A BUSCAR MAS CARNE
Con un marco más previsible que el de los últimos años, la recría, el aumento en el peso de faena y el cambio en la tipificación se imponen en la agenda ganadera.
La ganadería tiene todo para crecer, pero debe resolver algunas cuestiones de fondo.
La ganadería está en el momento ideal para levantar la cabeza y empezar a resolver sus problemas de fondo. Los últimos años fueron de recuperación productiva, el stock se va recomponiendo de a poco y el cambio de Gobierno parece querer darle al negocio la previsibilidad que tanto necesita. Los productores ya no tienen que preocuparse por sobrevivir sino que pueden pensar en cómo crecer y afirmar sus empresas de cara al futuro.
Las señales que hubo en las últimas semanas hablan a las claras de esta situación y plantean posibilidades concretas. Según datos del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), al 31 de marzo de este año el país contaba con un total de más de 52 millones de animales, un 2,3 por ciento más que un año antes. Y está en el nivel más alto desde 2010.
En la Exposición Rural de Palermo, hace pocas semanas, se reunió la Mesa de Ganados y Carnes, que nuclea a prácticamente todo el universo de organizaciones vinculadas a la producción de bovinos, pollos y porcinos. La cadena ganadera estimó que podría casi duplicar en 10 o 15 años la producción si se le brindan las condiciones adecuadas. Y poco antes, la Sociedad Rural había dicho que los productores ganaderos se disponían a invertir nada menos que 22.500 millones de dólares. En este contexto, Clarín Rural
Revista conversó con actores de toda la cadena de la carne para encontrar los puntos de acuerdo sobre los que deberían ser los principales ejes de trabajo. Y las prioridades están claras: para crecer en la exportación sin descuidar al mercado interno hay que ampliar el stock, producir animales más pesados, ser más eficientes en el aprovechamiento de los recursos y modernizar los sistemas de comercialización.
Pero mejor empezar por el principio. El primer eslabón de todo el proceso productivo es la genética, y en los remates de la primera mitad del año quedó clara la voluntad de mejorar la base del rodeo para los próximos años.
Según Facundo Rivolta, gerente de la Asociación Argentina
Brangus, una de las razas que empujan a la actividad en el norte del país, “que el Estado hoy muestre que está apoyando el desarrollo productivo de la ganadería y que sea consecuente generando políticas como la baja de las retenciones, hace que hoy el precio de la carne tenga una relevancia que no tenía el año pasado. Y las expectativas hacen que en los remates se esté pagando hasta un 45 por ciento más por los reproductores, superando el ajuste inflacionario”.
Es el primer dato positivo para el mediano plazo, pero para balancear, el asesor Juan Elizalde advierte sobre una situación negativa vinculada con otro factor clave para el crecimiento: los forrajes.
“Este año, por las inundaciones que hubo en muchas zonas la disponibilidad forrajera se vio muy afectada, y se trata de un fenómeno que tendrá efectos adversos en los próximos años”, dice el técnico, y añade: “El 45 por ciento de la hacienda está en una crisis forrajera. Ahora no lo vemos porque en el invierno siempre hay poco pasto y se da silo, pero en la primavera la alfalfa no va a aparecer en las zonas
LAS INUNDACIONES QUE HUBO ESTE AÑO AFECTARON LA DISPONIBILIDAD FORRAJERA EN MUCHAS ZONAS
Juan Elizalde Asesor privado
El 45 por ciento de la hacienda está en crisis forrajera
Anibal Pordomingo Técnico del INTA
Se necesita producir más carne por animal nacido
Cristian Feldkamp Comisión de ganadería de Aacrea
El contexto está traccionando hacia la recría
Juan Carlos Eiras Empresario feedlotero
Podemos aspirar a tener un mercado más blanco
Pablo Cattani Especialista en forrajes conservados
Falta adoptar las tecnologías con mayor rigor
Gustavo Kahl CEO del frigorífico JBS
Argentina va a tener un protagonismo en el mercado global
Facundo Rivolta Gerente de la Asociación Braford
En los remates se está pagando 45 por ciento más
más afectadas. Y todavía no se puede ensilar porque no se sembró el maíz nuevo, entonces la falta forrajera va a obligar a adelantar los encierres, lo que implica producir menos kilos a pasto y más a corral, y en el global serán menos kilos de terminación”.
Se trata de un inconveniente grave que tendrá consecuencias prolongadas. Según explica Elizalde, si los lotes afectados fueran verdeos anuales sería más fácil barajar y dar de nuevo, pero hay muchas pasturas perennes afectadas.
