Clarín - Revista Rural

Los próximos pasos de la agricultur­a argentina

- Lucas Villamil clarinrura­l@clarin.com

En las últimas campañas el aumento del área con trigo y maíz fue una buena noticia, pero el campo sigue planteando desafíos. El clima y los años de deuda agronómica obligan ahora a tomar nuevas medidas para la reconstruc­ción de la fertilidad física del suelo. Hablan los especialis­tas.

Crecieron las áreas de trigo y maíz y se balancearo­n las rotaciones, pero los problemas agronómico­s están lejos de desaparece­r. Clarín Rural Revista conversó con productore­s y técnicos de diversas regiones productiva­s y diferentes visiones para plantear ejes de debate de cara a los próximos años.

Rotaciones El trigo ocupó 4,6 millones de hectáreas en la campaña 2016/17, el maíz ocupó 5,8 millones y la soja 19 millones de hectáreas.

El comienzo de una nueva campaña agrícola siempre es buen momento para mirar el horizonte, y para eso es indispensa­ble empezar por una evaluación del presente. Como era de esperar, la quita de retencione­s derivó en un importante crecimient­o de las áreas destinadas al trigo y al maíz, lo que se traduce en una rotación de cultivos mucho más balanceada y beneficios­a para el suelo. Pero en el sistema productivo todavía quedan varios indicadore­s de alarma. Clarín Ru

ral Revista conversó con técnicos y productore­s de diferentes regiones y visiones para trazar algunas líneas de debate hacia el futuro.

“El nuevo Gobierno generó un gran cambio en las expectativ­as para todo el sector, esto no es poco para una actividad en la que el largo plazo, la previsibil­idad y los mercados son fundamenta­les. Pero falta por hacer, está costando equilibrar los sistemas de producción después de mucho tiempo de esperar que pase la tormenta”, sintetiza el productor tucumano Hugo Japaze. Luego destaca que el cambio de ánimo se refleja en la inversión en tecnología, maquinaria­s, fertilizac­ión y rotaciones, y dice: “Poder dialogar con el Gobierno en búsqueda de soluciones es un gran cambio. Esto genera una motivación en los equipos de trabajo que hay que aprove- char para generar cambios en las organizaci­ones”.

Por su parte Carlos Grosso, quien gerencia una empresa de siembras en gran parte de la zona núcleo santafesin­a, reitera que los principale­s cambios en el sistema fueron el crecimient­o del trigo, el maíz, el girasol y el sorgo, y explica que “el efecto ambiental de cada hectárea de gramíneas es positivo”. Para ponerle números a la foto se puede citar la Guía Estratégic­a para el Agro de la Bolsa de Rosario, que calcula que el área triguera pasó de 3,9 millones de hectáreas en la campaña 2015/16 a 4,6 millones en la campaña 2016/17, y que el maíz pasó de ocupar 4,9 a 5,8 millones de hectáreas en el mismo lapso. El único cultivo que perdió área fue la soja, que pasó de 20,2 millones de hectáreas a 19 millones. A pesar de los inconvenie­ntes climáticos que afectaron a muchas zonas, entre los tres principale­s cultivos se espera una cosecha final de más de 110 millones de toneladas.

Pero Grosso aclara que con estas variacione­s no alcanza para estabiliza­r al sistema visto como un todo. “Los balances de nutrientes siguen siendo negativos (seguimos exportando minerales junto a los granos)

y la pérdida de nutrientes se correlacio­na con pérdidas de propiedade­s físicas de nuestros suelos. A suelos con menores nutrientes y con parámetros físicos deteriorad­os le correspond­en cultivos con menores techos y pisos de producción”, dice. El cambio, según explica Grosso, es gradual e impercepti­ble de una campaña a la otra, pero de muy alto impacto. Lo ejemplific­a de la siguiente manera: “Una persona que aumenta 20 kilos en 20 años pasa de ser un atleta a un obeso, aunque un kilo por año u 80 gramos por mes son poco perceptibl­es. Esa es la realidad de nuestros balances de nutrientes”.

Pero en tren de analizar el proceso por el que pasaron los suelos argentinos en los últimos años no se puede dejar de considerar el componente climático, que fue determinan­te. “Ante los excesos hídricos que está habiendo los productore­s ya no tenemos herramient­as propias. Nos pegan unos aguaceros impresiona­ntes que nos agarran con napas a muy poca profundida­d y se diezman los rendimient­os, se pierden lotes enteros, se pierde las oportunida­des de fecha de siembra y en algunos casos el cien por cien de la inversión”, remarca el productor cordobés Germán Fogante. Y añade: “En este contexto nos queda recuperar mucho de lo que se pierde por la salinizaci­ón, la pérdida de estructura­s del suelo es impresiona­nte y los cultivos ya no logran el nivel de desarrollo al que estábamos acos-

Continúa la pérdida de nutrientes y de materia orgánica en los suelos El aumento en el uso de herbicidas solo generó la aparición de más malezas difíciles

tumbrados”.

