USO INTENSIVO
Desde el centro de Santa Fe, el asesor Mario Irusta analiza el efecto de la intensificación de los planteos agrícolas y ganaderos/tamberos.
El asesor santafesino Mario Irusta analiza los efectos del crecimiento productivo.
Sin ser de las más cruentas, el centro-norte de Santa Fe es una zona difícil y deja al desnudo a aquellos que retacean el uso de tecnologías para defender el rendimiento. Las propias condiciones de mercado junto con el clima han ido gestando una especie de selección natural en la que han sobrevivido agricultores y tamberos que incorporaron tecnologías y aggiornaron sus manejos para seguir siendo rentables.
Nacido y criado en Villa Trinidad, una localidad del centro-oeste santafesino situada a pocos kilómetros de la laguna de Mar Chiquita, hijo de empleados rurales, Mario Irusta conoce la zona y ha vivido su transformación. Esta vivencia en carne propia lo habilita a entusiasmarse con los avances pero también a desilusionarse con algunas “dagas” que se clavan en su corazón, como la escasa preocupación por la fertilización de cultivos y la “minerología” que se hace y “pone en riesgo los suelos y la agricultura en los años que vienen”.
Desde 2011, Irusta es asesor agronómico y tiene una consultora especializada en fertilidad de suelos. El promedio de los productores que asesora manejan unas 500 hectáreas cada uno, pero hay un puñado que superan las 1000-1500. “Llegué a tener 8000 a 9000 hectáreas repartidas entre 20 productores que asesoraba, pero los últimos dos o tres años de crisis se fueron achicando en superficie y hoy apenas suman 6000 hectáreas”, repasó Irusta, quien además tiene una empresa en la que ofrece trabajos específicos para evaluar fertilidad, recuperar suelos y armar planes de fertilización.
Típicamente ganadera/tambera, Rafaela y su zona de influencia llegó a ser una de las cuencas lecheras más importantes de Argentina. Los últimos años, ha sufrido una metamorfosis, no sólo de cambio de actividades (granos por animales) sino también porque la propia lechería ha cambiado mucho hacia la intensificación. Irusta habla de cómo han ido perdiendo fertilidad los suelos y se le “pianta” el primer lagrimón. “Esta es una de las zonas de la provincia de Santa Fe originariamente más rica en fósforo, con suelos arguidoles típicos de 80-100 partes por millón, pero hoy, en muchos casos han caído a 35-40 ppm”, reconoció el asesor, que se lamenta porque “en los contratos nadie especifica absolutamente nada respecto de la fertilidad de los suelos” y “ni productor ni el propietario se ocupan del tema”.
Irusta advirtió que, contrario a lo que se cree, ha detectado que en donde se hace ganadería y lechería la fertilidad ha caído igual que en los establecimientos agrícolas porque “la intensificación que hoy tiene la actividad, con pasturas de poca duración pero oferta explosiva y mejoras en la eficiencia de cosecha, logran una alta extracción de nutrientes que si no se reponen generan una faltante”.
El asesor se lamentó incluso porque “últimamente se pone el foco de atención en el control de malezas, algo que está bien, pero se descuida la fertilización, y esto también afecta sensiblemente la producción”.
Al momento de analizar los temas en los que se ha ido mejorando, Irusta destacó la capacidad de los productores de ir adaptándose no sólo al clima sino también a las políticas. “La última década, la lechería ha mejorado mucho en genética, en el uso del forraje, el manejo sanitario y reproductivo del rodeo en sí”, destacó Irusta. Y explicó: “Los productores que eran ineficientes fueron descartados del sistema, y lo que se ha logrado, a la fuerza lamentablemente, es que el productor que ha resistido, que sigue funcionando con una leche que le pagan 2 pesos el litro cuando tiene costos de 3 pesos/litro, es que sólo los muy eficientes queden en pie”. Así, la eficiencia también se mide con un buen manejo de guacheras para lograr más animales tanto de reposición como para la venta. La calidad de leche y el manejo de efluentes también fue otro punto que mejoró.
El capítulo sustentabilidad, mencionado en el párrafo anterior, es una de las cuestiones que pregonan desde la novel Regional Aapresid Rafaela, con el sello de un recambio generacional.
En lo que respecta a la agricultura, Irusta consideró que si bien aún se adolece en materia de rotaciones y fertilización, ha alcanzado la adultez en lo que respecta al manejo, el parque de maquinarias con las que se trabaja y el uso de otros insumos como los fitosanitarios. “Una de las noticias más auspiciosas en lo productivo pero sobre todo para el ambiente, la sociedad y los propios usuarios, fue la marcada reducción en el uso de productos banda roja y el incremento de los de banda verde”, destacó.
Con inviernos extremadamente
ESTA ERA UNA ZONA RICA EN FOSFORO, CON 80-100 PARTES POR MILLON, PERO HA CAIDO A 35-40 PPM EN ALGUNOS CASOS
secos con una media de no más de 70 milímetros de junio a agosto, al pensar en las rotaciones, las chances del trigo o algún otro cultivo invernal que se quiera colar tiene atado su destino a la reserva de agua en el perfil, que no debe ser menor a 200 milímetros al metro y medio de profundidad. “Cuando hay agua la mayoría de los productores lo siembra, en algunos casos con poca tecnología pero por lo menos para tener algo de cobertura o para competirle a las malezas”, indicó Irusta.
Los rendimientos de trigo tienen pisos de 18 a 20 quintales por hectárea y techos por encima de 40 quintales por hectárea. “La principal diferencia para lograr uno u otro rendimiento, además del agua, es el uso de tecnología, esto es, buena semilla, dos o tres aplicaciones de fungicida y, claro, fertilización”, imputó el asesor.
Hasta hace unos años, los lotes que salían de trigo iban irremediablemente a soja. Hoy, el maíz de segunda empezó a tallar con buenas perspectivas. “Para una zona con mucho peso de la lechería este cambio fue clave porque siempre el grano se puede colocar a pocos kilómetros sin tener que pensar en un flete al puerto de Rosario de 400 kilómetros”, remarcó Irusta. La modalidad “de segunda” ha crecido 30% los últimos años.
El rendimiento de los maíces de segunda oscila entre los 40 y los 60 qq/ha, mientras que los de primera, arrancan en 70 y pueden superar los 100 qq/ha. “Lo que te da el maíz después del trigo es más estabilidad, quizás no vas a poder apuntar a un rendimiento explosivo pero sí más certeza, que se nota en los años duros climáticamente”, graficó Irusta. En la zona, si bien tienen suelos clase 1, también se hace agricultura hasta en suelos clase 5 y 6. En esos campos de baja productividad, donde antes había explotaciones ganaderas, hoy se siembra girasol o sorgo. No obstante, el manejo, la maquinaria, la corrección con enmiendas como yeso, ha permitido elevar los pisos de los campos menos productivos. En soja, esos campos tienen pisos de 18 qq/ha y en los de mayor productividad pueden superar los 4550 quintales por hectárea. Como cierre, Irusta analizó el ritmo que viene trayendo la campaña 2015/16, en la que se viene cumpliendo el pronóstico que para la zona marcaba una transición, entre las lluvias en exceso y la escasez de agua.
Sin embargo, les preocupa un tema de mucha actualidad para los agricultores de todo el mundo: las malezas resistentes. “Es un tema grave, ha explotado el yuyo colorado que hasta el año pasado solo se manifestaba en focos pero también tenemos rama negra, chloris y sorgo de Alepo, entre las principales especies”, manifestó.
50 quintales por hectárea es lo que puede llegar a rendir la soja en algunos lotes de la región.