HISTORIAS DE ACERO
Expoagro reunió en San Nicolás a las empresas que motorizan el crecimiento del campo y del interior productivo. Clarín Rural Revista aprovechó para conversar con los protagonistas y conocer el pasado, presente y futuro de la maquinaria agrícola argentina.
Expoagro reunió a las empresas que hace más de medio siglo empujan el desarrollo del interior productivo. Clarín Rural Revista conversó con algunos protagonistas para conocer sus historias: pasado, presente y futuro de la maquinaria agrícola nacional.
Nada representa tan bien el espíritu de los pueblos y ciudades de la pampa húmeda como las fábricas de maquinaria agrícola. Nacidas a puro pulmón en pequeños talleres mecánicos y empujadas contra viento y marea por emprendedores tan creativos como testarudos, sus historias reflejan -y explican- el crecimiento de todo el campo argentino en los últimos sesenta años. Aprovechando una nueva edición de Expoagro, la cita ineludible para todos los fierreros, Clarín Ru
ral Revista conversó con algunos hombres fundamentales del sector para pensar el pasado, presente y futuro de las empresas de maquinaria agrícola.
Una de las familias que imprimieron su apellido en estas tierras son los Ascanelli. Ricardo, el fundador, comenzó en 1959 haciendo reparaciones y adaptaciones de máquinas en un pequeño taller de Río Tercero, Córdoba, y luego se volcó a la fabricación de sus propios implementos. "En el 62 para nosotros es la fecha de inicio porque empezó a fabricar las primeras máquinas pequeñas. En aquella época se pelaba el maní y él empezó a hacer una peladora que se colocaba en las mismas máquinas", recuerda Roberto Ascanelli, el hijo mayor de Ricardo que nació y creció entre el acero y la tierra. Fue justa- mente durante su infancia cuando se produjo el primer gran cambio, que fue pasar de la cosecha en bolsas a la cosecha a granel. "Aparecieron los chimangos y las primeras tolvas de 7000 kilos”, detalla. Y comenta: “En los últimos tres años de la escuela yo rendía libre educación física para poder ir a trabajar a la fábrica".
Los 70 marcaron la entrada en la empresa de los hermanos Roberto y Sergio, y en el 78 empezaron a viajar mucho afuera a ver cosas. Esos viajes fueron fundamentales para mantener a la empresa en el eje de la innovación y resistir los vaivenes de la economía. “Tuvimos la virtud de ver cosas que se usaban en otro lado e ir aplicándolas en los implementos que hacíamos”, dice Ascanelli. Sobre la cultura de la empresa familiar, no duda en afirmar: “Somos conservadores, no hacemos nada que no sepamos que puede funcionar, y tal vez eso nos condicionó el crecimiento de la empresa, pero a la vez nos evitó atravesar crisis profundas”.
