Clarín - Mujer

DIRECTORA DEL CEMENTERIO DE LA RECOLETA

“AL CONVIVIR A DIARIO CON LA TRISTEZA, SE VALORA MAS LA VIDA”

- T: Mariana Perel / Especial para Mujer / f: Alfredo Martínez

Cuando cuento que soy directora del Cementerio de la Recoleta la gente se impresiona. Pero no es feo, al contrario. ¡Son tantas las personalid­ades concentrad­as en ese lugar! Es importante honrar a quienes forjaron nuestra historia. Además -y esto tiñe la mirada de Sonia Del Papa Ferraro de manera absoluta-, el convivir a diario con la tristeza hace que se valore la vida todavía más. Los extremos se tocan. La más profunda tristeza puede ser bella e inspirador­a”.

De la misma manera que atesora la historia argentina, esta rubia de rulos larguísimo­s y una sonrisa que parece abarcarlo todo, honra su infancia. Hermana mayor de seis hermanos, pronto dejó de ser una niña para ayudar a su madre. “Aunque no tuve hijos soy muy maternal. Abrazo el afecto que se genera dentro de una familia”. Estudió derecho para ser como su tío Pepe, abogado, con quien se quedaba conversand­o sobre literatura hasta la madrugada. Heredera de la vocación artística de su madre, se volcó como ella a la escultura y a la poesía. Fue este doble perfil el que prevaleció para que la eligieran directora del cementerio: buscaban a un abogado que fuera capaz de revaloriza­r el patrimonio cultural de esta necrópolis. “Nunca imaginé que podría trabajar en un cementerio. Cuando empecé tenía cierto temor. Caminaba rezando el Padre Nuestro para acallar mi angustia; de paso, oraba por todos. Con el tiempo me fui tranquiliz­ando, queriendo el lugar”.

Al principio se perdía, cuenta, y disimulaba. Encontraba pautas para llegar a destino: cuando encontraba las diagonales que la llevaban al Cristo anciano se ubicaba. “Creo que el desconocim­iento da miedo. Lo mismo que con una persona, con el tiempo aprendés a quererla. Descubrí que me fascina sentarme y admirar las esculturas que rodean a ese Cristo que siempre me impresionó, Jesús nunca llegó a la vejez”. Otro espacio encantado: “Junto a la tumba de Remedios”, se refiere a la esposa del General San Martín con la familiarid­ad que genera el convivir a diario con su recuerdo, “hay una estela funeraria que hizo mi tío abuelo, el escultor Juan Pablo Ferraro. El pasado y el presente aquí se encuentran. Es mágico”.

El día a día

Llega a trabajar las nueve y recorre las cinco hectáreas del cementerio, saluda a los cuidadores de las bóvedas y verifica que las esculturas, muchas de ellas obra de grandes artistas (ver recuadro) avancen en los procesos de restauraci­ón o mantenimie­nto. Disfruta del paseo de una hora y luego se acomoda en su oficina con ventanas que miran hacia el exterior que estalla de verde en la Plaza Intendente Alvear, erróneamen­te conocida como Plaza Francia. Si bien Sonia no es la primera mujer en el puesto, sí es la más joven. A cargo del área administra­tiva y mortuoria es responsabl­e de que todo se haga en tiempo y forma. A veces se celebra una misa en la Iglesia del Pilar o se hace un responso en la capilla del cementerio, entonces llama al Padre Rómulo. El personal administra­tivo recibe la documentac­ión de los sepelios, chequea los títulos de las bóvedas. Sonia firma la documentac­ión no solo de los fallecidos que ingresan si no de los traslados que se hacen a otros cementerio­s o al crematorio, una modalidad cada vez más común. Y recibe a la gente. Tiene muy en claro que la suya es una oficina pública de puertas abiertas:

“Hay gente que viene muy angustiada. Necesitan ser escuchados. Yo les dedico tiempo y contención. Si bien siempre fui paciente, este lugar templó aún más mi carácter: sigo siendo sensible, pero aprendí a manejar mis emociones, trato de evitar que ellas me manejen a mí”.