“No se puede sembrar el cien por ciento de la alfalfa en un año porque es muy caro y porque habría riesgo de volver a perder todo, entonces hay que ir sembrando un 33 por ciento cada año. Por eso, esto se va a prolongar en los próximos tres años y probablemente haya que apuntalar la producción en otras zonas”, dice.
Con esta situación será difícil que las zonas afectadas mejoren, por ejemplo, los índices de preñez y de destete. Para apuntalar un crecimiento productivo es básico que la cría mejore sus indicadores. Otro de los efectos de este golpe será que la recría, por falta de pasturas, probablemente no crezca todo lo que debería.
Según Cristian Feldkamp, de la comisión de Ganadería de Aacrea, la mayor producción de forrajes, la integración con la agricultura y echarles más kilos a los animales hace a la sustentabilidad económica y ambiental de la ganadería. “Necesitamos hacer la recría, y eso es una decisión empresarial pero que viene empujada por el contexto, el contexto está traccionando hacia ahí”, dice. Pero advierte que es necesario mejorar mucho el manejo de las pasturas y profesionalizar la suplementación, sobre todo con el maíz caro como está.
“La recría tiene que ser muy eficiente. Si el precio del maíz está caro, conviene echar más kilos de carne a pasto y hacer una terminación eficiente a corral”, dice.
Al respecto, el especialista en forrajes conservados Pablo Cattani coincide. “Veo cierta dicotomía en cuanto a los forrajes. Tenemos tecnología ajustada pero me parece que los productores todavía no hicieron el click definitivo. Hay que trabajar mucho en la justificación de la tecnología. En la parte de henos, por ejemplo, seguimos mirando mucho la proteína, que es importante, pero también es importante la digestibilidad para que en la recría, con animales que tienen un rumen más chico, haya una buena circulación de sustrato”, explica. Y refuerza: “Si bien las condiciones para la ganadería han mejorado considerablemente, creo que falta adoptar las tecnologías con mayor rigor”.
Volviendo a la recría, Elizalde introduce un punto que habrá que considerar y que refleja la compleja relación entre producción e industria. “Hay muchos frigoríficos que tienen su propia hacienda para hacer el engorde ellos mismos, y hacen animales livianos. Por eso, hay riesgo de que la cantidad de hacienda terminada liviana no baje sino que aumente. La industria está en manos del 30 por ciento de los novillos y nunca incorporaron la recría, y del otro 70 por ciento, gran parte está en provincias con la base forrajera dañada. Entonces hacer recría va a ser muy difícil, y al que lo haga se lo van a pagar espectacular. Tal vez es como debe ser, poner un indicador de precio para incentivar la producción de animales pesados. Va a quedar el 50 por ciento de la faena, que son más o menos 6 millones de cabezas, con posibilidad de recriar”, dice el asesor.
Y Feldkamp, por su parte, abona la idea y le abre la puerta a una nueva fase del debate. “Uno de los problemas es que se asocia la carne de ternera con la terneza. El desafío es dejar de consumir animales tan livianos para pasar a comer animales de alta calidad. Si seguimos faenando con 300 kilos estamos en el horno”, dice. Y luego explica que para transformar eso hay que cambiar el sistema de evaluación de carcasas y pagar más por los animales pesados. “Antes se pensaba que un animal pesado lo habían cazado en el medio del bosque, y eso no es más así”, dice.
Desde el INTA explicaron recientemente en una nota de Clarín Ru
ral que como consecuencia de un sistema que califica a los bovinos según el grado de engrasamiento o cobertura, la categoría animal - vinculada con la edad y el peso– y la conformación, el negocio de la carne se fue orientando hacia las reses más chicas.
Para Aníbal Pordomingo, coordinador del Programa Nacional de Producción Animal del INTA, el problema es que se están faenando animales muy pequeños en edad y, a la vez, de muy bajo peso, porque lo que se pretende es vender la calidad a través de una categoría muy joven.
“Estos parámetros están contextualizados en un sistema pastoril, donde la energía está condicionada por la calidad del pasto. En cambio, en los planteos que actualmente se encuentran en expansión, con mayor uso de grano y mayor intensificación, no necesariamente estas correlaciones son reales”, explicó el especialista.
En una vaquillona, por ejemplo, generalmente se faenan animales de 320 a 350 kilos, porque si los supera, pasa a la categoría de vaca, en la que el precio de mercado es menor. Sin embargo, en los sistemas de alimentación actuales, la carne de una hembra de 420 a 450 kilos, tiene la misma calidad o mejor que la de un novillito.