Para consolidar la estabilidad, en los últimos años los Ascanelli optaron por la diversificación de actividades. Tienen una pata en la producción agropecuaria, la fábrica de maquinaria y una empresa de repuestos y servicio técnico. Y como buena empresa familiar, ya cuentan con las nuevas generaciones que impulsan
Aparte de la competencia de las multinacionales hay una competencia interna feroz. En cada rubro somos 70 u 80 fábricas que hacemos lo mismo, entonces creo que el secreto es la innovación, siempre apostar a mejorar los productos, y un 30-40 % pasa por el servicio”. Roberto Ascanelli Ascanelli, de Río Tercero, Cdba. Muchos arrancaron con pequeños talleres en los que hacían reparaciones La forma de trabajo cambió mucho con la llegada del grupo inversor. Pasamos de un gerenciamiento vertical a una empresa horizontal con departamentos comunicados transversalmente”. José Morena Pla. Las Rosas, Santa Fe Es bueno que a uno lo reconozcan. Todo el mundo sabe que nosotros creamos la air drill en la Argentina, y hemos vendido a Europa, tenemos 50 máquinas en Francia, 25 en Dinamarca”. Víctor Juri Carmen de Areco, Buenos Aires Desde 2011 hasta 2015 la maquinaria agrícola ha pasado un mal momento. Ya en 2016 se vino el golpe y tuvimos muy buenas ventas. Para 2017 tenemos muy buenas expectativas, no solo por lo que pudimos ver en Expoagro sino por el arranque del año, que fue muy bueno”. Oscar Lattanzi Agrometal, de Monte Maíz, Córdoba Mucho trabajo, el apoyo de la red de concesionarios, la confianza, la seriedad con que nos movimos, todo hizo que llegaramos a hoy. Empezamos con 40 empleados y vendíamos 10 tractores por mes. Hoy tenemos 600 operarios y vendemos 200 tractores por mes”. José María López Pauny, de Las Varillas, Córdoba La innovación fierrera acompañó la modernización de la producción agrícola
la profesionalización. “Estamos preparando toda la transición, queremos profesionalizar la empresa porque ese es el problema de las empresas familiares. Casi el cien por cien de las empresas de maquinaria agrícola de Argentina nacieron de una persona emprendedora que tuvo un poco más de idea, y fuimos creciendo en un desorden. La idea es darles continuidad a nuestras empresas”, dice. Luego agrega que la modernización de la gestión no es solo un deseo, sino una necesidad. “Aparte de la competencia de las multinacionales, hay una competencia interna feroz. En cada rubro somos setenta u ochenta fábricas que hacemos lo mismo, entonces creo que el secreto es la innovación, siempre apostar a mejorar los productos, y un 30-40 por ciento pasa por el servicio, la atención, el cliente que compra un producto tiene que saber que está respaldado por un servicio”, concluye Ascanelli.
El presente de la firma santafesina Pla ilustra la evolución de la que habla Ascanelli, de una empresa con fuerte impronta familiar a una compañía más moderna. En 1975 se fundó PCY en la localidad de Las Rosas. El perfil creativo de uno de sus fundadores, Juan Carlos Pla, comenzaba a sobresalir en sus productos: fueron los primeros en el país en crear elevadores de cereales para los puertos. Dos años más tarde, a pedido del establecimiento Las Marías, construye- ron un chasis elevado sobre el que se montó un tractor, con un despeje de 1,40 metros, para cultivos de té. Este hecho representó la génesis de lo que luego sería el producto emblema de la compañía, aquel que la llevaría a ser reconocida en mercados de todo el mundo por su calidad y tecnología. Un año más tarde, en 1978, PLA fabricó la primera pulverizadora autopropulsada de Latinoamérica.
“Juan Carlos Pla era muy innovador - dice José Morena, gerente del departamento comercial-. Vio que la tecnología de pulverización iba a ser una necesidad muy importante y fue uno de los precursores en Argentina y en Sudamérica. Además, Pla tuvo la primera máquina a nivel mundial dotada con piloto automático a fines de los 90, y en la siembra fue prácticamente el precursor local de la máquina autotrailer, que pasa de posición de manejo a transporte rotando sobre un pivot central”.
Desde 2010, con la llegada del Gru- po Pampa Management Capital que hoy está gerenciando la compañía, la forma de trabajo cambió mucho. “Antes todo recaía en la visión de su fundador, en la continuidad de su hijo Miguel Ángel, y desde 2010 todo el trabajo viene a partir de un equipo gerencial, un management que maneja la empresa de otra manera pero manteniendo la esencia innovadora. Pasamos de un gerenciamiento vertical a una empresa horizontal con departamentos comunicados transver- salmente”, explica Morena, y comenta una de las características que hacen a la nueva idiosincrasia. “Hoy el 70 por ciento de la venta se hace a través de la red de concesionarias y el 30 se hace por el canal de venta directa. El canal de distribución en concesionarios nos dio mucha más capilaridad, esa es una de las cosas más importantes que hemos logrado en los últimos años”, afirma.
