Los próximos pasos de la agricultura argentina
En las últimas campañas el aumento del área con trigo y maíz fue una buena noticia, pero el campo sigue planteando desafíos. El clima y los años de deuda agronómica obligan ahora a tomar nuevas medidas para la reconstrucción de la fertilidad física del suelo. Hablan los especialistas.
Crecieron las áreas de trigo y maíz y se balancearon las rotaciones, pero los problemas agronómicos están lejos de desaparecer. Clarín Rural Revista conversó con productores y técnicos de diversas regiones productivas y diferentes visiones para plantear ejes de debate de cara a los próximos años.
Rotaciones El trigo ocupó 4,6 millones de hectáreas en la campaña 2016/17, el maíz ocupó 5,8 millones y la soja 19 millones de hectáreas.
El comienzo de una nueva campaña agrícola siempre es buen momento para mirar el horizonte, y para eso es indispensable empezar por una evaluación del presente. Como era de esperar, la quita de retenciones derivó en un importante crecimiento de las áreas destinadas al trigo y al maíz, lo que se traduce en una rotación de cultivos mucho más balanceada y beneficiosa para el suelo. Pero en el sistema productivo todavía quedan varios indicadores de alarma. Clarín Ru
ral Revista conversó con técnicos y productores de diferentes regiones y visiones para trazar algunas líneas de debate hacia el futuro.
“El nuevo Gobierno generó un gran cambio en las expectativas para todo el sector, esto no es poco para una actividad en la que el largo plazo, la previsibilidad y los mercados son fundamentales. Pero falta por hacer, está costando equilibrar los sistemas de producción después de mucho tiempo de esperar que pase la tormenta”, sintetiza el productor tucumano Hugo Japaze. Luego destaca que el cambio de ánimo se refleja en la inversión en tecnología, maquinarias, fertilización y rotaciones, y dice: “Poder dialogar con el Gobierno en búsqueda de soluciones es un gran cambio. Esto genera una motivación en los equipos de trabajo que hay que aprove- char para generar cambios en las organizaciones”.
Por su parte Carlos Grosso, quien gerencia una empresa de siembras en gran parte de la zona núcleo santafesina, reitera que los principales cambios en el sistema fueron el crecimiento del trigo, el maíz, el girasol y el sorgo, y explica que “el efecto ambiental de cada hectárea de gramíneas es positivo”. Para ponerle números a la foto se puede citar la Guía Estratégica para el Agro de la Bolsa de Rosario, que calcula que el área triguera pasó de 3,9 millones de hectáreas en la campaña 2015/16 a 4,6 millones en la campaña 2016/17, y que el maíz pasó de ocupar 4,9 a 5,8 millones de hectáreas en el mismo lapso. El único cultivo que perdió área fue la soja, que pasó de 20,2 millones de hectáreas a 19 millones. A pesar de los inconvenientes climáticos que afectaron a muchas zonas, entre los tres principales cultivos se espera una cosecha final de más de 110 millones de toneladas.
Pero Grosso aclara que con estas variaciones no alcanza para estabilizar al sistema visto como un todo. “Los balances de nutrientes siguen siendo negativos (seguimos exportando minerales junto a los granos)
y la pérdida de nutrientes se correlaciona con pérdidas de propiedades físicas de nuestros suelos. A suelos con menores nutrientes y con parámetros físicos deteriorados le corresponden cultivos con menores techos y pisos de producción”, dice. El cambio, según explica Grosso, es gradual e imperceptible de una campaña a la otra, pero de muy alto impacto. Lo ejemplifica de la siguiente manera: “Una persona que aumenta 20 kilos en 20 años pasa de ser un atleta a un obeso, aunque un kilo por año u 80 gramos por mes son poco perceptibles. Esa es la realidad de nuestros balances de nutrientes”.
Pero en tren de analizar el proceso por el que pasaron los suelos argentinos en los últimos años no se puede dejar de considerar el componente climático, que fue determinante. “Ante los excesos hídricos que está habiendo los productores ya no tenemos herramientas propias. Nos pegan unos aguaceros impresionantes que nos agarran con napas a muy poca profundidad y se diezman los rendimientos, se pierden lotes enteros, se pierde las oportunidades de fecha de siembra y en algunos casos el cien por cien de la inversión”, remarca el productor cordobés Germán Fogante. Y añade: “En este contexto nos queda recuperar mucho de lo que se pierde por la salinización, la pérdida de estructuras del suelo es impresionante y los cultivos ya no logran el nivel de desarrollo al que estábamos acos-
Continúa la pérdida de nutrientes y de materia orgánica en los suelos El aumento en el uso de herbicidas solo generó la aparición de más malezas difíciles
tumbrados”.