“En esa categoría se podrían lo-
EL SISTEMA DE TIPIFICACION ACTUAL DE CORTES NO INCENTIVA LA FAENA DE ANIMALES PESADOS
grar de 100 a 150 kilos más de carne, como hace el resto del mundo, por encima de lo que se produce actualmente y con el novillito a novillo, lo mismo”, precisó Pordomingo.
Como la tipificación actual no premia al ganadero por producir más por animal, éste destina los animales a la faena con menor peso y, así, se pierde la oportunidad de vender más kilos.
“Podemos producir posiblemente 30 o 40 por ciento más de carne en el país con un sistema que no castigue a animales 100 kilos más pesados en todas las categorías”, indicó el especialista del INTA, y agregó: “Si uno quiere tener algo de mercado externo y abastecer los 50 a 55 kilos de carne por habitante por año que se consumen en el país, se necesita producir más carne por animal nacido”.
En su visión, si el sistema de tipificación establece premios sobre los estándares promedio, será un incentivo excelente para incorporar genética y manejo adecuados a esa realidad. “Los productores requieren que el sector frigorífico les señale cuál es el producto más demandado y mejor pago en el mercado, desde tamaño de corte, cobertura, terneza, marmoreo”, dijo Pordomingo.
La modificación que se está debatiendo debería lograr transparencia y formalidad en todos los
segmentos para que la industria sea competitiva, tanto en el mercado interno como en el externo. Sobre estas cuestiones hay un amplio consenso en toda la cadena (Ver Cayó el consumo...).
Juan Carlos Eiras, feedlotero de la localidad de Brandsen, remarca que una de las materias pendientes a resolver es la superposición de impuestos. “No podemos estar pagando en el proceso productivo impuesto sobre impuesto. Me refiero a ingresos brutos, tasas municipales… la multiplicidad de re- caudación en el proceso productivo afecta la competitividad de la cadena. Podemos aspirar a un mercado más blanco”, afirma.
Y con él coincide Gustavo Kahl, CEO del frigorífico JBS. “Tiene que haber una mayor formalidad en el negocio, hoy hay mucha informalidad y una gran competencia desleal, las empresas que pagan todos sus impuestos compiten con empresas que no pagan y eso hace que uno gane y otro pierda. Es una responsabilidad de todos que eso se modifique”, dice.
El feedlot y la industria también se unen en la voluntad del resto de los actores de aumentar la producción de carne a partir de un incremento en el peso de los animales faenados.
Eiras dice que el desafío del feedlot en conjunto con la cadena comercial es poder colocar hacienda más pesada. “Tiene que haber una complementariedad entre la exportación y un mercado interno que se acostumbre a comer un animal más pesado. Habría que hacer que el valor absoluto por kilo más caro ya no sea el de un ternero de 300 kilos y que de acá a cinco años pueda ser de 360, 380 o hasta 420 kilos, para ser casi símil con la exportación. Tenemos que corrernos 60 o 80 kilos más arriba, y esto se va a dar con un trabajo conjunto de toda la cadena para demostrar que esos kilos extra no cambian la calidad de la carne y dinamizan el sector”, detalla el feedlotero.
Y por su parte Kahl agrega: “Si aumenta el peso medio de faena de 220 kilos a 260 kilos, con una mayor faena podemos pasar de la producción actual de 2,8 millones de toneladas a 4 millones, y con eso nos va a quedar un saldo exportable mucho mayor. Debería apuntarse a un objetivo de faena de 16 millones de cabezas por año de acá a diez años, basándonos en un mayor stock ganadero”.
Para Kahl, desde 2017 en adelante la Argentina va a tener un protagonismo en el mercado global de carnes mucho más importante que el que tuvo hasta ahora. “Hoy exportamos menos de 200.000 toneladas, y nosotros creemos que en los próximos 5 a 10 años vamos a exportar por lo menos un millón o un millón y medio de toneladas por año. Con eso deberíamos tener un rol mucho más importante en el mercado de carnes”, asegura.
Las perspectivas para la cadena argentina de la carne son positivas desde todo punto de vista, pero la agenda viene muy cargada para los próximos años. Modernizarse y crecer es una obligación de todos los actores que no va a resultar para nada fácil.
“EN LOS PROXIMOS 5 A 10 AÑOS VAMOS A EXPORTAR UN MILLON Y MEDIO DE TONELADAS POR AÑO”, DICE KAHL