El debate que se veía llegar
El autor plantea que las actuales restricciones a las exportaciones de alimentos en el mundo tienen como punto de partida la crisis alimentaria que empezó en 2007. Y afirma que la inestabilidad en los precios surge, entre otros factores, del impacto de las políticas agronergéticas ineficientes en Estados Unidos y la Unión Europea. El sitio de internet de la OMC y el semanario ambientalista Bridges del pasado 21 de noviembre coincidieron en hacer una notable lectura del saldo que dejó la más reciente de las reuniones informales destinadas a preparar la 9ª Conferencia Ministerial de esa organización a realizarse en Bali, Indonesia, en la primera semana de diciembre de 2013.
En ella, el Grupo de los 10 pidió un inventario actualizado de las prohibiciones o restricciones que afectan a la exportación de alimentos, inquietud que reedita las existentes en el Grupo de los 20 (G20), en la APEC, la OECD, la FAO y en otros foros internacionales de similar importancia.
No hace falta recordar que las restricciones a la exportación fueron señaladas como uno de los factores artificiales de propagación del aumento del precio mundial de las principales materias primas agropecuarias como el trigo, el arroz y el maíz (este último por su incidencia en la producción de carnes).
Según ambas fuentes, el cónclave produjo una sensación de “cauto optimismo” y el optimismo es una droga de primera necesidad en el botiquín de negociaciones comerciales frustrantes como las que se conducen en esa Organización desde fines del siglo anterior.
Por lo menos, dice la crónica, nadie atinó a bloquear o apoyar ni esa ni las otras dos propuestas que trajeron a Ginebra países en desarrollo del G20, con la finalidad de requerir sendos informes de la Secretaría acerca del uso y administración de las cuotas tarifarias (como la Hilton de acceso preferencial al mercado de carnes de la UE; las de tabaco y azúcar en los Estados Unidos o la de arroz del Japón) y sobre cómo funcionan en estos días las medidas de apoyo a la competencia de exportación (subsidios directos, crédito subsidiado, etc).
A nivel global Por biocombustibles y factores climáticos se perdieron 140 millones de toneladas
Esos enfoques están destinados a hacer más digerible la iniciativa sobre “facilitación de comercio” que desean imponer en Bali los principales miembros de la OECD.
La mayoría de estas propuestas están en cartera desde fines del siglo pasado. Se alinean entre los temas que se discuten en la OMC a partir de 1997, cuando llegaron al Comité de Agricultura de la mano de la primera Conferencia Ministerial, para luego ser incluidos en las negociaciones de la ahora congelada Ronda Doha. Los importadores nunca tomaron en serio el requerimiento de explicar el persistente e irracional subaprovechamiento de los beneficios agrícolas que ellos concedieron en sus respectivos mercados. En los últimos tiempos se hace igualmente difícil entender por qué los exportadores todavía insisten en emplear muletas, o auxilios indirectos del Estado, para convivir con precios internacionales que en teoría debieran permitir vender sin apoyo alguno.
Aunque operadores y gobiernos no ignoran que tras la existencia de cuotas mal explotadas puede haber cierta ineficiencia del exportador, el problema de fondo reside en la obvia manipulación político-administrativa en los mercados importadores, algo que es teóricamente ilegal en la OMC y forma parte del vasto debate sobre medidas administrativas y otras restricciones no arancelarias.
Un universo que en los últimos tres lustros se enriqueció con medidas de “nueva generación”, en muchos casos atadas al mal uso o abuso de distintas versiones del “principio precautorio”, las que casi siempre se presentan como decisiones para preservar la salud en todos sus frentes (humana, animal y vegetal); o para dar sustento a normas de calidad, medio ambiente y de mitigación del Cambio Climático cuyos objetivos no comerciales no son materia de disputa.
Lo cierto es que hoy está claro que varios de esos problemas derivan o son causa, según se los mire, de la crisis alimentaria iniciada a fines de 2007. Entre ellos, los improvisados planes de producción de biocombustibles de Estados Unidos y la UE, ya que el etanol y el biodiésel hicieron algo menos vulnerable al consumo del transporte pero restaron materias primas esenciales, a corto plazo, al consumo de alimento humano y animal. En números redondos, los biocombustibles y el desastre climático sacaron unas 130/140 millones de toneladas de materias
Sin respuestas Con buenos precios internacionales, las ventas deberían ser sin apoyo estatal
primas alimentarias o de forraje y ocasionaron derivaciones que, sólo en el caso de Estados Unidos, hicieron sucumbir unas 60.000 empresas cárnicas (vacunas, ovinas y aviares).
La política agro-energética de EE.UU y la UE terminó por neutralizar sus virtuosos objetivos, al no medir el impacto temporal del mal uso de la tierra que supuso el anárquico desvío de los consumos tradicionales. A ese error de percepción se sumó el de los “graneros del mundo” (Argentina, Rusia, Kazakhstán, Ucrania, Taiabiertamente landia, India, Brasil y otros), que se lanzaron a restringir exportaciones sin mostrar problemas fundados de escasez, con lo que aceleraron, en distintas etapas, la fuerte inestabilidad de precios. Y eso es lo que parece haber llegado a la mesa de debate de la conferencia ministerial de la OMC.
El lector entrenado en estos temas percibe que estos conflictos se vinculan con el deseo de preservar la renta y vigencia efectiva de cuotas tarifarias que fueron aprobadas tras la renegociación de concesiones, la necesidad de compensar menoscabos o daños inherentes a la creación de acuerdos regionales de integración o por arreglos que emergieron de casos de solución de diferencias.
Como si faltara algo, Indonesia, país anfitrión de la conferencia y tradicional aunque heterodoxo miembro del Grupo CAIRNS, propuso flexibilizar las disposiciones del Acuerdo sobre Agricultura de la OMC respecto de la constitución de existencias para enfrentar problemas de seguridad alimentaria.
Con la cultura de pertenecer al Grupo CAIRNS, es casi seguro que si el gobierno de Jakarta releyera el Anexo 2 de ese acuerdo, vería que tiene toda la flexibilidad del mundo si verdaderamente desea acrecentar sus stocks de seguridad alimentaria o suplementar los ingresos de sus productores agrícolas de pequeña dimensión.