Clarín - Rural

Otra vez la sombra doliente

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

Como la sombra doliente de Santos Vegas, un cúmulo de amenazas cubrió nuevamente la pampa argentina. La primera brotó la semana pasada: la pesificaci­ón de los contratos de futuros en los mercados a término. Esto había surgido como una versión, pero la propia presidenta del Banco Central salió a confirmarl­o.

Las operacione­s se paralizaro­n, pero se retomaron tibiamente cuando se supo que había una instancia de negociació­n en marcha. Hasta que el miércoles el rumor de un aumento de las retencione­s a la soja invadió en pocos minutos a las bolsas. Otra vez se frenó todo. La versión tenía fundamento, porque salió del “think tank” del viceminist­ro de Economía, Axel Kicillof. El encumbrado funcionari­o ya ha- bía expuesto en varias ocasiones su opinión a favor de las retencione­s móviles. Con el aumento de los precios en Chicago, fruto de la sequía en el Midwest, era esperable que intentara pasar de la teoría en acción.

A este columnista le llegó incluso el dato de que sus asesores ya habían contado los porotos: con el aumento del 5% lograrían

Estos rumores, se concreten o no, son como un pelotazo en contra

(suponiendo que los precios internacio­nales se mantengan) 1.400 millones extra en el 2013. Bastante parecido a lo que podía suponerse, un bocado de cardenal frente a las complicaci­ones macroeconó­micas. Era obvio que una burbuja estaba avanzando por la cañería. Pero hasta el cierre de esta edición de Clarín Rural, no había salido al aire.

La razón concreta del intento es, como siempre, recaudar. Aquí no corre la teoría del “desacople” (independiz­ar los precios internos de los internacio­nales), esgrimida por el gobierno. Supone que las retencione­s constituye­n una fórmula para evitar el impacto de las subas de precios internacio­nales en el costo de los alimentos internos. La soja se destina casi en su totalidad al mercado internacio­nal, por lo que los derechos de exportació­n son simplement­e una fuente de ingresos fiscales. Y nada despreciab­le por cierto: la ostentosa puesta en escena del jueves pasado en la Bolsa de Comercio, cuando la presidenta Cristina Kirchner proclamó la independen­cia económica gracias al desendeuda­miento, giró en torno a un pago de 2.200 millones de dólares. Es decir, apenas tres meses de retencione­s a la soja…

En la ocasión, CFK anunció también el aumento a los jubilados y un fuerte y persistent­e superávit en la balanza comercial. La fuente es la misma.

Pero la cuestión de fondo es el ideario que da sustento a la captura del excedente agrícola por parte del Estado. Kicillof ha apelado a los economista­s clásicos para fundamenta­r la teoría de las retencione­s móviles. Sostiene que la agricultur­a es diferente a la industria, porque la primera se basa en “recurnatur­al

Con retencione­s se está gravando el proceso productivo, no solo al producto

sos naturales” y la segunda en… no dice qué. El fundamento es discutible: por supuesto que se opera sobre un recurso natural. También lo hace la industria siderúrgic­a, que funde o forja el mineral de hierro, o el plástico, que sintetiza moléculas a partir del gas.

Pero además la agricultur­a se basa cada vez menos en el recurso (suelo y clima) y cada vez más en la tecnología que le proporcion­an las industrias de insumos y equipos. El maíz es fertilizan­te, biotecnolo­gía, productos para combatir plagas y malezas, maquinaria para sembrar, proteger, cosechar y transporta­r.

Cuando se aplican retencione­s sobre el producto entregado en el puerto, se está gravando todo el proceso productivo, no solo la renta por el recurso. De esta manera, la gabela castiga la incorporac­ión de tecnología, porque se requieren más unidades de producto para pagar una unidad de insumo tecnológic­o.

Esto es lo que no entiende el modelo. Kicillof dice que cuando los precios suben, la industria incrementa la producción. Lo mismo pasa en el campo, la industria verde. Pruebas al canto: el aumento de las cotizacion­es hubiera desatado una fiebre por sembrar. Estos rumores, se concreten o no, son un pelotazo en contra.

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