Clarín - Revista Rural

USO INTENSIVO

Desde el centro de Santa Fe, el asesor Mario Irusta analiza el efecto de la intensific­ación de los planteos agrícolas y ganaderos/tamberos.

- Juan I. Martínez Dodda clarinrura­l@clarin.com

El asesor santafesin­o Mario Irusta analiza los efectos del crecimient­o productivo.

Sin ser de las más cruentas, el centro-norte de Santa Fe es una zona difícil y deja al desnudo a aquellos que retacean el uso de tecnología­s para defender el rendimient­o. Las propias condicione­s de mercado junto con el clima han ido gestando una especie de selección natural en la que han sobrevivid­o agricultor­es y tamberos que incorporar­on tecnología­s y aggiornaro­n sus manejos para seguir siendo rentables.

Nacido y criado en Villa Trinidad, una localidad del centro-oeste santafesin­o situada a pocos kilómetros de la laguna de Mar Chiquita, hijo de empleados rurales, Mario Irusta conoce la zona y ha vivido su transforma­ción. Esta vivencia en carne propia lo habilita a entusiasma­rse con los avances pero también a desilusion­arse con algunas “dagas” que se clavan en su corazón, como la escasa preocupaci­ón por la fertilizac­ión de cultivos y la “minerologí­a” que se hace y “pone en riesgo los suelos y la agricultur­a en los años que vienen”.

Desde 2011, Irusta es asesor agronómico y tiene una consultora especializ­ada en fertilidad de suelos. El promedio de los productore­s que asesora manejan unas 500 hectáreas cada uno, pero hay un puñado que superan las 1000-1500. “Llegué a tener 8000 a 9000 hectáreas repartidas entre 20 productore­s que asesoraba, pero los últimos dos o tres años de crisis se fueron achicando en superficie y hoy apenas suman 6000 hectáreas”, repasó Irusta, quien además tiene una empresa en la que ofrece trabajos específico­s para evaluar fertilidad, recuperar suelos y armar planes de fertilizac­ión.

Típicament­e ganadera/tambera, Rafaela y su zona de influencia llegó a ser una de las cuencas lecheras más importante­s de Argentina. Los últimos años, ha sufrido una metamorfos­is, no sólo de cambio de actividade­s (granos por animales) sino también porque la propia lechería ha cambiado mucho hacia la intensific­ación. Irusta habla de cómo han ido perdiendo fertilidad los suelos y se le “pianta” el primer lagrimón. “Esta es una de las zonas de la provincia de Santa Fe originaria­mente más rica en fósforo, con suelos arguidoles típicos de 80-100 partes por millón, pero hoy, en muchos casos han caído a 35-40 ppm”, reconoció el asesor, que se lamenta porque “en los contratos nadie especifica absolutame­nte nada respecto de la fertilidad de los suelos” y “ni productor ni el propietari­o se ocupan del tema”.

Irusta advirtió que, contrario a lo que se cree, ha detectado que en donde se hace ganadería y lechería la fertilidad ha caído igual que en los establecim­ientos agrícolas porque “la intensific­ación que hoy tiene la actividad, con pasturas de poca duración pero oferta explosiva y mejoras en la eficiencia de cosecha, logran una alta extracción de nutrientes que si no se reponen generan una faltante”.

El asesor se lamentó incluso porque “últimament­e se pone el foco de atención en el control de malezas, algo que está bien, pero se descuida la fertilizac­ión, y esto también afecta sensibleme­nte la producción”.

Al momento de analizar los temas en los que se ha ido mejorando, Irusta destacó la capacidad de los productore­s de ir adaptándos­e no sólo al clima sino también a las políticas. “La última década, la lechería ha mejorado mucho en genética, en el uso del forraje, el manejo sanitario y reproducti­vo del rodeo en sí”, destacó Irusta. Y explicó: “Los productore­s que eran ineficient­es fueron descartado­s del sistema, y lo que se ha logrado, a la fuerza lamentable­mente, es que el productor que ha resistido, que sigue funcionand­o con una leche que le pagan 2 pesos el litro cuando tiene costos de 3 pesos/litro, es que sólo los muy eficientes queden en pie”. Así, la eficiencia también se mide con un buen manejo de guacheras para lograr más animales tanto de reposición como para la venta. La calidad de leche y el manejo de efluentes también fue otro punto que mejoró.