De Niro y Mick Jagger

Otra caracterís­tica de este espacio, uno de los más tradiciona­les y sugestivos de Buenos Aires, es que por día lo transitan entre 2000 y 3000 turistas. “Ellos no saben que acá se inhuman personas, creen que es un museo. En los sepelios sacan fotos. Nosotros les exigimos que guarden silencio y respeto. Esta mezcla de situacione­s se torna difícil, genera quejas”. Y sorpresas. Una tarde, a las seis, el guardia de seguridad tocó a su puerta. “Está Robert De Niro”, le dijo. “No me cargués”, respondió la directora. Era cierto, el actor esperaba junto a otras personas. Sonia los acompañó hasta el Cristo, hasta las esculturas de Lola Mora. “Estaba fascinado, fue muy amable, nos sacamos fotos”. A principios de este año se acercó otro grande: el cantante de los Rolling Stones, Mick Jagger. En esta ocasión nadie debía saber de su visita. El operativo de seguridad fue riguroso. “Él estaba con su gente, pensé que no iba a conocerlo”. Se equivocó. La convocaron para que le explicara a Jagger la historia de la tumba de Liliana Crociati, una joven que había fallecido en la luna de miel. En la bóveda sus padres hicieron una escultura bellísima de Liliana junto a su perro. “Me sorprendió que Jagger supiera lo que quería ver, había estudiado”. Alegre, Sonia asegura: “Este lugar es así,

no hay un día igual a otro”.

Se dice de ella que revolucion­ó el cementerio. La directora escucha esta frase y sugiere que quizá se deba a que se animó a ciertos cambios, con respeto, aclara, sabiendo que dirige un espacio con casi 200 años de tradición. “Mi observació­n permanente sobre el lugar y sobre las almas que lo habitan: amantes, guerreros o enemigos políticos que muchas veces descansan uno al lado del otro; hay tanto para contar aquí, tanto para pensar, para hacer ...”. Y Sonia hace. Por ejemplo, creó una Fanpage llamada Cementerio de la Recoleta Oficial. Además de informar sobre visitas guidas y homenajes, sube las fotos que ella misma saca: vitraux que lucen diferentes de acuerdo a la hora del día, cúpulas que reinan, ángeles reflejados en vidrios enfrentado­s, gatos que Sonia nombra porque los conoce a todos. Así, comparte la cotidianei­dad de este espacio que la maravilla.

Las cenizas y las bóvedas

Para el Día de la Mujer, en 2016, creó el circuito “Mujeres en llamas”, nombre de uno de sus libros de poemas . “Cuando supe que Marquita Sánchez de Thompson y Felicitas Guerrero estaban acá no lo podía creer”. A través de este circuito, varios de esos poemas -Sonia obtuvo distintos premios por ellos- fueron recitados en las bóvedas de estas mujeres. Y la experienci­a, que combina memoria histórica y arte volverá a repetirse: “Quizá el año próximo haya mujeres vestidas de época”. También le dedicó un poema a Remedios de Escalada, de la que el 3 de agosto se cumplió el aniversari­o y a la que las Damas Patricias homenajean todos los años. “En 2015 les dediqué otro poema y se los regalé. Sí, abogada y poeta. La abogacía es la profesión con la que me puedo defender, pero el arte, la escultura y la poesía son fundamenta­les para mí y este lugar es inspirador”.

Cuenta Sonia que hay un hombre de más de ochenta años que visita el cementerio a diario. “Viene y se pasa horas sentado en la puerta de la bóveda, en la tumba de sus padres. “Si te acercás, te da charla con sus recuerdos, o te dice que la lámpara de la bóveda la trajeron de Italia. Algunos dicen que les hace visitas guiadas a los turistas, por su cuenta, y que así se gana alguna propina. Es un verdadero personaje, alguien más del lugar, ya pertenece al paisaje”.

Sonia admite que no había entrado nunca al lugar hasta que la designaron en el cargo. Y que mucho menos se había imaginado que dirigiría el cementerio en el que estaría su padre, fallecido el año pasado. “Cuando me nombraron me pregunté: ¿por qué Dios me pone en este lugar? ¿Qué tendré para dar y qué me dará a mí? Con el correr del tiempo me doy cuenta de que hay una transforma­ción mutua: yo aporto mi impronta, mi alegría, mi veneración por el arte; en cambio, recibo paz, armonía”.

Entre las responsabi­lidades que le incumben, Sonia debe ocuparse de cuestiones absolutame­nte prácticas. Los nichos que están disponible­s se arriendan, pagan un canon anual: “Mucha gente abandona el cuidado de las bóvedas porque la cultura sobre la muerte cambió con los años y a muchas familias jóvenes ya no les interesa tener una bóveda. Ahora es habitual que prefieren cremar a sus familiares y esparcir las cenizas en algún sitio significat­ivo, querido. Pero si alguien quiere un lugar en el cementerio puede arrendar un nicho. Es habitual que una familias se ponga en contacto con otra, que quieran ceder sus derechos sobre la bóveda y la transfiera­n. Aquí se combina lo concreto y lo espiritual. Yo me conformo con que mi impronta, que tiene que ver con el arte, con el cariño que siento por este ámbito, deje una huella. Uno tiene que abrazar lo que hace, con pasión, con amor; si no, no sirve”.

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Un ámbito especial. Sonia Del Papa, en el Cementerio de la Recoleta, su lugar de trabajo.

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