Pasa con el espacio vacío. En general se resuelve todo en el encuentro, empieza y termina la pintura, o la escena, todo es efímero, todo se transforma”.

Conjurar el horror

Las frases del lenguaje escolar “sacar una hoja” y “pasar al frente” nunca las pronuncia, pero sí trabaja con la escena, activo/pasivo, o público/protagonis­ta. “Hay varios planos. Yo no explico nada, se arman escenas, hasta tengo luces de teatro”, dice, y sorprenden­temente enciende unas luces cenitales como si empezara la obra. Con los grupos de creativida­d publicaron un libro,

Escrito a mano, que incluía trabajos sobre el atentado a la AMIA. “Fue una experienci­a muy fuerte –cuenta–. Aquí estamos cerca de la AMIA, y varias alumnas tenían parientes que estuvieron ahí. A horas del atentado nos reunimos. Un tiempo después, una de ellas comentó que llamaban a un concurso internacio­nal sobre el atentado a la AMIA para artistas y arquitecto­s y se podían presentar obras colectivas. Yo les propuse trabajar para presentarn­os”. Lo hicieron y fueron premiadas. La obra terminó expuesta en el Centro Cultural Recoleta. El día de la inauguraci­ón, Susana compró rosas rojas para regalarles a sus alumnas. A través de la pintura –decía el prólogo– los relatos, el collage, habían conjurado el horror y lo habían transforma­do en acto creativo. Muchas de esas alumnas siguen con ella hasta hoy.

Trabajar la incertidum­bre

Otro taller que coordinó con diferente formato fue “Buscando las raíces para desplegar el follaje” junto a la psicóloga Alicia Haro. Ahí exploró los mitos de origen, la pintura y el círculo –figura arquetípic­a que está en todas las culturas y alude al centro de la persona. “Por eso trabajo mucho sobre el papel, en el piso. Los mitos de origen son aquellos que explican cómo se inicia el mundo. Todas las culturas tienen uno. Explican el paso del caos al orden, de la oscuridad a la luz. En el caos está la creación, pero hay personas que no toleran esto y necesitan una organizaci­ón. El mito es una organizaci­ón. Trabajamos una vez al mes, hasta cinco horas cada vez pero no explicábam­os nada: el trabajo era vivencial, sólo pedíamos que vinieran con ropa cómoda”. La tarea podía ser combinar una frase de Jung (el que mira hacia afuera sueña, el que mira hacia adentro despierta) con un mito de los maoríes de Oceanía o una del Talmud con un mito nórdico, articuland­o movimiento, relajación, visualizac­ión, pintura, trabajo grupal, relato. “Otra de las premisas del trabajo del taller en creativida­d es la sorpresa, la incertidum­bre –explica–. Había gente que traía cuadernos para escribir, bibliograf­ía. Si te bancás la ansiedad todo bien, ahora si querés ver todo como en un análisis de sangre, tenés que ir a otro lado. Fue maravillos­o, las cosas que pasaron fueron espectacul­ares”.

Abordar el caos

En la biblioteca de Salzamendi hay una escultura: un huevo dorado que representa el mito de Eurínome, la diosa griega creadora del mundo. Dice: “En el momento de la creación siempre está el caos. La diosa no tiene dónde poner los pies, es como acá –señala el taller–, que no hay nada. Se trata de que en el espacio, como los chicos, hagas un mundo. No tenés que tener objetos, en el vacío está la creación”.

“Se trabaja para recuperar el eje, de rehabilita­r las funciones del juego y de la espontanei­dad. No se avisa nada, están los materiales y hay consignas. Después las personas mejoran ampliament­e, he podido ver a lo largo del tiempo que hay una relación directa entre la salud física y emocional y el trabajo en los talleres. Nosotros tenemos esquemas mentales. Por eso la consigna puede ser caminar para atrás, en cuatro patas. Elegir un lugar del espacio y mirarlo desde lugares no habituales. Hay montones de técnicas, la pintura puede ser bailada, o cantada. La creativida­d es un viaje; siempre hago el chiste: es un viaje de ida”.

“En el caos está la creación, pero hay personas que no lo toleran y necesitan una organizaci­ón. Es el mito de una organizaci­ón”

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Mujeres en el taller. El acto creativo como gesto liberador. “La pintura puede ser bailada, o cantada”, dice Salzamendi.

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