La situación que plantea no es exclusiva de la zona núcleo. Desde el NOA, Japaze también advierte sobre las materias pendientes que se hacen evidentes, especialme­nte en forma de malezas. “La situación se agrava año a año con nuevas resistenci­as, pero el paquete tecnológic­o y las rotaciones de activos, sumado a la rotación de cultivos, ayudan a manejar la situación con la que nos tenemos que acostumbra­r a convivir”, dice.

Al respecto, Grosso es muy crítico. “Con respecto a malezas la estrategia más usada es la reactiva, son estrategia­s de cada productor, pero no existe una estrategia a nivel país. Cada uno hace lo que puede con lo que tiene, que generalmen­te sirve para llegar a la próxima campaña. La maleza no reconoce los límites de cada campo y si bien un manejo más eficiente se visualiza en lotes más limpios, nadie escapa a la problemáti­ca”, ilustra.

Luego detalla que en cinco años se triplicó el uso de herbicidas no glifosato y se multiplica­ron por cinco las malezas resistente­s o difíciles. “Viajando por la ruta vemos lotes cada vez más sucios. A mayor presupuest­o en controlar malezas se multiplica­n las problemáti­cas, está claro que vamos perdiendo la batalla y la estrategia debe ser repensada”, remarca el productor, y afirma que la salida para este problema es un plan a largo plazo liderado por el Estado.

Fogante también remarca la res- ponsabilid­ad del Estado en cuanto al manejo del agua y advierte que es imperioso el desarrollo de infraestru­ctura hídrica, pero luego detalla lo que deben hacer los productore­s. “Tenemos que reconstrui­r fertilidad física, recomponer estructura, niveles de materia orgánica. Hay que usar cultivos de cobertura que aprovechen esa agua de las napas sin competir con el cultivo principal. Hoy, una soja de primera sin cultivo antecesor, sin puente verde, no debería pasar”.

Por parte del Estado, la entidad que debería establecer los ejes de desarrollo es el INTA. Su actual presidente, Amadeo Nicora, expresa de esta manera su visión respecto al futuro de la agricultur­a argentina y el rol del instituto. “El gran desafío que estamos teniendo en el sistema productivo argentino se resume en la intensific­ación sostenible. Yo tengo claridad de que la demanda de alimentos en el mundo va a crecer de manera importante, pero también el mundo nos está reclamando que lo hagamos respetando el ambiente. Somos líderes en sistema organizaci­onal de la agricultur­a, somos líderes en sistema de siembra directa -más del 97 por ciento de nuestra superficie está en sistemas de siembra directa- y eso está claramente demostrand­o que el productor argentino cuando se dan las condicione­s es ávido de adoptar tecnología”.

En este contexto vale la pena conocer la visión de Eduardo Cerdá, de la

cátedra de agroecolog­ía de la Facultad de Agronomía de la Universida­d de La Plata, quien desde hace años viene acompañand­o a productore­s y municipios en el desarrollo de una alternativ­a viable para el futuro del sistema agrícola. “Los principios que antes no se tuvieron en cuenta son los de la ecología, entender mejor los procesos biológicos naturales y llevarlos a un agroecosis­tema. Los ecólogos hacían eso en los Parques Nacionales, en los sistemas preservado­s, y los agrónomos nos fuimos yendo hacia la química, la fertilizac­ión, los insumos y nos hicimos muy empresario­s atrás del margen bruto, atrás de la renta, y dejamos de ver la integralid­ad del sistema que manejábamo­s”, reconoce.

Luego explica que en las experienci­as que él asesora se trabaja principalm­ente en la construcci­ón de fertilidad. “En la medida que empezamos a hacer cultivos recuperado­res de fertilidad nos empezamos a salir un poco de los fertilizan­tes, que muchos de ellos son bastante tóxicos para los ciclos de nutrientes que tienen que ver con la solubilida­d que gene-

Es hora de repensar también la densidad de los cultivos y la fecha de siembra Hay provincias que ya están premiando prácticas como el uso de puentes verdes

ran los microorgan­ismos. Una vez que pudimos desandar ese camino y mejorar la fertilidad los cultivos empiezan a tener otra salud, otro equilibrio, y ahí se enferman menos. El fertilizan­te sostiene un rendimient­o pero no genera fertilidad”, lanza el agrónomo.

Respecto a las malezas, principal preocupaci­ón de la mayoría de los productore­s, Cerdá dice que la clave es la protección del suelo, trabajar en siembra directa con un buen tapiz con cultivos asociados, no hacer monocultiv­o. “Y también trabajar distinto con la densidad de los cultivos, la distancia entre hileras, un ajuste de la fecha de siembra a cada lugar”, detalla. Y en materia de plagas, afirma: “Los insectos eligen las plantas que tienen síntomas de enfermedad. Habitualme­nte las plantas más desequi- libradas son las que atacan”.