Otro nombre emblemático de la pampa gringa es Víctor Juri. Empezó a trabajar a los doce años aprendiendo el oficio de tornero en Carmen de Areco, y en 1980, a los 28 años, puso su propio taller. ”Todos los de la zona me empezaron a llevar trabajos de reparación integral. Después fuimos pioneros en crear algunos equipos para aplicar fertilizantes y en colocar equipos de fertilización en las sembradoras. Hicimos una barra portaherramientas para fertilizar y después la gente nos empezó a pedir más autonomía en las barras, y ahí nació el air drill”, recuerda Juri acerca del avance que grabó su apellido a fuego en la historia de los fierros locales.
“Teníamos mil kilos de autonomía para fertilizar, y por algún amigo que había ido al Farm Progress en Estados Unidos vi que en América del Norte había equipos tipo bunker, que iban adelante de las rastras, y pensé que por ahí podía andar el tema, por aire. Sin ningún plano ni licencia inventamos un tacho, lo pusimos
Cada empresa encuentra la forma de evolucionar acorde a su identidad La economía de muchos pueblos depende de estas fábricas
arriba de una máquina nuestra y anduvo perfectamente bien. Después un cliente necesitó una máquina de soja, compramos los cuerpos, hicimos un remiendo y salimos a sembrar. En el 96 salimos con los equipos hídricos, todo de producción nacional”.
Como todo desarrollo, la air drill de Juri llevó unos años hasta que estuvo perfectamente calibrada, y en el 2003, después de que estalló la economía, a Juri le llegó el boom de ventas. “A los dos meses ya no podíamos entregar las máquinas de tanto que vendíamos”, dice.
Ubicado en una zona marginal para las industrias, su estrategia fue no crecer de más y, luego, hacerlo corriente arriba. “Cuando llegamos a las 50 personas y 50 máquinas por año decidimos frenar, y gracias a eso pudimos pelearla -afirma-. Cuando empezamos a trabajar, en nuestra ciudad no había industria, ni materia prima, nada. Entonces, en vez de comprar nosotros un pantógrafo, una plegadora, una guillotina, una dobladora de caños… se me ocurrió poner una empresa que haga esto para nosotros y para toda la zona. Hoy, esa empresa tiene 15 personas y estamos produciendo 50.000 kilos de plegado, estamos vendiendo fierros, es una empresa que industrializó Carmen de Areco. En Santa Fe o Córdoba vos abrís una fábrica y tenés enfrente la fundición, a una cuadra el pantógrafo…”, explica.
¿Y nunca pensó en mudarse a una de esas ciudades con parques industriales? “Para nosotros Carmen de Areco es todo, ni se me ocurrió irme”, afirma. Actualmente, todas las empresas de sembradoras adoptaron la tecnología adaptada por Juri. Al respecto, el hombre asegura: "Es bueno que a uno lo reconozcan. Todo el mundo sabe que nosotros creamos la air drill en la Argentina, y hemos vendido a Europa, tenemos 50 máquinas en Francia, 25 en Dinamarca..."
Con una cultura menos personalista que se refleja desde el propio nombre, la empresa Agrometal, de Monte Maíz, Córdoba, también logró un arraigo en el campo argentino que ya lleva más de sesenta años. Fue fundada por 47 personas en el año 1950, y en 1961 se convirtió en la única fábrica de maquinaria que cotiza en Bolsa hasta el día de hoy.
Es diferente a la mayoría de las firmas del rubro desde su origen y su constitución financiera, pero la misión que la hace crecer es similar a la de las demás. “La empresa está permanentemente detrás de la necesidad del productor agrícola e intenta proyectar, diseñar y poner en el mercado el producto que sea útil para el productor agrícola. El producto bandera siempre fue grano grueso. Desde el principio conformó un espectro de herramientas amplio de rotación y siembra, y desde la llegada de la siembra directa fue especializándose y hoy es únicamente en sembradoras”, remarca Oscar Lattanzi, gerente comercial de la firma, quien entró en Agrometal en 1982 trabajando como “inspector de zona”, un trabajo más conocido como “viajante”.
