El Oeste se abre a nuevas posibilidades
Dos claves: qué hacer con los hongos en trigo y cebada. Y cómo manejar el agua con los cultivos de cobertura.
En La Pampa, se analizó el impacto de las enfermedades y el valor de cultivos de cobertura.
En el manejo de los cultivos invernales, el monitoreo y aplicaciones tempranas de fungicidas permiten un control eficiente de enfermedades que, si no son detectadas y tratadas a tiempo, afectan el rendimiento final, sobre todo en el marco de una campaña marcada por precipitaciones constantes que aumentan el potencial de los cultivos pero también implican riesgos.
En el caso de trigo y cebada, en la zona oeste de Buenos Aires y norte de La Pampa, los productores buscan enfrentar un panorama en el que se combinan enfermedades como pietín, mancha amarilla y fusarium en trigo, y mancha en red, mancha borrosa y escaldadura en cebada.
En este marco, durante una jornada organizada por Basf en la localidad pampeana de Hilario Lagos, profesionales de la empresa y del INTA abordaron estas problemáticas. El técnico Andrés Corro Molas, del INTA Anguil, ponderó el valor del monitoreo y de los tratamientos preventivos con fungicidas.
Considerando que el trigo está sobre el final de campaña, el técnico ya sacó algunas conclusiones. Para el caso de mancha amarilla y septoria, destacó la importancia del tratamiento curasemillas, que permite disminuir el porcentaje de inóculo que se introduce en el cultivo con la semilla. Para fusarium, Corro Molas enfatizó sobre el rol clave de los tratamientos preventivos.
“Una vez que el hongo genera infección, ahí ya se complica el control”, afirmó.
La cebada también tiene su ranking de enfermedades en esta zona, con mancha en red a la cabeza. Desde la mirada de este especialista, es la más importante en la región y muy agresiva en velocidad de área afectada. Por eso, dejó una advertencia sobre mancha borrosa para aquellos productores que están en monocultivo de cebada: “Aún con poca presencia de inóculos en el lote, puede ser un problema grave a futuro”.
En esta zona, con muchos suelos frágiles, el uso eficiente del agua es clave para los esquemas agrícolas. Y aquí entran en juego los cultivos de cobertura, que según el ingeniero agrónomo Cristian Alvarez, del INTA General Pico, son aún poco explorados.
Para esa región, estimó que la mejor alternativa en cultivos de cobertura es el centeno, que en ensayos exhibió un mejor desempeño que opciones como avena, raigrás y vicia. En este punto, Alvarez explicó que por cada milas límetro de agua, el centeno produce de 50 a 60 kg/MS.
El aprovechamiento eficiente del agua es uno de los puntos fuertes de estos cultivos. Y en esta zona, las cifras refuerzan la idea: en suelos sin cobertura, cada 100 milímetros de agua el suelo solo aprovecha entre el 20% y 30%, mientras que con cobertura esto crece, precisó el técnico.
Con un costo de implantación que oscila entre los 50-80 dólares por hectárea, los cultivos de cobertura aportan aquí un amplio abanico de ventajas a la rotación, como un menor grado de erosión hídrica y eólica, mayor aporte de carbono al suelo y mejora en los rindes. Y en una época donde las malezas constituyen una seria preocupación, Alvarez sostuvo que los cultivos de cobertura disminuyen la presencia de algunas como la rama negra.
De esta manera, el monitoreo y tratamiento temprano de enfermedades en trigo y cebada, con el agregado de cultivos de cobertura, constituyen un paquete de manejo eficiente para la zona oeste.