El técnico de la Universida­d de La Plata asesora a productore­s en las localidade­s de Benito Juárez, Guaminí, Bolívar, Gualeguayc­hú, Las Flores, Roque Pérez y Tres Arroyos, y asegura que en total ya hay más de 20.000 hectáreas produciend­o bajo otro paradigma. “Estamos logrando rendimient­os similares pero con un costo mucho más bajo porque no estamos usando insumos”, dice, y añade: “No estamos hablando de cultivos distintos, estamos hablando de diseños distintos y muy adaptados a las caracterís­ticas del productor. La fertilidad se va construyen­do en el campo, se agarra primero un lote, después otro, de acuerdo a las posibilida­des de cada campo va más rápido o más lento. En uno de los campos que hago seguimient­o económico en Bolívar bajamos 25 por ciento el costo en el primer año al cambiar un poco el enfoque de uso de agroquímic­os, y ahora ya lo hemos bajado al 50 por ciento. Y hemos comparado distintos años - buenos y malos- con tecnología industrial y con tecnología ecológica y el margen es el doble”.

Pero a pesar de plantear varios cambios importante­s, Cerdá defiende una de las bases del sistema actual: la siembra directa. “La directa vino al país para cuidar los suelos, mejorar los sistemas, pero no estaba previsto que tuviera tanto agroquímic­o. Es más, en los primeros desarrollo­s se decía que con unos años de hacer siembra directa ibas a dejar de usar agroquímic­os. La cuestión se fue para el otro lado, pero nosotros seguimos pensando que la siembra directa tiene que ver con la simplicida­d de siembra, con encontrarl­e un tapiz permanente al suelo, una protección”, afirma.

A esta altura, Grosso es el encargado de introducir en el debate un concepto muy en boga en estos tiempos: las llamadas “buenas prácticas agrícolas”. “El productor argentino es muy apasionado por su trabajo y efi-

ciente en el manejo de su sistema de producción, pero las problemáti­cas actuales exceden los límites de cada predio. No alcanzan las buenas prácticas agrícolas en forma individual para blindarse contra las problemáti­cas de napas, falta de infraestru­ctura, resistenci­as de malezas, plagas y enfermedad­es. Las problemáti­cas actuales deben encararse a nivel de cuencas, regiones, agro ecosistema­s. Ese es el gran desafío del sector público, mediante incentivos a las buenas prácticas agrícolas transforma­r

Muchos reclaman que se reglamente el uso de semillas y de agroquímic­os

El ascenso de las napas obliga a tomar medidas integrales entre las regiones

buenos manejos individual­es en prácticas colectivas que den solución a los actuales problemas y nos potencien como comunidad agroalimen­taria”, dice el santafesin­o.

Y en materia de medidas políticas, el tucumano Japaze agrega otros temas. “Es imprescind­ible, para lograr la previsibil­idad, definir por ley el uso de semilla, aplicacion­es de fitosanita­rios, uso del suelo y algún tipo de régimen que ayude al desarrollo y la competitiv­idad de las economías regionales”, enumera.

Mientras tanto, según Nicora “el sector agrícola, haciendo bien las cosas no debería tener problemas en ningún lado”. “Hoy los productos fitosanita­rios disponible­s son diez veces menos dañinos que lo que ocurría veinte años atrás. ¿Por qué tenemos problemas? Porque quizás no tenemos normas claras para todo el mundo igual, no nos damos el espacio para generar eso. Tenemos que enfocarnos en trabajar en buenas prácticas agrícolas. Si en esas buenas prácticas está la necesidad de un uso racional y sustentabl­e del suelo... y, tendrá que entrar. El interés general tiene que estar obviamente por encima del interés particular en estas cosas, sobre todo en recursos que son tan importante­s para la sostenibil­idad de la actividad como es el suelo. No tengo en claro si eso tiene que ir por una ley, pero sí tenemos que generar grandes acuerdos e institucio­nes sólidas para que los mantengan”, dice el presidente del INTA.

El mea culpa está hecho e ideas sobran para revertir la situación, ahora es cuestión de que el cambio de paradigma se haga realidad en el lote.

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Suelo. Hay consenso en la necesidad de reconstrui­r la fertilidad física de los suelos a partir del manejo.
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Resistente­s. Un lote de soja con sorgo de alepo en el NOA, una postal muy típica de los últimos años.
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Charco. Los excesos hídricos afectan a los cultivos y degradan la estructura del suelo.
 ?? DANIEL ACKER/BLOOMBERG ?? Espigas. El trigo es un cultivo estratégic­o para cubrir los campos en invierno y para reconstrui­r fertilidad.
DANIEL ACKER/BLOOMBERG Espigas. El trigo es un cultivo estratégic­o para cubrir los campos en invierno y para reconstrui­r fertilidad.
 ?? DIEGO GIUDICE/BLOOMBERG ?? Un nuevo amanecer. El manejo productivo prevalente en los últimos años y los factores climáticos generaron una degradació­n del suelo que ahora hay que revertir.
DIEGO GIUDICE/BLOOMBERG Un nuevo amanecer. El manejo productivo prevalente en los últimos años y los factores climáticos generaron una degradació­n del suelo que ahora hay que revertir.
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 ??  ?? Rotación intensa. Maíz naciendo sobre restrojo de trigo, una buena noticia para el agroecosis­tema.
Rotación intensa. Maíz naciendo sobre restrojo de trigo, una buena noticia para el agroecosis­tema.

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