La situación que plantea no es exclusiva de la zona núcleo. Desde el NOA, Japaze también advierte sobre las materias pendientes que se hacen evidentes, especialmente en forma de malezas. “La situación se agrava año a año con nuevas resistencias, pero el paquete tecnológico y las rotaciones de activos, sumado a la rotación de cultivos, ayudan a manejar la situación con la que nos tenemos que acostumbrar a convivir”, dice.
Al respecto, Grosso es muy crítico. “Con respecto a malezas la estrategia más usada es la reactiva, son estrategias de cada productor, pero no existe una estrategia a nivel país. Cada uno hace lo que puede con lo que tiene, que generalmente sirve para llegar a la próxima campaña. La maleza no reconoce los límites de cada campo y si bien un manejo más eficiente se visualiza en lotes más limpios, nadie escapa a la problemática”, ilustra.
Luego detalla que en cinco años se triplicó el uso de herbicidas no glifosato y se multiplicaron por cinco las malezas resistentes o difíciles. “Viajando por la ruta vemos lotes cada vez más sucios. A mayor presupuesto en controlar malezas se multiplican las problemáticas, está claro que vamos perdiendo la batalla y la estrategia debe ser repensada”, remarca el productor, y afirma que la salida para este problema es un plan a largo plazo liderado por el Estado.
Fogante también remarca la res- ponsabilidad del Estado en cuanto al manejo del agua y advierte que es imperioso el desarrollo de infraestructura hídrica, pero luego detalla lo que deben hacer los productores. “Tenemos que reconstruir fertilidad física, recomponer estructura, niveles de materia orgánica. Hay que usar cultivos de cobertura que aprovechen esa agua de las napas sin competir con el cultivo principal. Hoy, una soja de primera sin cultivo antecesor, sin puente verde, no debería pasar”.
Por parte del Estado, la entidad que debería establecer los ejes de desarrollo es el INTA. Su actual presidente, Amadeo Nicora, expresa de esta manera su visión respecto al futuro de la agricultura argentina y el rol del instituto. “El gran desafío que estamos teniendo en el sistema productivo argentino se resume en la intensificación sostenible. Yo tengo claridad de que la demanda de alimentos en el mundo va a crecer de manera importante, pero también el mundo nos está reclamando que lo hagamos respetando el ambiente. Somos líderes en sistema organizacional de la agricultura, somos líderes en sistema de siembra directa -más del 97 por ciento de nuestra superficie está en sistemas de siembra directa- y eso está claramente demostrando que el productor argentino cuando se dan las condiciones es ávido de adoptar tecnología”.
En este contexto vale la pena conocer la visión de Eduardo Cerdá, de la
cátedra de agroecología de la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Plata, quien desde hace años viene acompañando a productores y municipios en el desarrollo de una alternativa viable para el futuro del sistema agrícola. “Los principios que antes no se tuvieron en cuenta son los de la ecología, entender mejor los procesos biológicos naturales y llevarlos a un agroecosistema. Los ecólogos hacían eso en los Parques Nacionales, en los sistemas preservados, y los agrónomos nos fuimos yendo hacia la química, la fertilización, los insumos y nos hicimos muy empresarios atrás del margen bruto, atrás de la renta, y dejamos de ver la integralidad del sistema que manejábamos”, reconoce.
Luego explica que en las experiencias que él asesora se trabaja principalmente en la construcción de fertilidad. “En la medida que empezamos a hacer cultivos recuperadores de fertilidad nos empezamos a salir un poco de los fertilizantes, que muchos de ellos son bastante tóxicos para los ciclos de nutrientes que tienen que ver con la solubilidad que gene-
Es hora de repensar también la densidad de los cultivos y la fecha de siembra Hay provincias que ya están premiando prácticas como el uso de puentes verdes
ran los microorganismos. Una vez que pudimos desandar ese camino y mejorar la fertilidad los cultivos empiezan a tener otra salud, otro equilibrio, y ahí se enferman menos. El fertilizante sostiene un rendimiento pero no genera fertilidad”, lanza el agrónomo.