Hoy, Agrometal tiene 360 empleados y realiza prácticamente toda la producción con componentes nacionales. Pero mientras muchas industrias del país sufren por la apertura de importaciones, la firma de Monte Maíz cuenta con perspectivas positivas en sintonía con las políticas favorables a la producción primaria.
“Desde 2011 hasta 2015 la maquinaria agrícola ha pasado un mal momento, sobre todo el mercado de sembradoras, donde el 2015 fue el peor de los años de la historia. Ya en 2016 se vino el golpe y tuvimos muy buenas ventas. Para 2017 tenemos muy buenas expectativas, no solo por lo que pudimos ver en Expoagro sino por el arranque del año, que fue muy bueno”, resume Lattanzi.
Con él coincide otro histórico fierrero: nada menos que Raúl Crucianelli, actual titular de la firma de Armstrong, Santa Fe. “Durante el año pasado pensamos que era de transición pero algunas empresas cerraron con un 20 por ciento más de ventas y otras, como el rubro de sembradoras, aumentaron un 80 por ciento la comercialización en relación al 2015. En promedio, el crecimiento para el sector fue del 25 por ciento en 2016. Convengamos que el 2015 fue el peor año de la maquinaria agrícola. Los fabricantes de cosechadoras, poscosecha
La llegada de grupos inversores obliga a transformar los modos de gestión En las empresas familiares, la tercera generación ya está asumiendo el mando
y acoplados son los más postergados en términos de crecimiento”, afirma.
Y de cara a lo que se viene, asegura: “El 2017 va a ser un muy buen año si se se llega a levantar la gran cosecha que esperan los productores, más allá de algunas cuestiones particulares por las intensas lluvias que se dieron en varias zonas productivas. Le esperan buenos tiempos al sector de la maquinaria agrícola”.
A pocos metros de los fierros naranjas de Agrometal y los rojos de Crucianelli, en Expoagro también es- tuvieron los tractores amarillos de Pauny, una empresa cuyo génesis es familiar, muy parecido al de las firmas más tradicionales del sector, pero que expresa el renacer del país tras la peor crisis de las últimas décadas.
“Tras la quiebra de Zanello, en 2001, los empleados formamos una cooperativa y nos hicimos cargo de la fábrica. La de Pauny es una de las pocas fábricas recuperadas que han sido exitosas”, remarca José María López, vicepresidente de la firma, quien empezó a trabajar en Zanello, en la localidad cordobesa de Las Varillas, hace nada menos que 33 años. ¿Las claves del éxito? “Mucho trabajo de un grupo de personas, el apoyo de la red de concesionarios, la confianza, la seriedad con que nos movimos, todo hizo que llegaramos a hoy. Empezamos con 40 empleados y vendíamos 10 tractores por mes. Hoy tenemos 600 operarios y vendemos 200 tractores por mes”, ilustra López orgulloso. Y agrega: “El tractor es muy distinto a todos los rubros porque lo usas para muchas cosas. Por ejemplo, un tractor de 50 años de antiguedad, se ven- de. Lo usas desde para cortar pasto, para sembrar, para rastrear, tenes mil usos… un municipio lo usa para las calles… el mercado es amplísimo, no dependemos solo del productor”.
A estas voces se podrían sumar otras cuantas. Los Castellani, Vassalli, Dadomo, Postacchini, Tanzi, Richiger, Cestari… y tantos otros. Apellidos y marcas que con su potencia impulsaron el desarrollo cultural y económico del campo y del interior, y que hoy se animan a modernizarse a pura gestión para seguir firmes, generando trabajo.