Sí... “es la semilla, don”
Concepto La semilla ha pasado a ser el elemento clave en la gestión de la fotosíntesis Multiplicación Las empresas hacen una semilla, pero los productores pueden hacer una tonelada
“Es la economía estúpido”, dijo Bill Clinton a los norteductores, americanos en la campaña electoral del 92. El slogan pegó fuerte y aludía a que los méritos no eran de Bush, sino de la economía.
Actualmente, la fortaleza de la economía argentina tiene que ver con la producción agrícola, esencialmente con la producción de soja. Por otra parte, esta alta producción tiene que ver con los grupos cortos de madurez de la soja, la siembra directa y la biotecnología.
Del lado de la demanda ha tenido que ver con el crecimiento de la población mundial y la necesidad de proteínas y biocombustibles. El consumo de soja ha alimentado esta demanda.
Fue así que se pasó de 50.000 toneladas de soja en 1970, a 50 millones de toneladas de soja en la actualidad: mil veces más. Aumentó la superficie sembrada y mejoraron las semillas y las prácticas culturales. Por eso me pareció respetuoso decir: “Es la semilla, don”. Tenemos que darnos cuenta de las razones de los “milagros”.
De los cambios de paradigmas, la modificación genética constituye un cambio sustancial para la agricultura, que nos permite transformar sus funciones, más allá del aumento de productividad y la reducción de costos que pudo darnos la resistencia a glifosato.
Tenemos que entender que lo que se está empezando a desarro- llar en la genética de las semillas tiene un alcance inimaginable. Nace una nueva industria productora de insumos que se alimenta de la radiación solar, que opera en una planta, que se desarrolla en el suelo y abre un nuevo campo de acción a la agricultura.
Tenemos que reconocer que el centro de la agricultura está en la semilla. Es el principio y el fin de la agricultura, que no constituye otra cosa que el proceso de multiplicación de la semilla, que deja de ser tal para ser un insumo de la alimentación. Este proceso se aceleró en los últimos años, por el impacto de la biotecnología, que nos permite modificar el genoma de las plantas.
La semilla ha pasado a ser el elemento clave en la “gestión” de la fotosíntesis. La semilla se modifica por ingeniería genética y selección, para fabricar proteínas específicas que tienen múltiples aplicaciones, como la de fabricar enzimas que degradan los restos forestales y producir biocombustibles de última generación.
Recuerdo que hace ya más de diez años, con un grupo de pro- visitamos los laboratorios de una importante industria petroquímica en los EE.UU. y uno de sus directivos nos comentó que un objetivo estratégico de la compañía era reemplazar el petróleo por las plantas.
Recuerdo que al salir le comenté mi impresión al grupo: “una semilla la harán acá (refiriéndome al laboratorio), pero una tonelada la produciremos nosotros en el campo”.
La agricultura es una actividad que no tiende a desaparecer, sino que tiende a evolucionar, a transformarse. La biotecnología ha corrido los límites a las posibilidades de la agricultura.
Esta reflexión viene al caso ahora porque hay productores que se resisten a pagar los derechos del creador de la semilla y tratan de gambetear este costo con fundamentos ingenuos.
Eso significaría condenar la agricultura al estancamiento, a lo que fue. ¿A quién le va a interesar invertir en un negocio que no tiene futuro? Sería detener el crecimiento de la producción agrícola. ¿Qué interés puede tener un criadero en invertir en investigación y desarrollo y competir con otras empresas para mejorar la productividad de las semillas si no se puede capturar el valor del producto?
La semilla es lo que nos permitirá facturar cada día más por hectárea y de eso todos nos beneficiamos. Pero tenemos que entender que somos parte de un proceso productivo, y respetar el negocio de otras partes. No importa cuán rentable sea ese otro negocio, siempre tendremos la libertad de elegir la semilla. Tenemos que pensar que si la actividad de mi proveedor es buena, mejor: eso me asegura tener proveedores y competencia entre ellos.
La forma de progresar es teniendo industrias semilleras competitivas, con capacidad para invertir en investigación y desarrollo. Los agricultores siempre tendremos la libertad de elegir.
De otra manera, la agricultura no evolucionará de acuerdo a las posibilidades de nuestro tiempo, sino que quedará como una actividad residual que cada día tendrá menos margen. Será más “comodity” y las oportunidades estarán en otra parte, en otros países donde los gobiernos y la población comprendan los desafíos que representan esos nuevos paradigmas.
Hoy, el cambio de paradigma, la oportunidad que se nos presenta, el desafío que tenemos por delante los agricultores, tiene que ver con la semilla. Dejemos que los semilleros y la biotecnología nos sorprendan.
Siempre habrá semillas disponibles que podremos sembrar libremente. Serán viejas semillas, las ya amortizadas, pero creo que por ese camino no estará la competitividad.
Se podría volver a arar, pero ya no aramos más, porque nos hemos dado cuenta de que no nos beneficia.
No reconocer el valor de la semilla es una injusticia y una torpeza. Lo primero, porque estamos aprovechando el esfuerzo de otros sin reconocerlo. Una torpeza es no reconocer que si las empresas semilleras mejoran su rentabilidad será porque nos ofrecen mejores oportunidades.
Los paradigmas han cambiado y seguirán cambiando. La mirada corta, don, no es la más recomendable. Hoy es un gasto menos, mañana será un menor ingreso.
Ayer fue la siembra directa. Esa no tuvo costo. Ahora es la semilla, don, y no se distraiga. No se equivoque, el negocio no es hacerse el distraído, sino ser parte de una cadena que cada año nos ofrezca mejores oportunidades. Siempre una tonelada de semilla la haremos nosotros.
Cuanto más funciones tenga la semilla, mejor será nuestro futuro. Clinton se dio cuenta que el mérito era de la economía. En nuestra humilde realidad, hoy, es en la semilla, don.