Respecto a las malezas, principal preocupación de la mayoría de los productores, Cerdá dice que la clave es la protección del suelo, trabajar en siembra directa con un buen tapiz con cultivos asociados, no hacer monocultivo. “Y también trabajar distinto con la densidad de los cultivos, la distancia entre hileras, un ajuste de la fecha de siembra a cada lugar”, detalla. Y en materia de plagas, afirma: “Los insectos eligen las plantas que tienen síntomas de enfermedad. Habitualmente las plantas más desequi- libradas son las que atacan”.
El técnico de la Universidad de La Plata asesora a productores en las localidades de Benito Juárez, Guaminí, Bolívar, Gualeguaychú, Las Flores, Roque Pérez y Tres Arroyos, y asegura que en total ya hay más de 20.000 hectáreas produciendo bajo otro paradigma. “Estamos logrando rendimientos similares pero con un costo mucho más bajo porque no estamos usando insumos”, dice, y añade: “No estamos hablando de cultivos distintos, estamos hablando de diseños distintos y muy adaptados a las características del productor. La fertilidad se va construyendo en el campo, se agarra primero un lote, después otro, de acuerdo a las posibilidades de cada campo va más rápido o más lento. En uno de los campos que hago seguimiento económico en Bolívar bajamos 25 por ciento el costo en el primer año al cambiar un poco el enfoque de uso de agroquímicos, y ahora ya lo hemos bajado al 50 por ciento. Y hemos comparado distintos años - buenos y malos- con tecnología industrial y con tecnología ecológica y el margen es el doble”.
Pero a pesar de plantear varios cambios importantes, Cerdá defiende una de las bases del sistema actual: la siembra directa. “La directa vino al país para cuidar los suelos, mejorar los sistemas, pero no estaba previsto que tuviera tanto agroquímico. Es más, en los primeros desarrollos se decía que con unos años de hacer siembra directa ibas a dejar de usar agroquímicos. La cuestión se fue para el otro lado, pero nosotros seguimos pensando que la siembra directa tiene que ver con la simplicidad de siembra, con encontrarle un tapiz permanente al suelo, una protección”, afirma.
A esta altura, Grosso es el encargado de introducir en el debate un concepto muy en boga en estos tiempos: las llamadas “buenas prácticas agrícolas”. “El productor argentino es muy apasionado por su trabajo y efi-
ciente en el manejo de su sistema de producción, pero las problemáticas actuales exceden los límites de cada predio. No alcanzan las buenas prácticas agrícolas en forma individual para blindarse contra las problemáticas de napas, falta de infraestructura, resistencias de malezas, plagas y enfermedades. Las problemáticas actuales deben encararse a nivel de cuencas, regiones, agro ecosistemas. Ese es el gran desafío del sector público, mediante incentivos a las buenas prácticas agrícolas transformar
Muchos reclaman que se reglamente el uso de semillas y de agroquímicos
El ascenso de las napas obliga a tomar medidas integrales entre las regiones
buenos manejos individuales en prácticas colectivas que den solución a los actuales problemas y nos potencien como comunidad agroalimentaria”, dice el santafesino.
Y en materia de medidas políticas, el tucumano Japaze agrega otros temas. “Es imprescindible, para lograr la previsibilidad, definir por ley el uso de semilla, aplicaciones de fitosanitarios, uso del suelo y algún tipo de régimen que ayude al desarrollo y la competitividad de las economías regionales”, enumera.
Mientras tanto, según Nicora “el sector agrícola, haciendo bien las cosas no debería tener problemas en ningún lado”. “Hoy los productos fitosanitarios disponibles son diez veces menos dañinos que lo que ocurría veinte años atrás. ¿Por qué tenemos problemas? Porque quizás no tenemos normas claras para todo el mundo igual, no nos damos el espacio para generar eso. Tenemos que enfocarnos en trabajar en buenas prácticas agrícolas. Si en esas buenas prácticas está la necesidad de un uso racional y sustentable del suelo... y, tendrá que entrar. El interés general tiene que estar obviamente por encima del interés particular en estas cosas, sobre todo en recursos que son tan importantes para la sostenibilidad de la actividad como es el suelo. No tengo en claro si eso tiene que ir por una ley, pero sí tenemos que generar grandes acuerdos e instituciones sólidas para que los mantengan”, dice el presidente del INTA.
El mea culpa está hecho e ideas sobran para revertir la situación, ahora es cuestión de que el cambio de paradigma se haga realidad en el lote.