Clarín - Rural

No todo lo que brilla es oro

AACREA advirtió que el comienzo de la cosecha de cebada muestra rindes más bajos que lo esperado y que hay problemas fuertes de calidad.

- Clarín Rural AACREA

La cebada es un cultivo que aumentó mucho su área sembrada y su producción en las últimas campañas. En el ciclo 2012/13 se sembraron 1,5 millones de hectáreas y se esperaba co- sechar 5,6 millones de toneladas, de las cuales el 80% tiene destino forrajero, con el norte de Africa y Arabia Saudita como principale­s mercados de exportació­n.

Sin embargo, un relevamien­to realizado por la consultora Globaltecn­os para el Movimiento CREA entre productore­s de distintas zonas mostró fuertes caídas en los rindes. Se encuestaro­n agricultor­es de Buenos Aires (centro y norte), Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos. En algunos casos la merma es de más del 50%, y en un solo caso el cultivo rindió más de lo esperado. En promedio, el rinde logrado fue 2,76 toneladas por hectárea contra 4,43 estimadas inicialmen­te (38% inferior al esperado). De todas formas, ahora está empezando la cosecha en la principal zona del cultivo, el sur bonaerense, y allí las cosas parecen estar mejor.

Pero en la región encuestada, además, la caída de rindes vino acompañada de problemas de calidad. En la cebada forrajera existen varios rubros en el estándar de comerciali­zación, pero los más definitori­os son tres: peso hectolítri­co, materias extrañas y granos pelados y/o rotos.

En el relevamien­to se preguntó acerca del peso hectolítri­co, debido a que la mayor parte de la cebada se exporta como forrajera. En todos los casos analizados se ubicó por debajo de los 62 kilos por hectolitro que establece la mayoría de los contratos forward para mercadería grado 1. En otros casos estuvo por debajo de los 56 kilos por hectolitro, mínimo para el grado 3.

Las caídas de rinde y de calidad están asociadas a baja radiación (muchos días nublados determinar­on que la planta no realizara la fotosíntes­is de forma plena, generando granos livianos) y al golpe de calor de principios de noviembre, que dio como resultado granos chicos. También influyeron el anegamient­o durante octubre y los ataques de Ramularia, una enfermedad fúngica que causa lesiones necróticas sobre las hojas, que terminan secándose en forma rápida. Como consecuenc­ia, las plantas se entregan antes de tiempo y se producen importante­s reduccione­s en el número y peso de los granos.

Los exportador­es, por su parte, advirtiero­n los problemas y algunos han empezado a tomar medidas, como disminuir las exigencias de peso hectolítri­co de 62 a 55-58 kilos, con descuentos variables por punto de caída.

La primera acción que han puesto en marcha algunos productore­s para evitar mayores problemas es clasificar la cebada desde el lote, cosechando por ambientes, muestreand­o todas las tolvas y, en caso de ser posible, hacer una prelimpiez­a en el campo. Finalmente, si la cebada sigue teniendo bajo peso, se debería procesar directamen­te en el acopio.

Cuando el rinde es bajo y la calidad mala, hay que trabajar desde la cosechador­a para que los parámetros de calidad no desmejoren o incluso mejoren. Aumentando el viento se puede mejorar el calibre y disminuir la materia extraña, ya que los granos chuzos y la granza se van por la cola.

Por otra parte, tanto en la cosecha como en la prelimpiez­a a campo, se debe tener extremo cuidado con los granos pelados, que es otro de los parámetros fundamenta­les dentro de las condicione­s de recibo. En caso de no poder cumplir ni con la calidad ni con la cantidad, habrá que evaluar la forma de cubrirse de una eventual suba en el precio de la forrajera que genere mayores pérdidas (por los contratos firmados), aunque como la entrega es en Quequén y la zona parece estar bien, es difícil suba esa posición.

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FABIAN GASTIARENA Panorama dispar. El clima y la ramularia afectaron a muchos lotes de cebada.
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