EL PODER FORRAJERO
El bonaerense Marcio Aisemberg supo recuperarse de muchas situaciones adversas y con el tiempo se convirtió en un referente de su zona en la confección de forrajes conservados.
El contratista Marcio Aisenberg cuenta los secretos de la picada.
Hace más de 20 años que Marcio Aisemberg incursionó en el negocio de los forrajes conservados. En los alrededores de su Rivera natal, en el centro oeste de la provincia de Buenos Aires, fue pionero en la práctica de picado y embolsado de maíz. Todo comenzó una vez que murió su padre y el campo entró en una sucesión dura de sobrellevar, buscó una nueva actividad para generar ingresos y junto a un socio compró dos picadoras de arrastre de dos surcos Mainero 4710.
Era el año 1993 y si bien existían algunos productores tamberos que ya estaban familiarizados con la práctica y venían del silo de picado grueso enterrado, a los que no hubo que explicarles mucho sobre esta nueva tendencia, existían otros, difíciles de hacerles entender los beneficios nutricionales y de logística del silaje. En aquella época lo hacían en un 90% tamberos, muy pocos ganaderos de carne – hoy son mitad y mitad-, el 80% era maíz, el resto sorgo –hoy creció el sorgo y los cereales de invierno-.
Las cosas no salieron del todo bien en los primeros tiempos. Trabajaban menos hectáreas de lo planeado, los camiones se rompían y toda la plata que ganaba Marcio se le iba en la problemática sucesión. En vez de reparar, salía como estaba a hacer la campaña y se le ocasionaban inconvenientes, estando parado en momentos claves. “Por ahí planeábamos hacer 300 hectáreas y terminábamos haciendo la mitad”, cuenta.
Allá por el año 1997, a Marcio le habían rematado el campo y su socio no quiso seguir más en el negocio. Asi que se predispuso a largar todo y empezó a buscar trabajo como encargado de campo. En una