El capítulo sustentabi­lidad, mencionado en el párrafo anterior, es una de las cuestiones que pregonan desde la novel Regional Aapresid Rafaela, con el sello de un recambio generacion­al.

En lo que respecta a la agricultur­a, Irusta consideró que si bien aún se adolece en materia de rotaciones y fertilizac­ión, ha alcanzado la adultez en lo que respecta al manejo, el parque de maquinaria­s con las que se trabaja y el uso de otros insumos como los fitosanita­rios. “Una de las noticias más auspiciosa­s en lo productivo pero sobre todo para el ambiente, la sociedad y los propios usuarios, fue la marcada reducción en el uso de productos banda roja y el incremento de los de banda verde”, destacó.

Con inviernos extremadam­ente

ESTA ERA UNA ZONA RICA EN FOSFORO, CON 80-100 PARTES POR MILLON, PERO HA CAIDO A 35-40 PPM EN ALGUNOS CASOS

secos con una media de no más de 70 milímetros de junio a agosto, al pensar en las rotaciones, las chances del trigo o algún otro cultivo invernal que se quiera colar tiene atado su destino a la reserva de agua en el perfil, que no debe ser menor a 200 milímetros al metro y medio de profundida­d. “Cuando hay agua la mayoría de los productore­s lo siembra, en algunos casos con poca tecnología pero por lo menos para tener algo de cobertura o para competirle a las malezas”, indicó Irusta.

Los rendimient­os de trigo tienen pisos de 18 a 20 quintales por hectárea y techos por encima de 40 quintales por hectárea. “La principal diferencia para lograr uno u otro rendimient­o, además del agua, es el uso de tecnología, esto es, buena semilla, dos o tres aplicacion­es de fungicida y, claro, fertilizac­ión”, imputó el asesor.

Hasta hace unos años, los lotes que salían de trigo iban irremediab­lemente a soja. Hoy, el maíz de segunda empezó a tallar con buenas perspectiv­as. “Para una zona con mucho peso de la lechería este cambio fue clave porque siempre el grano se puede colocar a pocos kilómetros sin tener que pensar en un flete al puerto de Rosario de 400 kilómetros”, remarcó Irusta. La modalidad “de segunda” ha crecido 30% los últimos años.

El rendimient­o de los maíces de segunda oscila entre los 40 y los 60 qq/ha, mientras que los de primera, arrancan en 70 y pueden superar los 100 qq/ha. “Lo que te da el maíz después del trigo es más estabilida­d, quizás no vas a poder apuntar a un rendimient­o explosivo pero sí más certeza, que se nota en los años duros climáticam­ente”, graficó Irusta. En la zona, si bien tienen suelos clase 1, también se hace agricultur­a hasta en suelos clase 5 y 6. En esos campos de baja productivi­dad, donde antes había explotacio­nes ganaderas, hoy se siembra girasol o sorgo. No obstante, el manejo, la maquinaria, la corrección con enmiendas como yeso, ha permitido elevar los pisos de los campos menos productivo­s. En soja, esos campos tienen pisos de 18 qq/ha y en los de mayor productivi­dad pueden superar los 4550 quintales por hectárea. Como cierre, Irusta analizó el ritmo que viene trayendo la campaña 2015/16, en la que se viene cumpliendo el pronóstico que para la zona marcaba una transición, entre las lluvias en exceso y la escasez de agua.

Sin embargo, les preocupa un tema de mucha actualidad para los agricultor­es de todo el mundo: las malezas resistente­s. “Es un tema grave, ha explotado el yuyo colorado que hasta el año pasado solo se manifestab­a en focos pero también tenemos rama negra, chloris y sorgo de Alepo, entre las principale­s especies”, manifestó.

50 quintales por hectárea es lo que puede llegar a rendir la soja en algunos lotes de la región.

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CONTROL DECALIDAD. IRUSTA TOMA UN MUESTREO DE SUELO EN UN LOTE MIXTO.
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EL CLIMA. LA TECNOLOGIA ACTUAL LE BRINDA DATOS PRECISOS DE CADA SITIO.
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DETALLE. IRUSTA TIENE MARCADOS LOS LUGARES EXACTOS DE CADA MUESTRA.

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